Un escenario incierto

La gente conduce por una calle de Jerusalén el 14 de abril de 2024. El ataque sin precedentes de Irán contra Israel ha sido frustrado, anunció el ejército israelí el 14 de abril, con casi todos los más de 200 misiles y drones interceptados con la ayuda de Estados Unidos y sus aliados - AFP/MENAHEM KAHANA
La gente conduce por una calle de Jerusalén el 14 de abril de 2024. El ataque sin precedentes de Irán contra Israel ha sido frustrado, anunció el ejército israelí el 14 de abril, con casi todos los más de 200 misiles y drones interceptados con la ayuda de Estados Unidos y sus aliados - AFP/MENAHEM KAHANA
El pasado 1 de abril, las FDI atacaron un edificio en el corazón de Damasco, capital de Siria, que acabó con la vida del general Mohamed Reza Zahedi. Esta acción se enmarcaba en las operaciones que está realizando Israel como respuesta al terrible ataque sufrido el 7 de octubre a manos de Hamás, las cuales no se están limitando al territorio de la Franja de Gaza. Desde un primer momento quedó patente que ese ataque aéreo suponía una escalada ante la que Irán no podía permanecer impasible.

Reza Zahedi era uno de los miembros de alta graduación de la fuerza Quds, responsable de las actividades de esta en el Líbano y Siria, lo que equivale a decir de Hezbolá y las milicias proiraníes que operan en y desde Siria. Esta condición le convertía en objetivo prioritario para Israel, pues le consideraba encargado de coordinar los ataques que está sufriendo desde el territorio de esos dos países vecinos como apoyo a Hamás. Junto a Zahedi también fallecieron otros oficiales de la IRGC.

Si hay algo que está caracterizando el conflicto iniciado en la región el 7 de octubre por Hamás es el delicado equilibrio que están tratando de mantener todos los actores para evitar una escalada. A pesar de toda la violencia, muerte y destrucción de la que estamos siendo testigos, algo que todos los analistas resaltan es que nadie quiere una progresión que haga saltar por los aires toda la región. Pero en esta ocasión parece que nos hemos asomado demasiado cerca al precipicio, o tal vez no y, a pesar de las apariencias, todo esté más calculado de lo que a simple vista podemos observar.

La reacción iraní al ataque no se hizo esperar, y desde el primer momento Teherán dejó claro que no iba a dejar pasar la muerte de Zahedi y los oficiales que se encontraban junto a él. Esto abrió la puerta a diversas posibles opciones. La respuesta de Teherán era algo que todos los analistas y servicios de inteligencia daban por segura, y el régimen de los ayatolás no hizo sino confirmar la información que se manejaba. La gran pregunta era no si Irán iba a responder, sino cuándo y cómo. En análisis de riesgo y en el estudio de operaciones militares habitualmente se trabaja con dos escenarios: el más probable y el más peligroso. Lo habitual es que el plan propio se elabore para hacer frente al más probable y la seguridad se establezca para contrarrestar al más peligroso. 

En el caso que nos ocupa, casi todo el mundo, incluido quien firma estas líneas, descartó desde un primer momento una acción directa por parte de Irán sobre territorio israelí. Ese era sin duda el escenario más peligroso, pues significaría el primer ataque directo de un país árabe contra suelo hebreo desde 1973. Por ello, todas las miradas estaban puestas en Yemen, sur del Líbano, Siria e Irak, desde donde las milicias que controlan las fuerzas Quds tienen capacidad para lanzar ataques contra Israel con los medios proporcionados por Irán. Esa opción permitía a Teherán llevar a cabo su respuesta, lanzar un mensaje interno de firmeza y al mismo tiempo realizar una demostración de capacidades sin arriesgarse a una respuesta de Israel sobre suelo propio.

Pero hace escasas cuarenta y ocho horas asistimos, no sin asombro, a la materialización del escenario más peligroso. El sol terminaba de ocultarse cuando comenzaron a saltar noticias que informaban del lanzamiento de decenas de drones desde Irán contra Israel. Tras dos oleadas de estos se sucedieron otras tantas con misiles de crucero y misiles balísticos. El objetivo de los drones y los misiles de crucero era claro: saturar las defensas israelíes para de ese modo abrir paso a los misiles balísticos. Las características de este ataque sorprendieron a todo el mundo por lo que significaba ver el cielo de Jerusalén iluminado por las estelas de los drones y misiles en vuelo y las explosiones provocadas por la activación de la Cúpula de Hierro, con un riesgo enorme de alcanzar poblaciones palestinas, árabes o incluso la propia mezquita de Al Aqsa.

El ataque, no obstante, desde el punto puramente militar, puede considerarse un fracaso, al menos en lo que a los objetivos destruidos se refiere: casi el noventa y cinco por ciento de los drones y misiles fueron derribados, solo una base aérea israelí fue alcanzada y la única víctima contabilizada es una niña beduina que resultó herida. El desempeño del sistema “Cúpula de Hierro” junto con la inestimable ayuda de las fuerzas aéreas de Reino Unido, Estados Unidos y Jordania lograron una victoria sin precedentes ante un ataque de esas características.

Durante la noche circularon todo tipo de noticias, algunas intencionadamente falsas y otras desconcertantes, fruto de la confusión sobre los objetivos de los ataques, llegando a mencionarse entre estos el complejo nuclear de Dimona. Aún no se tiene clara esa lista de objetivos, salvo la base aérea alcanzada, pero a nadie se le escapa que, si realmente Dimona estaba entre ellos, entonces la apuesta de Irán toma otro cariz.

Todo lo anterior nos lleva a hacernos una pregunta clave: ¿cuál era el verdadero objetivo del ataque? 

Es aquí cuando después de todo lo vivido estos días entramos de nuevo en el campo del planteamiento de posibles escenarios sin que nadie pueda atreverse a dar nada por sentado ni por seguro. Es más, puede que estemos ante una cadena de errores de cálculo que estén empujando la situación a un callejón sin salida.

El régimen iraní conoce perfectamente las capacidades del sistema “Cúpula de Hierro” y su eficacia; de ahí las dos primeras oleadas de drones, y, por lo tanto, era conocedor de que difícilmente alcanzarían los objetivos señalados, o al menos con el grado de eficacia deseado. Por ello, y teniendo además en cuenta que no ha empleado todas sus capacidades (aunque sí la mayor parte de ellas), no podemos descartar que el verdadero propósito no era batir objetivos de alto valor en Israel, sino lanzar un mensaje para consumo interno y demostrar a su población, sus milicias y a los palestinos que los ataques recibidos no quedan sin respuesta, y de paso sacar músculo, tal vez con la esperanza de que la más que evidente respuesta israelí sea lo suficientemente comedida como para no seguir escalando. Porque si algo se puede dar por sentado hoy es que Israel responderá, no puede no hacerlo. En la región, la falta de respuesta ante una agresión de este calibre se considera una muestra de debilidad, y eso es algo que Israel no puede permitirse.

Pero, tanto si el objetivo tenía cierto componente de “teatralidad” de cara a su galería, como si era causar el mayor daño posible a Israel, podemos afirmar que Irán se ha colocado en una situación muy comprometida. En primer lugar, porque, salvo sus aliados naturales, ningún país árabe les ha mostrado su apoyo, quedando patente una vez más, como tras los Acuerdos de Abraham, su aislamiento. En segundo lugar, porque, una vez que se produzca la respuesta de Israel, tendrá que decidir si da otro paso al frente o si lo deja pasar. En ambos casos su capacidad de disuasión se verá afectada: si no responde, por motivos obvios y, si lo hace con la misma efectividad que en la noche del sábado, habrá dejado claro que sus colmillos no son tan afilados. En cualquier caso, ese escenario les pasaría factura a los ayatolás.

Ahora la pelota está en el tejado de Israel, y comenzamos a especular con otros escenarios. A pesar de que una conversación con el presidente Biden parece haber frenado el primer ataque de respuesta, algo en lo que se coincide es que el nivel de esta no será a la altura de los daños sufridos, sino de la intensidad del ataque. Las capacidades de defensa aérea de Irán no son ni de lejos las de Israel, por lo que podemos adelantar que sea cual sea la respuesta, los daños serán graves. Porque Israel sí que alcanzará los objetivos que se marque.  Una posibilidad muy plausible es que Israel tome como objetivo los principales complejos del proyecto nuclear iraní, como la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz o la planta de producción y ensamblaje de componentes de Esfahan, aprovechando el momento para acabar de una vez por todas con la posibilidad de que Irán se haga con armas nucleares, algo que sí que cambiaría las balanzas de poder en la región.

Este planteamiento nos lleva a exponer una opción que visto lo visto no puede tenerse como descabellada. A Israel se le acusó tras el ataque de Damasco de escalar innecesariamente el conflicto y de ir demasiado lejos, incluso férreos aliados lo hicieron. Pero, por lo general, Israel no actúa sin una intencionalidad clara. Y después de todo lo sucedido desde el 1 de abril tenemos a un país que recupera parte del relato y que vuelve a aparecer como víctima tras el desmedido ataque del sábado noche, ataque que pudo manejar y controlar de un modo más que eficaz y que ahora está legitimado a responder directamente sobre suelo iraní, eliminando la que durante años ha sido su mayor pesadilla, su programa nuclear. Ello lleva a pensar que, dentro de las posibilidades, no sería tan descabellado idear un plan muy bien trazado y elaborado.

Pero todo tiene su cara y su cruz y, como comenté la misma noche del sábado, ante tanta incertidumbre y tantos acontecimientos que nadie esperaba, sólo hay una certeza, y es que el gran daño colateral de todo esto es Ucrania. El temor a una escalada en Próximo Oriente vuelve a sacar a Ucrania del foco y, precisamente en un momento en que necesita urgentemente reforzar su sistema de defensa aérea y reponer misiles, ocurre lo que ocurrió ayer. Las consecuencias pueden ser desoladoras pues, si esa reposición antes era difícil, ahora lo será aún más, porque no es tanta la capacidad de producción ni tantos los países capaces de fabricar, no ya los sistemas, sino los misiles, y gran parte de estos irán destinados a reponer lo consumido por Israel. Sólo cabe tener la esperanza de que la situación afecte al apoyo que Teherán está brindando a Rusia, aunque la dependencia de Rusia de éste es mucho menor que la de Ucrania del apoyo de occidente.

Vivimos tiempos inciertos en los que cualquier escenario es posible. Esperemos que no demos el último paso fatal hacia el precipicio.