
Finalmente, el primer ministro Conte ha obtenido la confianza de las dos cámaras y, de momento, puede seguir adelante, aunque con un futuro más incierto que nunca. Como era de esperar, la debilidad del actual Ejecutivo se puso de manifiesto no en la Cámara Baja, donde se sabía que lo sobraban votos para lograr la mayoría absoluta, sino en la segunda Cámara (el Senado), donde, como mucho, salvo monumental sorpresa, podía lograr una mayoría simple. Y así fue, incluyendo un deplorable espectáculo de compraventa de votos (¿a cambio de qué? Lo sabremos en poco tiempo) que convirtió a la Cámara Alta en un auténtico mercado persa. La realidad es que, si el segundo Gobierno Conte no cayó este martes, fue porque Matteo Renzi no quiso: los 16 votos de diferencia que obtuvo el “sí” a la continuidad del Ejecutivo frente al “no” son uno menos que los que tiene la Italia Viva de Renzi, que había anunciado ya su abstención y mantuvo su palabra hasta el final.
En realidad, la actual coalición de Gobierno ni siquiera tiene realmente esos 156 votos. Porque votaron a favor senadores con los que realmente no se debería contar para seguir gobernando, por diversos motivos. Votó a favor Liliana Segre, senadora vitalicia que, además de ser nonagenaria ya (sobrevivió al Holocausto a pesar de su condición de judía, lo que no le evitó tener que estar internada en Auschwitz), no vive en Roma, sede del Senado, sino en Lombardía, desde donde se trasladó para la votación. Votó a favor también el ex primer ministro Mario Monti, un prestigioso economista y profesor universitario conocido por ser ideológicamente de derechas, lo que le haría rápidamente discrepar de la política llevada a cabo por una coalición de centroizquierda. Y votaron a favor los del Grupo Por la Autonomía, básicamente parlamentarios pertenecientes al Partido Popular del Tirol del Sur y por ello, ideológicamente, como Monti, de derechas, además de ser conocidos por el rigor con el que actúan, con lo que difícilmente podrían soportar la negativa de este Gobierno a aplicar el MES.
Así que el punto de partida real de este Gobierno es la suma de los senadores de Cinco Estrellas, Partido Democrático y Libres e Iguales, y entre los tres no suman siquiera 140 parlamentarios, a más de 20 de la mayoría absoluta. Una cifra demasiado baja para afrontar durísimos meses en los que la recesión, el desempleo y el endeudamiento comenzarán a campar a sus anchas y harán estragos, por no decir que la “emergencia sanitaria” está todo menos superada en este momento.
La jornada vivida en el Senado nos dejó muchos elementos para la reflexión. La primera, que el principal partido del centroderecha (Forza Italia), se encuentra en clara descomposición: dos senadores suyos votaron a favor de la continuidad de un primer ministro puesto ahí por Cinco Estrellas, el mismo partido que atacó de manera inmisericorde al líder del partido durante años (el ex primer ministro Berlusconi). “Il Cavaliere”, con 84 años recién cumplidos, se encuentra ya en retirada y ahora es europarlamentario, y el elegido para reemplazarle, el expresidente del Parlamento italiano Antonio Tajani, es un hombre con carácter y dotes de mando, pero sin el carisma ni capacidad de arrastre del político y empresario lombardo. La realidad es que, solo en esta semana con el asunto de la moción de confianza, el partido ha perdido tres parlamentarios más, uno en la Cámara Baja y dos en la Cámara Alta, a los que haya que añadir los que se han ido marchando desde que comenzara la legislatura.
La segunda cuestión está precisamente en relación con lo primero, y es el movimiento táctico del ex primer ministro Matteo Renzi. El aún joven político toscano es un clásico demócrata cristiano que tuvo que iniciar su carrera política (lo decimos desde el punto de vista de ejercer el gobierno) ya en las filas del Partido Democrático, una formación creada para vencer al centroderecha y donde entró todo lo que no estaba en esta línea ideológica: excomunistas, socialistas, ecologistas, republicanos y hasta demócrata-cristianos de la corriente de izquierdas (uno de ellos precisamente Matteo Renzi). Ahora que parte del espacio del centroderecha está libre, Renzi piensa en llevar a su pequeño partido (Italia Viva) hacia ella. Y los medios de comunicación son un fiel reflejo de éstos: mientras los del centroderecha se limitan a discrepar de lo que hace Renzi y, sobre todo, a criticar que sostenga a una coalición de centroizquierda, los vinculados al Partido Democrático y Cinco Estrellas le han seguido atacando sin piedad a pesar de que, como decimos, el partido de Renzi era clave para sostener la actual coalición de Gobierno. Eso explica que el ex primer ministro no sólo haya abandonado la coalición, sino que ya esté comenzando a hablar de que su formación apoyaría un “Gobierno de unidad nacional”, que es lo mismo que abrir la puerta a pactar con el centroderecha. La condición que pondría Renzi, claro está, es que al frente de ese “Gobierno de unidad nacional” no estuviera un soberanista como Matteo Salvini, sino un europeísta declarado como es el caso de Antonio Tajani, por poner un ejemplo.
Finalmente, la tercera cuestión que se pudo visualizar en el Senado es que Cinco Estrellas y Partido Democrático, con el primer ministro a la cabeza, están dispuestos a hacer lo que sea con tal de no perder el control del Gobierno. Pongamos dos ejemplos de ello. Uno es el senador Giarrusso: exmiembro del Movimiento Cinco Estrellas y ahora en el Grupo Mixto, reconoció a los medios de comunicación que, con tal de que votara a favor de la continuidad del actual “premier”, le habían ofrecido casi hasta ser, “¡Papa!” (con muy evidente sorna dijo que ya era suficiente con los dos que había, en referencia al Papa emérito y al que actualmente gobierna la Santa Sede). Otro es el senador Ciampolillo: entró “in extremis” a votar “sí” (le faltó un solo minuto para quedarse fuera de la segunda y definitiva votación) porque, a juzgar por lo que él mismo ha dicho, le debieron ofrecer justo antes de votar un Ministerio. Lo que por otra parte nada sorprende, ya que se sabe desde el fin de semana pasado que se ha hablado con muchos senadores (la mayoría exmiembros de Cinco Estrellas y ahora en el Grupo Mixto) y se les ha ofrecido todo y más con tal de que dieran su “sí” a la continuidad del actual Ejecutivo.
Ahora debe ser el presidente de la República, Sergio Mattarella, quien decida lo que se hace. De momento lo que hará es dejar pasar unas semanas, para ver si la actual coalición logra finalmente forjar la nueva “maggioranza” que no ha logrado en estos días previos a la votación de la moción de confianza. Pero, si esta no se logra, tendría que decidir si acepta la continuidad de un Ejecutivo en minoría parlamentaria (que podría perder una tras otra las votaciones en el Senado) o nombrar un nuevo Gobierno sobre la base de convocar elecciones cuanto antes, lo que de momento no puede hacer debido a la dificilísima situación sanitaria por la que atraviesa el país. La realidad es que el tiempo le está dando la razón a Matteo Renzi: sin su partido, la actual coalición no puede gobernar. Si en semanas venideras se forja una nueva “maggioranza”, el tiempo lo dirá. El actual Gobierno ha logrado salvarse “in extremis”, pero para afrontar los retos del futuro, deberá ensanchar su base parlamentaria. Y no parece la mejor idea hacerlo a base de “tránsfugas” que hoy estarán con éste y mañana con otros. Es lo que tiene venderse al mejor postor.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor de Historia Europea en el Centro Universitario ESERP y autor del libro Italia, 2013-2018. Del caos a la esperanza (Madrid, Liber Factory, 2018).