Sergio Mattarella: una década al frente de la República Italiana

- Funciones del presidente
- Apoyo popular
- El pacto con Salvini
- La crisis de la pandemia
- Draghi al rescate
- Segundo mandato de Mattarella
- El ascenso de Meloni
- Dos años y medio de paz
Este 31 de enero se cumple una década desde que el siciliano Sergio Mattarella asumiera por primera vez la Presidencia de la República Italiana. Siete años después, a finales de enero de 2022, fue reelegido para una segunda legislatura, ya que la Constitución de 1948 no recoge limitación alguna de mandatos. Lo que, por cierto, le ha hecho ser el jefe de estado que más tiempo ha sido primera autoridad del país, superando la ‘plusmarca’ del anterior presidente, el ya fallecido Napolitano.
Así que toca hacer balance de lo que ha sido una Presidencia muy bien ejercida por un hombre tan austero como conocedor de sus funciones presidenciales. Porque, no lo olvidemos, Mattarella fue durante años profesor de Derecho Constitucional y el principal mandato de todo presidente de la República Italiana es cumplir y hacer cumplir la Constitución.
Funciones del presidente
La elección, duración y funciones del presidente de la República se encuentran recogidas, de manera formal, en los artículos 83 a 91 de la Constitución de 1948. Pero debe añadirse, por su importancia real, el número 92, ya que este artículo se dirige a la figura del presidente del Consejo de Ministros (en otras palabras, el “premier” o primer ministro) y a la manera en que se confiere el encargo de formar gobierno y de designar a los componentes de ese ejecutivo en concreto. Lo que nos da ya una primera idea clave sobre la importancia de ser presidente de la República: respetando la existencia de una “maggioranza” para gobernar, lo cierto es que el candidato/a a recibir la Presidencia del Consejo de Ministros debe efectuar el oficioso “pre-incarico”.

¿En qué consiste ese “pre-incarico”? Básicamente, en hacer llegar a la Presidencia de la República la composición del gobierno y los miembros que la componen. En el caso de que no le parezca idóneo al presidente de la República el candidato/a a “premier” o la asignación de algunas carteras ministeriales, entonces lo hace saber a quien quiere asumir la presidencia del Consejo de Ministros, porque el presidente de la República, en caso de no ser escuchado, se guarda la carta de poder convocar nuevas elecciones o hacer “incarico di governo” a otra persona.
Es una decisión que debe tomarse con cautela. Hasta el punto de que Mattarella la ha ejercido sólo en una ocasión: cuando Matteo Salvini, líder de la Liga, le intentó ‘colar’ como ministro de Economía y Finanzas a Paolo Savona, conocido político anti-moneda única (mayo de 2018). Mattarella, sin contemplaciones, no sólo se negó a ello, sino que incluso retiró el encargo de formar gobierno. Finalmente, esta cartera fue a parar a manos del ‘ortodoxo’ Giovanni Tria, catedrático de Economía de la Universidad Tor Vergata, pasando Savona a la cartera de Asuntos Europeos. Fue entonces cuando nació el gobierno de coalición entre Cinco Estrellas y la Liga, con el célebre “contrato de gobierno” como objetivo a cumplir.
Apoyo popular
La realidad es que, en el momento presente, Mattarella tiene mayor reconocimiento que nunca entre la población transalpina, mientras a Matteo Salvini, viceprimer ministro y titular de Infraestructuras desde el 22 de octubre de 2022, lo quieren liquidar en su partido, teniendo en cuenta que ha pasado de tener un 33 % de apoyo en 2019 a no llegar al 10 % en este momento.
Es más: su candidata para la Presidencia de la Región de Umbría, Donatella Tesei, perdió a mediados de noviembre pasado el gobierno a manos de una desconocida candidata presentada por el centroizquierda.
En ese sentido, la Presidencia de Mattarella, que lleva en la jefatura de estado tres legislaturas consecutivas (2013-18, 2018-22, y desde 2022 hasta ahora), ha pasado por tres fases diferentes. Escogido para presidir la República por el entonces joven presidente del Consejo de Ministros Matteo Renzi (ambos, por cierto, demócrata-cristianos) a finales de enero de 2015, tuvo una Presidencia muy tranquila hasta abril-mayo de 2018. Y es que se encontró con una mayoría muy afianzada que le dio a Renzi casi dos años más de gobierno (febrero de 2015-diciembre de 2016) y que luego recogió quien había sido hasta ese momento ministro de Asuntos Exteriores (Paolo Gentiloni, diciembre de 2016-mayo de 2018).
Los problemas para Mattarella vendrían tras las elecciones del 4 de marzo de 2018. El Movimiento Cinco Estrellas, con el 32,6 % de los votos, había ganado claramente los comicios nacionales, pero necesitaba de otro partido para llegar a la mayoría para gobernar. Había dos posibilidades encima de la mesa: el Partido Democrático (PD), del que Mattarella había sido parlamentario en la legislatura 2006-08 y la Liga de Salvini. Aunque el veterano jurista y político siciliano se inclinaba por el PD (no sólo por tener muchos contactos ahí, sino porque pertenecía a la segunda familia en importancia en la Unión Europea, la socialista), lo cierto es que, sin contar al defenestrado Renzi, sólo los dirigentes del PD estaban a favor de negociar, ya que Cinco Estrellas había cimentado su victoria electoral sobre la base de una ataque despiadado hacia esta formación de centroizquierda, ensañándose de manera muy particular con su líder, Matteo Renzi, y atacando a su propia familia.
El pacto con Salvini
Así que sólo quedaba la posibilidad de pactar con la Liga de Salvini, lo que a Mattarella no le gustaba lo más mínimo, porque la Liga es fuertemente antieuropeísta y Cinco Estrellas tampoco era precisamente cercano a las autoridades comunitarias. De ahí que fueran necesarias tres meses de negociaciones.
Antes de encargarles formar gobierno, Mattarella se ocupó de que Asuntos Exteriores recayera en Enzo Moavero Milanesi (un europeísta que había formado parte ya del Gobierno Monti) y de que Economía y Finanzas fuera a parar a manos del citado Giovanni Tria. A pesar de ello, la negociación presupuestaria de cara al año 2019 fue un constante quebradero de cabeza para Mattarella, con un Salvini insultando sin mayor reparo al entonces presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, al que acusó públicamente de tener problemas con el alcohol.

Pero lo cierto es que tanto el líder de Cinco Estrellas (el bisoño Di Maio) como el de la Liga acabaron “nadando y guardando la ropa” y hubo pacto sobre el déficit para los Presupuestos Generales del Estado de 2019, situándose este en el 2,04 %.
Mattarella se tomaría su venganza personal de Salvini (recordemos la histórica enemistad de “legistas” y demócrata-cristianos, que viene de finales de los 80, cuando Umberto Bossi, fundador de la Liga, se inició en política). Caído el gobierno en agosto de 2019 y teniendo en cuenta que en el centroizquierda se iban a unir sectores muy enfrentados entre sí porque, de haber elecciones, Salvini podría haberse convertido en primer ministro, Mattarella forjó una nueva “maggioranza” en la que estaba Cinco Estrellas y, ahora, el PD. Renzi, en esta ocasión, no sólo fue obstáculo para ello, sino que se mostró públicamente favorable, naciendo una coalición a cuatro: Cinco Estrellas, PD, Italia Viva, y Libres e Iguales.
La crisis de la pandemia
Cuando la tranquilidad había vuelto a la política transalpina, entonces apareció algo completamente imprevisto y de tremendas consecuencias: la pandemia generada por el coronavirus, contra el que en ese momento no había vacunas y que hacía estragos sobre las personas con el organismo más debilitado (sobre todo con las poblaciones más envejecidas). Mattarella supo actuar con la templanza que le caracterizaba y, además de apoyar por completo al Ejecutivo, él mismo dio ejemplo vacunándose como un ciudadano romano más, en una foto que se hizo célebre.
En ese momento Italia, primero Lombardía y algunas zonas concretas (como Ancona y Pésaro) y el territorio nacional, llevaron a cabo estrictas normas de confinamiento de la población. Las autoridades comunitarias, conscientes de que esto suponía el retroceso de la mayor parte de las economías mundiales, habían celebrado una cumbre en julio de 2020 para poner en marcha el llamado “European Recovery Fund”, popularmente conocido como el “nuevo Plan Marshall”, en recuerdo del exitoso programa de reconstrucción del continente europeo financiado por Estados Unidos a finales de los 40 y comienzos de los 50. Se había decidido poner en marcha dos tipos de transiciones: la digital y la medioambiental. Y para ello se habían adjudicado 750.000 millones de euros para el septenio 2021-27, de los que Italia sería la más beneficiada: se llevaría nada más y nada menos que 209.000 millones, seguida por España, con 140.000 millones.

Pero no tardó en verse que el “European Recovery Fund” no podía ponerse en la práctica sólo con la gestión pública: rápidamente hubo que acudir al sector privado y, en particular, a las consultoras. Para ese momento, Renzi tenía cada vez peores relaciones con Cinco Estrellas y con el PD, que le quisieron marginar del manejo de los fondos europeos, pensando que el ex primer ministro ‘tragaría’ con ello. No lo hizo, abandonando la “maggioranza” en enero de 2021 y dejando con una exigua ventaja parlamentaria a lo que quedaba de la coalición de gobierno, que no tuvo más remedio que someterse a una moción de confianza.
La ganaron, pero no sin antes dar un lamentable espectáculo en el que no faltaron llamadas por doquier, ofrecimientos (Matteo Salvini contaría, y resulta creíble, que le ofrecieron la cartera de Agricultura a tres personas diferentes de su partido y, además, al mismo tiempo) y hasta persecución por los pasillos del Parlamento a senadores de nula catadura moral, como el pugliese Lello Ciampolillo, expulsado del Movimiento Cinco Estrellas y en ese momento en el Grupo Mixto.
Aquí de nuevo Mattarella volvió a sacar a relucir el fuerte carácter que tiene (bien oculto por sus muy amables maneras) y no sólo liquidó sin contemplaciones el gobierno, sino que llamó de inmediato al mejor de los mejores: Mario Draghi, ex director general del Tesoro, exgobernador del Banco de Italia y expresidente del Banco Central Europeo (donde se había hecho célebre por salvar la moneda única tras el estrepitoso fracaso de la política de austeridad impuesta por Alemania y sus aliados de centro y norte de la Unión Europea).
Tras el Gobierno Ciampi (1993-94) y el Gobierno Dini (1995-96) puestos en marcha por elpPresidente Scalfaro, y el Gobierno Monti (2011-13) promovido por el Presidente Napolitano, se daba “vida” a un nuevo gobierno de independientes. Y es que se cumplía la afirmación del veterano y prestigioso periodista de la RAI Bruno Vespa: “cuando fracasa la política, emerge la figura del presidente de la República”.
Draghi al rescate
Mario Draghi dijo “sí” a Mattarella; todos los partidos importantes (a excepción de los Hermanos de Italia de Meloni) dijeron “sí” al nuevo Ejecutivo; y todo ello dio lugar a un Ejecutivo con un nivel no visto en décadas. Y es que, mientras Draghi se ponía al frente del Consejo de Ministros, el entonces director general del Banco de Italia (Daniele Franco) aceptaba llevar la cartera de Economía y Finanzas. En realidad, todas las carteras importantes fueron ocupadas por hombres de Draghi, dejando el resto para representantes de Cinco Estrellas, Liga, Forza Italia, PD e incluso Libres e Iguales.
El tiempo demostró que Mattarella había acertado con su apuesta por un gobierno de independientes. Cinco Estrellas y la Liga lo liquidaron cuando a la legislatura le quedaba aún medio año de vida, pero el Gobierno Draghi logró que en los años 2021-22 el Producto Interior Bruto creciera más de 12 puntos; que se llevara a cabo una completa vacunación; y que pudiera ser afrontada con la mayor de las garantías una “emergencia nacional” única.

Segundo mandato de Mattarella
Para ese momento, Mattarella se había visto forzado a aceptar un segundo mandato, ya que la clase política fue incapaz de pactar un sucesor. Salvini, que decidió asumir el papel de “king-maker”, no quiso ver que su compañera de coalición Meloni iba ya en claro ascenso y que el único candidato real era el que no podía ser, Mario Draghi, porque era desvestir a un santo para vestir a otro.
Tras seis días de deliberaciones, ocho votaciones y una candidata fallida (María Elisabetta Casselatti, presidenta del Senado), todas las fuerzas políticas menos el partido de Meloni fueron a pedir a Mattarella, que ya había gestionado todo para poder retirarse tranquilamente en su Sicilia natal (en julio de 2021 ya había cumplido 80 años), que repitiera al frente de la jefatura del Estado, y Mattarella no tuvo más remedio que aceptar.
La última actuación “magistral” del reelegido presidente de la República tuvo lugar tras las elecciones generales de septiembre de 2022. La romana Meloni ganó con claridad los comicios, sumando, junto con las otras dos formaciones del centroderecha (Forza Italia y la Liga) más del 42 % de los votos.
A su vez, el centroizquierda se presentó dividido en tres facciones diferentes (PD y aliados, Movimiento Cinco Estrellas y el “Terzo Polo”). La ley electoral (Rosatellum bis, aprobada en octubre de 2017) favorecía las coaliciones frente a los partidos que se presentaban en solitario, lo que hizo, desde el punto de vista parlamentario, aún más abultada la victoria del centroderecha.
En un Parlamento que, tras un “referéndum” constitucional celebrado en septiembre de 2020, había aprobado un “taglio” o reducción del número de sus componentes (la cámara baja pasó de 630 a 400 miembros, y la alta de 315 a 200), el centroderecha poseía una mayoría amplísima (solo en el Senado tenía 120 de los citados 200 componentes) y dejaba a la oposición como “meros comparsas” para una legislatura que difícilmente llegará hasta el final, previsto para septiembre de 2027. Aunque ya se sabe que, en política, y más en la transalpina, todo puede pasar.
El ascenso de Meloni
La “maggioranza”, en este caso, estaba muy clara, pero no la composición del Ejecutivo. Además, al demócrata-cristiano Mattarella le gustaba tan poco la Liga como los postfascistas de Hermanos de Italia, aunque muchos no quisieran ver que Meloni no era la “nieta política” de Mussolini, sino la representante de un partido que llevaba décadas en zona templada. El mismo Matteo Renzi, en el momento votar la confianza al nuevo gobierno, lo dijo muy claro: “Estamos ante un gobierno de derechas”. Es decir, ni de centroderecha (porque Forza Italia tenía un tercio de los votos del partido de Meloni), ni post-fascista, ni neofascista.
A pesar de ello, más de dos años después de ponerse en marcha el Gobierno Meloni, una parte de la prensa sigue hablando de “líder ultraderechista” en relación con Meloni: ¿es eso posible en un país donde hay un presidente de la República demócrata-cristiano, no una sino dos cámaras con igual capacidad legislativa, y un poder judicial independiente aunque podría serlo más?

Eso sí, Mattarella tenía que ganarse la confianza de Meloni, quien, en las elecciones presidenciales, había presentado a su propio candidato (el prestigioso magistrado Nordio, célebre por su labor contra los terroristas de las Brigadas Rojas). Y aquí dejó claro que era él quien tenía la última palabra en cuatro carteras clave: Economía y Finanzas, Defensa, Interior y Justicia.
En el caso de Economía y Finanzas, Meloni estaba sin candidato: se había marcado el ‘farol’ de que Fabio Panetta, miembro del ‘board’ del BCE, sería su candidato para esta cartera, sabiendo que Panetta se callaría porque donde él pensaba ir era a la presidencia del Banco de Italia, teniendo en cuenta que el gobernador de ese momento (Ignazio Visco) estaba a punto de jubilarse.
Con la actuación de Draghi por medio, se decidió que el único político que había estado en el área económica durante el gobierno anterior (Giancarlo Giorgetti, hombre muy relevante en la Liga desde hace muchos años) porque había sido el titular de Desarrollo Económico, asumiera Economía y Finanzas.
Con el tiempo, Panetta volvió a Roma para, por elección de la presidenta Meloni, pero no para ser ministro de Economía y Finanzas, sino nuevo gobernador del Banco de Italia.

Para Interior se eligió a Matteo Piantedosi, una persona que lleva trabajando en este Ministerio desde finales de los 90: lo más importante para Mattarella era que Salvini no pudiera volver a este Ministerio, donde le había creado muchísimos problemas con la Unión Europea entre junio de 2018 y agosto de 2019, y Meloni no tuvo mayor inconveniente, ya que al final Salvini pudo volver a ser vice primer ministro, pero ahora al frente de Infraestructuras, una cartera de mucho menor lucimiento pero que no era poco para un político que había obtenido menos de la mitad de los votos respecto a las elecciones de 2018.
Fue en Justicia donde se dio el mayor conflicto: Forza Italia quería allí a uno de los suyos, Licia Ronzulli, pero ni Mattarella la quería ni menos aún Meloni, sabiendo que contaba con la persona de Nordio. Ahí sí unieron fuerzas Mattarella y Meloni, a pesar del conflicto que generó dentro de la coalición.
Claro que había una compensación no poco importante para Forza Italia: conceder la otra vicepresidencia del gobierno a Antonio Tajani, un destacado europeísta (había sido parlamentario, comisario, vicepresidente de la Comisión Europea e incluso presidente del Parlamento Europeo), quien además asumiría la cartera de Asuntos Exteriores. Algo muy importante teniendo en cuenta que Meloni no era querida entre las autoridades comunitarias por su conocido “euroescepticismo”.
Dado que el ministro de Asuntos Exteriores es quien suele acompañar al jefe de gobierno a las cumbres europeas, Tajani era el mejor nombre posible para que Meloni fuera cada vez más aceptada, como así ha sido.
En cualquier caso, si hubo un nombramiento con el que Mattarella se ganó a Meloni fue con Defensa. Sabiendo que el currículum político de la romana era más bien escaso y que necesitaba estar rodeada de sus personas de más confianza, el presidente de la República le concedió la cartera a Guido Crosseto, cofundador con Meloni de Hermanos de Italia.
Paradójicamente, ni Crosseto quería ser ministro, ni Mattarella le debía haber designado, ya que éste era ni más ni menos que el presidente de la Asociación de la Industria de la Defensa, lo que suponía incurrir en un flagrante conflicto de intereses. Sabedor Mattarella de que se trataba de una cartera muy delicada (más aún con el grave problema migratorio que sufre el país desde hace décadas), aceptó la petición de Meloni y Crosseto se convirtió en el nuevo ministro de Defensa.
Dos años y medio de paz
Aunque el país ha vuelto a muy bajos niveles de crecimiento (que tienen mucho que ver con el encarecimiento de las materias primas y el aumento del coste de la energía), la realidad es que la política transalpina se ha convertido, desde el 22 de octubre de 2022 (fecha de la toma de posesión del Gobierno Meloni) en un auténtico remanso de paz. La paz que Mattarella vivió entre febrero de 2015 y abril-mayo de 2018, ahora la ha recuperado de nuevo en estos ya casi dos años y medio de andadura el Gobierno Meloni.
Con el tiempo se ha sabido (porque así lo contó Bruno Vespa en su libro “Quirinale”, publicado a finales de 2021) que Mattarella ya fue candidato a la Presidencia de la República en 2013. En el fondo, reunía todos los requisitos: había sido parlamentario desde 1983, varias veces ministro, en una ocasión vice primer ministro y miembro del Consejo Superior de Magistratura, además de hijo de un varias veces ministro (Bernardo Mattarella) y hermano de un presidente de la Región de Sicilia asesinado por la Cosa Nostra (Piersanti Mattarella).

Si a ello añadimos su sentido de estado y su tremenda discreción, la consecuencia ha sido una década impecable en el ejercicio de la primera magistratura del Estado. Ahora el veterano Mattarella, de 83 años, se encamina hacia un nuevo año completo como jefe de estado, con mandato hasta 2029. Tenía que ser un demócrata-cristiano el presidente de la República más longevo precisamente en un país donde esta corriente política fue capaz de gobernar ininterrumpidamente durante casi cinco décadas completas
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes, profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro Italia, 2018-2023. De la esperanza a la desafección (Madrid, Liber Factory, 2023).