La solución para Ceuta y Melilla es un acuerdo de futuro económico compartido

Los gobiernos de España y Marruecos siguen mareando a la opinión pública de ambos países, y en particular a la población de Ceuta y Melilla, con “la inminencia de apertura de las aduanas”, con “el respeto al import-export de mercancías”, y con la puesta en práctica de “la aplicación de los acuerdos políticos” cerrados entre España y Marruecos durante la visita del presidente español Pedro Sánchez a Rabat en abril de 2022 y su encuentro con el rey Mohamed VI.
La “cuestión de Ceuta y Melilla” no tiene por el momento solución política ni soberanista. España no puede abandonar la “españolidad” de las dos ciudades, ni Marruecos renunciar a “la vuelta a la madre patria” de los que denomina “presidios ocupados”.
Políticos e historiadores de los tres protagonistas del triángulo (Marruecos-España-los nclaves) no pueden presentar por el momento ninguna solución viable y definitiva al problema.
La única vía pragmática para avanzar es plantear las bases de un acuerdo histórico geoeconómico formulado entre las tres partes, para hacer de los enclaves un vínculo para el acercamiento entre las dos riberas mediterráneas y un motor del desarrollo económico y comercial entre España y Marruecos, entre Europa y África.
La experiencia de Hong Kong muestra que hay soluciones transitorias para superar barreras que entorpecen el desarrollo y la modernización de países y enclaves. China y Gran Bretaña llegaron a un acuerdo para fijar un periodo de 50 años de “autonomía” de Hong Kong, basándose en la conocida fórmula de “un país, dos sistemas” (la China comunista aceptaba la existencia de un Hong Kong capitalista). En el caso de Ceuta y Melilla, podríamos hablar de “un país, dos banderas”, ya que el sistema económico es el mismo en ambas orillas del Mediterráneo.
Es cierto, sin embargo, y no se puede pretender lo contrario, que el caso de Hong Kong no es ni política, ni histórica, ni cultural ni socialmente igual al de los enclaves españoles en el norte de África. Pero de lo que se trata no es de dirimir la pertenencia y soberanía de los mismos, sino de permitir el desarrollo conjunto y compartido.
Considerar y aceptar, por ejemplo, durante un tiempo fijado de común acuerdo, una Región Asociada existente entre Marruecos y España, que incluya los enclaves y quizás algo más de territorio marroquí, permitiría la circulación de bienes y personas como algo natural y necesario.
No hablaríamos de aduanas, sino de oficinas de control administrativo del paso de mercancías y de supervisión del flujo de personas. Exportadores e importadores marroquíes, españoles, ceutíes y melillenses se verían sometidos a las mismas reglas económicas y comerciales fijadas en el Acuerdo de Región Asociada. Un acuerdo que reglamentaría las inversiones recíprocas, la creación de empresas mixtas, la compraventa de tierras y bienes muebles e inmuebles, etc.
Hablar de “aduanas”, de “cupos migratorios”, de “tarifas y tasas”, de “permisos de circulación para trabajadores”, como se hace ahora, es esquivar el problema de fondo y entretener a la ciudadanía por motivos políticos y electorales.
El Gobierno español sabe que el Gobierno marroquí nunca firmará un acuerdo bilateral en el que reconozca la existencia de fronteras entre los enclaves y el territorio del Reino y que pueda ser registrado como tal en los organismos internacionales pertinentes: ONU (Organización de Naciones Unidas), OMC (Organización mundial del comercio), GATT (Acuerdo general sobre aranceles aduaneros y comercio), CEE (Comité Económico y Social europeo). Lo mismo que el Gobierno marroquí sabe que su homólogo español no puede estampar su firma en una renuncia a “la soberanía española” sobre los enclaves y transferirla automáticamente a Marruecos a cambio de jugosas compensaciones económicas o comerciales.
El único escenario posible es el de crear un periodo de transición concertado entre las tres partes. Y es esto lo que se está pergeñando en el seno de las instituciones, tanto en Marruecos como en España o en los propios enclaves territoriales en cuestión.
A los musulmanes, cristianos, judíos, budistas o agnósticos ceutíes y melillenses lo que les preocupa es el porvenir de sus hijos, su educación, su salud, su trabajo, su vivienda… En una palabra: su progreso económico y social. De banderas, himnos y fronteras ya habrá tiempo de hablar más adelante.