
“No creo que lleguemos a una guerra civil, pero es evidente que atravesamos por una gravísima crisis interna, sin duda la mayor desde la constitución del Estado de Israel. Lo que está en juego es la preservación de nuestra identidad, es decir de nuestra democracia como valor esencial de la misma. Si la perdiéramos, ¿por qué habríamos de ir o enviar a nuestros hijos a luchar, combatir e incluso morir en una guerra?” Lo afirma Ami Ayalon, el exjefe de la Marina de Israel y asimismo exjefe del Servicio de Espionaje Interior, el Shin Bet, en conversación exclusiva con Atalayar.
Ayalon es uno de los más decididos impulsores de las manifestaciones que desde hace ocho meses protestan en todas las ciudades del país contra la reforma de la Justicia que preconiza el Gobierno de Benjamin Netanyahu, y que interpretan como un ataque a uno de los pilares de la democracia, inequívoca seña de identidad sobre la que se instituyó el Estado de Israel.
Hablamos telefónicamente después de que este exmilitar, nacido en Tiberiades en 1945, haya intervenido en el Museo Beit Hashomer de Kfar Giladi en una jornada dedicada a los pioneros de Eretz Israel, y especialmente a Yosef Trumpeldor (1880-1920), el activista que organizó el cuerpo de la Legión Judía y llevó los primeros emigrantes judíos a Palestina. Jornada que también tuvo sabor español, al contar con la actuación de la bailarina, creadora y poetisa Ornili Azulay, cuyas danzas fusionan la tradición judía con el arte flamenco al son de las composiciones de Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar. Como todos los israelíes, hombres y mujeres, Ornili Azulay hizo su servicio militar en las fuerzas navales, cuyo almirante Ami Ayalon citaba a menudo a Séneca como el estoico cordobés fiel hasta la muerte a sus principios. Ella es la que ha propiciado esta conversación sin tapujos de Ayalon con Atalayar.

¿Qué pasará con las manifestaciones si el Gobierno logra finalmente culminar la reforma judicial que recorta notablemente la independencia del Tribunal Supremo?
Se producirá una crisis aún mayor porque habrá desaparecido uno de los valores esenciales de nuestra democracia, la que siempre estuvo asociada a la creación del Estado de Israel, culminación por otra parte de la conformación de nuestra identidad.
Hay quién ha evocado incluso el peligro de una guerra civil.
No creo que lleguemos hasta tal punto. Ya estuvimos muy cerca en la convulsa creación de nuestro Estado, pero desde entonces no se había dado una situación de enfrentamiento como la de ahora, con un incremento notable de la violencia. Pareciera que estamos mostrando al mundo que no somos capaces de vivir juntos.
¿Cree que los judíos que viven en Estados Unidos y Europa tienen la misma perspectiva de gravedad que usted describe?
No tengo una idea global al respecto, si bien se que los grandes medios como CBS han dedicado espacios monográficos a la cuestión, e incluso que, con ocasión del Rosh Hashaná (Año Nuevo) que inicia el 5784 de nuestro calendario, la rabina estadounidense de Nueva York, Angela Buchdahl, ha llamado a no desertar de las protestas. Y sí, podría ser un punto de inflexión en que la comunidad judía americana comprenda la gravedad de la crisis en Israel. En cuanto a Europa, más allá se lo institucional, ignoro lo que piensan sus ciudadanos, toda vez que, además, componen un mosaico muy diverso de países.

¿Y qué pasa con el pueblo palestino en esta crisis?
Ustedes dirían que es el elefante en la habitación; yo afirmo que es la ballena en la piscina. No somos ciegos, pero está claro que no se quiere ver. Algunos sueñan con un Gran Israel y de pronto se despiertan y se dan cuenta de que hay otra gente que vive y piensa distinto. Y estalla la violencia, experiencia que solo se aprende sufriéndola y sacando consecuencias.
¿Por ejemplo?
Pues, ahora que se cumplen 50 años de la Guerra del Yom Kippur, en la que Israel perdió 2.600 soldados, se demostró que Israel solo alcanzó la paz con Egipto después de aquella experiencia. Los procesos de paz de Madrid y de Oslo solo se producen tras la primera intifada; la salida de Gaza, después de la segunda intifada. Es una secuencia que no deja lugar a muchas dudas.
La solución entonces es la instauración de una vez de dos Estados…
No veo otro acuerdo de paz posible que no pase por ahí. Creo que los palestinos merecen tener su propia tierra, lo que no ha de conllevar necesariamente que vivamos completamente de espaldas. Pero, para que funcione, nosotros, los judíos, deberíamos acostumbrarnos a que los judíos que vivieran en el futuro Estado Palestino seríamos una minoría. Con todo el derecho a exigir respeto y protección a la mayoría, del mismo modo que lo podrían hacer los palestinos residentes en el Estado de Israel. La violencia que han desencadenado los palestinos contra ciudadanos judíos está causada tanto porque, además de no contar probablemente con los mejores dirigentes, se ven inmersos en una completa desesperanza y en un sentimiento de vivir en situación de “apartheid”.

¿Ha desaparecido la tradicional unidad entre el pueblo de Israel y su Ejército?
No lo creo, pero sí que las Fuerzas Armadas se van nutriendo cada vez más de voluntarios. Ello no obsta para que, sea con militares de reclutamiento forzoso o voluntario, los valores de siempre deben prevalecer. Aquí los símbolos son fundamentales y decisivos porque ir uno mismo o enviar a otros a la guerra precisa de la inmensa fuerza interior que da el convencimiento de que se lucha por algo y alguien que merecen incluso el sacrificio de perder la vida. Vuelvo por lo tanto al mismo punto: Si perdemos nuestra identidad, ¿por qué habríamos de luchar y morir?
Pero, lo cierto es que la sociedad israelí aparece muy dividida.
Creo que más y más israelíes están dispuestos a recuperar la unidad, evitar la violencia y, por supuesto, no llegar a un enfrentamiento civil. Todos soñamos con un futuro mejor y una tierra sobre la que labrarlo. La cuestión es que todos han de entender los sueños de los otros.
Las festividades del Año Nuevo y la conmemoración del Yom Kippur marcan un tiempo de perdón en Israel. En esta última festividad el país se sume en un silencio total y sobrecogedor. Tiempo de reflexión y de propósitos de trabajar por una vida mejor en Israel… y en Palestina.