La respuesta del islam a problemas del mundo contemporáneo (3)

En la entrega anterior tratamos el tema de si puede el rango de un Profeta ser diferente si la autenticidad es la misma.
Según el Libro Sagrado de los musulmanes, no existe excepción en este fenómeno universal. Por ejemplo, el Santo Corán declara:
فَکَیۡفَ اِذَا جِئۡنَا مِنۡ کُلِّ اُمَّۃٍۭ بِشَہِیۡدٍ وَّجِئۡنَا بِکَ عَلٰی ہٰۤؤُلَآءِ شَہِیۡدًا
¿Qué ocurrirá cuando aportemos un testigo de cada pueblo, y te llevemos a ti como testigo contra éstos? (C.4 Al.Nisa:42)
Habiendo realizado esta clarificación esencial, vamos a estudiar el estatus del Santo Profeta del islam (lpbD) según el Sagrado Corán. La declaración más incontrovertible y clara respecto al Santo Profeta del islam se encuentra en el conocido y ampliamente comentado versículo del Santo Corán:
مَا کَانَ مُحَمَّدٌ اَبَاۤ اَحَدٍ مِّنۡ رِّجَالِکُمۡ وَلٰکِنۡ رَّسُوۡلَ اللّٰہِ وَخَاتَمَ النَّبِیّٖنَ ؕ وَکَانَ اللّٰہُ بِکُلِّ شَیۡءٍ عَلِیۡمًا
Muhammad no es el padre de ninguno de vosotros, sino que es el Mensajero de Al-lah y (Jataman Nabiyyin) el Sello de los Profetas, y Al-lah tiene pleno conocimiento de todas las cosas. (C.33: Al-Ahzab: 41)
La palabra árabe Jatam de este versículo tiene varias connotaciones, pero la esencia del título Jataman Nabiyyin, no tiene sombra de duda: ser el mejor, el supremo, la última palabra, la autoridad definitiva, quién abarca todo y testifica la verdad de los demás. (Lexicón de la lengua árabe F.W. Lane, Aqrab al-Muwarid, el Mufradat del Imam Raghib, Fath y Zurqani).
Otro versículo que habla de la excelencia del Santo Fundador del islam declara que las enseñanzas de Santo Profeta son perfectas y definitivas. El versículo dice lo siguiente:
اَلۡیَوۡمَ اَکۡمَلۡتُ لَکُمۡ دِیۡنَکُمۡ وَاَتۡمَمۡتُ عَلَیۡکُمۡ نِعۡمَتِیۡ وَرَضِیۡتُ لَکُمُ الۡاِسۡلَامَ دِیۡنًا
…Este día he perfeccionado vuestra religión para vosotros y completado Mi Gracia sobre vosotros y os he escogido al islam como vuestra religión… (C.5: Al-Maidah: 4)
La deducción obvia de esta afirmación sería que de entre todos los Profetas Portadores de Ley en el mundo, y por entregar al mundo la enseñanza más perfecta, ocuparía el lugar más elevado.
Al desarrollar el tema, se asegura al Santo Fundador en términos claros que el Libro que se le revela será guardado y protegido de las interpolaciones. Como tal, no sólo es una enseñanza declarada perfecta sino también permanente: sería guardada en su pureza y sin adulteración con las mismas palabras con las que fue revelada al Santo Fundador del islam. La historia de los últimos catorce siglos ha aportado un amplio testimonio a la verdad de esta afirmación.
Los que siguen son algunos de los versículos más relevantes:
اِنَّا نَحۡنُ نَزَّلۡنَا الذِّکۡرَ وَاِنَّا لَہٗ لَحٰفِظُوۡنَ
En verdad, Nosotros mismos hemos revelado esta Exhortación, y ciertamente que seremos su custodio (C.15: Al Hillr: 10)
بَلۡ ہُوَ قُرۡاٰنٌ مَّجِیۡدٌ ﴿ۙ۲۲﴾فِیۡ لَوۡحٍ مَّحۡفُوۡظٍ
En verdad, este es un Corán glorioso conservado en una tabla bien guardada (C.85: Al-Burull: 22-23)
A la vista de lo anterior, al Santo Fundador del islam no sólo se le declara claramente que tiene la supremacía sino que además es el último y definitivo Profeta Portador de Ley, cuya autoridad continuará vigente hasta el final de los tiempos.
Al declarar lo anterior, surge la cuestión de sí, para algunos, esta declaración de la supremacía del Santo Fundador del islam pudiese crear malentendidos o enemistad entre los seguidores de otras religiones. ¿Cómo se puede reconciliar esta afirmación con el tema del título de estos artículos, en el sentido de que el islam garantiza la paz en todas las esferas de interés humano, siendo la religión una de las no menos importantes?
Ha sido por esta cuestión en la mente por lo que me he extendido en el comentario de esta afirmación. Esta pregunta puede ser respondida con plena satisfacción de más de una manera para quienes se la hayan planteado con la mente libre de prejuicios.
Como ya se ha dicho, afirmaciones similares se hacen por parte de seguidores de otras muchas religiones. Lo prudente es investigar los méritos relativos de la afirmación sin caer en el apasionamiento. La afirmación, por sí misma, no debe ofender la sensibilidad de los fieles de otras religiones que hacen similares afirmaciones desde su lado.
Pero el islam da un paso más al enseñar la humildad y la decencia a sus seguidores de forma que su creencia en la supremacía del Santo Fundador del islam no se exprese de manera tal que pueda ofender a los otros.
Las siguientes dos Tradiciones del Santo Fundador del islam son claramente ilustrativas para elucidar el tema que comentamos:
(i) Uno de los compañeros del Santo Profeta del islam se enzarzó en una discusión bastante apasionada con un fanático seguidor del Profeta Jonás de la ballena. Ambas partes afirmaban en el debate que su Profeta sobrepasaba completamente al otro en excelencia. Parece ser que el contendiente musulmán hirió con sus argumentos la sensibilidad del seguidor de Jonás, el cual se dirigió al Profeta Muhammad (lpbD) y expuso su queja contra el musulmán con el que debatía. Dirigiéndose a la comunidad en general, el Profeta expresó las siguientes palabras, con ánimo instructivo:
No me declaréis superior a Jonás, el hijo de Mattah. (Bujari: Libro de los Profetas)
Algunos comentaristas musulmanes de las Tradiciones se sienten perplejos ante esta Tradición dado que aparenta estar en contra de la afirmación coránica de que Muhammad (lpbD) no sólo es superior a Jonás, sino a todos los Profetas. Sin embargo, parecen olvidar el hecho de que lo que él declaró no era que fuese inferior (o superior) a Jonás, sino simplemente, que sus seguidores no debían declarar que era superior de forma que pudieran ofender los sentimientos de los otros. En el contexto de lo que ocurrió, la única conclusión que podemos derivar es que el Profeta estaba enseñando a los musulmanes una lección de decencia. Les enseñaba a no incurrir en la jactancia. Debían evitar discutir su estatus de forma que pudieran causar ofensa a los demás. Tal actitud sin duda que había de perjudicar la causa del islam, pues en lugar de ganar corazones y mentes para el mensaje del islam, se conseguiría justamente lo contrario.
(ii) Esta actitud del Santo Profeta, la paz y bendiciones de Dios sean con él, se ve corroborada también por otra Tradición en la que un musulmán se vio envuelto en un debate similar con un judío. Ambos afirmaban y contradecían respectivamente la superioridad relativa de sus líderes espirituales. De la misma manera, fue el contendiente no-musulmán quién consideró justo expresar su queja por el comportamiento del adversario musulmán. El Santo Profeta (lpbD) respondió con su prudencia y humildad habitual, enseñando al musulmán la misma lección de cortesía y decencia, amonestando:
No declaréis que soy superior a Moisés (Bujari: ibíd.)
El resumen de lo que antecede es que sólo compete a Dios decidir y declarar el rango comparativo de cercanía a Él de los distintos Profetas. Es probable que en una época particular y en el contexto de una religión determinada, Dios haya expresado Su agrado con el Profeta de ese tiempo en términos tan intensos como para declararle el mejor. Los superlativos, después de todo, pueden usarse también en términos relativos en el contexto de una aplicación limitada en el tiempo y el espacio.
Ello pudo conducir fácilmente a los seguidores de un personaje santo a creer que él era el mejor y el más sagrado de todas las épocas y de todos los tiempos venideros. Creer genuinamente en ello no tiene por qué ser considerado como una ofensa a los demás. Una actitud civilizada requeriría que tales aspectos no fueran mal expresados de forma que degenerasen en una contienda entre religiones. Éste es exactamente el verdadero sentido de la amonestación del Santo Profeta (lpbD) referida anteriormente. De adoptarse este principio de humildad y decencia por parte de todas las demás religiones, el mundo de la controversia religiosa, sería el mejor posible.
(lpbD) – La paz y las bendiciones de Al-lah sean con él.
(Continuará)