Opinión

De nuevo, Eurocentrismo

photo_camera Volodimir Zelenski

Poco más se puede añadir a todo lo que está sucediendo en Ucrania ahora mismo aparte de todos los análisis y artículos de opinión que se han ido publicando en todos los medios de comunicación durante los últimos días. Precisamente, gran parte del material producido en lo relativo a esta cuestión se centraba en el hecho de resaltar la imposibilidad, improbabilidad o, al menos, la irracionalidad de una invasión armada rusa en territorio ucraniano.  

Se ha comentado que las pretensiones rusas se centraban en el Donbás, en crear un corredor entre Crimea y esta región, que solo se buscaba presionar a Occidente, que la cantidad de soldados rusos en la frontera no era suficiente para una invasión integral del país, que las sanciones económicas de la UE y de Estados Unidos en caso de invasión serían insoportables… En definitiva, desde Occidente este conflicto se ha abordado en función de la conocida como “paz capitalista”, una lógica que se basa en concebir la guerra como el peor de los escenarios para la economía de mercado, pues impide su normal desarrollo. De hecho, quitando el reciente envío de armas de la UE al Gobierno ucraniano, todas las negociaciones y las amenazas vertidas desde Occidente se han centrado solo en la cuestión económica. 

Se ha realizado un análisis de la escalada militar en términos de viabilidad económica y nos encontramos con que la amenaza de destruir la economía rusa no ha sido suficiente para parar la invasión. Empero, no pretendo realizar un análisis a posteriori con la ventaja y la certeza que solo el paso del tiempo puede ofrecer. No se trata ahora de echar la vista atrás y revisar todas aquellas señales que ahora se nos hacen evidentes gracias al devenir del conflicto. De lo que se trata es de, si en muchos medios de comunicación se ha podido escuchar que Putin ha jugado con Occidente, habrá que ver por qué Occidente no ha sabido jugar con Rusia, pues a pesar del paroxismo que rodea la figura de Vladimir Putin, para bien o para mal, Rusia no se reduce a su dirigente. 

Así las cosas, nos encontramos ante dos hechos que producen asombro dentro de los principales medios de comunicación occidentales a la hora de abordar la invasión del Ejército ruso en Ucrania. Al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se le ha empezado a representar como un héroe por cómo ha afrontado la invasión; ha resistido, no se ha marchado de Kiev y, además, ha pronunciado un férreo discurso tanto de cara a la UE como de cara al invasor. Sin embargo, ¿a qué se debe toda esta atención cuando durante las negociaciones apenas se le dio crédito alguno? Previamente a la invasión, el presidente ucraniano no recibió ningún tipo de relevancia mediática, su presencia en el proceso negociador fue cuanto menos discreta, casi invisible. Ahora ya no habla Biden ni Blinken, ahora que la complejidad del conflicto ha escalado, le toca hablar a él.

Esta valoración positiva hacia Zelenski como representante de los valores democráticos en Ucrania, como un líder valiente y con tesón, viene de la mano de los gestos de admiración hacia la resistencia del pueblo y del Ejército ucraniano. Cada día que pasa, cada metro que no se avanza, cada vídeo mostrando una baja rusa, significa un fracaso estrepitoso, ya no del Ejército ruso, sino del propio Vladimir Putin. Es bastante curioso cómo, con un tono arrogante y orgulloso, son muchos los que parecen congratularse de que el Ejército ruso no haya sido capaz de arrasar Kiev, cuando lo cierto es que todavía no ha desplegado todo su potencial militar.

Porque lo que me llama la atención no es el hecho de que el Ejército ucraniano, completamente inferior al ruso esté resistiendo, resistencia que tendrá que ser evaluada a largo plazo, sino del hecho de que esta resistencia cause tanto asombro en Europa Occidental. Este asombro viene, a mi juicio, de la lacra del Eurocentrismo que somos incapaces de superar. Solamente nosotros somos capaces de lo mejor -la paz y la resistencia- y, aunque parezca contradictorio, de lo peor, pues fueron pocos los que pensaban que Putin fuese capaz de invadir Ucrania. Solo nosotros nos permitimos esas licencias en nombre de nuestros valores, tal y como lo hicimos en Irak.

Toda la sorpresa que la invasión y la resistencia producen vienen de que, por un lado, en ningún momento se le dio a Zelenski y a su Ejército credibilidad alguna, ya que, en mi opinión es prematuro hablar de resistencia tal y como la entendemos, por ejemplo, al estilo de Sarajevo. Por otro lado, nunca se creyó a Putin capaz de invadir, de sacrificar toda su economía por una invasión de carácter neocolonial. Lo peor de todo, es que lo ha hecho y como vemos, a pesar de todas las sanciones sin precedentes adoptadas, vemos que existe un convoy militar de decenas de kilómetros en dirección a Kiev y, desgraciadamente, no hay muchas perspectivas de éxito de las conversiones en la frontera con Bielorrusia. 

Todo esto da mucho que pensar sobre la forma en la que miramos al mundo, pues parece que nuestra realidad se encuentra distorsionada frente a lo que pasa en este. A todo esto, ante la invasión, una sincrónica promesa de adhesión a la Unión Europea, ante el sufrimiento de la población, oídos sordos. Habrá que ver quién, tras este conflicto, se encarga de reconstruir Ucrania y si esto nos sirve para encarar este nuevo orden mundial que se está creando.

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