Breakdance en París 2024, el nuevo baile del movimiento olímpico
“Estamos reduciendo los costes y la complejidad de los JJOO”. Esta frase de Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), pronunciada un 7 de diciembre de 2020 certifica que el movimiento olímpico necesita un cambio de paradigma. Megaconstrucciones, inversiones descomunales en ciudades fantasma tras el paso olímpico, la sangría a los patrocinadores, los viajes de los supervisores a las ciudades candidatas… el exceso como forma de vida se acabó.
La fiesta del deporte se moderniza. El Comité Ejecutivo del COI se ha reunido en su sede de Suiza con el fin aprobar el programa de los Juegos Olímpicos de París 2024 y seguir trabajando en Los Ángeles 2028. Para la posteridad quedará que el breakdance, el surf, la escalada y el skateboard son los deportes que París ha presentado para su cita tal y como permite el reglamento de 2014. También que el kárate sale del olimpismo después de ser admitido en Tokio 2020. El baile de deportes se debe más a intereses sociales que deportivos. El kárate tuvo el favor de la cultura nipona para llegar a Tokio, pero Francia ha decidido ligarse a la “cultura juvenil con deportes urbanos e inclusivos”. Las más de 100 millones de licencias de kárate en todo el mundo quedan relegadas por las 30.000 licencias que tiene el skateboard. El béisbol, deporte, cultura y casi religión en América y parte de Asia, sucumbe ante la llegada de un baile, el breakdance.
Convertirse en un olímpico es un espaldarazo colosal para muchos deportes. El golf y el rugby-7 fueron admitidos de forma permanente para Río 2016 por abrumadora mayoría entre los miembros del COI. Hay federaciones que llevan años luchando por entrar en el selecto grupo de los elegidos. Nadie pone el grito en el cielo de que haya deportes como la lucha libre, el baloncesto 3x3 o el propio fútbol que tengan espacio olímpico. No entienden que para poner en valor su deporte tengan que desprestigiar a otros. Muy loable. Pero las federaciones de squash, motociclismo, billar o ajedrez siguen esperando su turno. El fútbol sala también lucha por ser olímpico, pero lo tiene complicado sin una federación propia y sin que la FIFA y la UEFA pongan de su parte.
París 2024 será algo más que unos Juegos Olímpicos. Guy Drut es un exministro francés y miembro del COI que tras la pandemia se atrevió a decir que “el proyecto de París 2024 se había quedado obsoleto”. El exministro de Jacques Chirac pidió una “revaluación presupuestaria” y que se pensara en un nuevo modelo para celebrar los JJOO en el futuro. Dentro del COI alguien pidió parar el despilfarro. Algo se ha conseguido porque desde Lausana han reducido el número de atletas de los 11.092 de Tokio a 10.500 en Paris y de 339 eventos en la ciudad nipona a 329 cuatro años después.
Además de reducir costes, París vende con alharacas que serán los primeros Juegos donde haya paridad de género. El 50% de los atletas serán hombres y el 50% serán mujeres. Eso es una buena noticia. Pero el cupo no viene impuesto. Es fruto de una trayectoria donde la mujer ha tenido más presencia en el deporte y se ha cumplido el requisito de tener una federación de esos deportes en 40 países de tres continentes. Un proceso natural que en Río de Janeiro ya contaba con el 45% de mujeres, en Tokio tendrá el 48% y en París llegará al 50%. El número de pruebas mixtas pasará de las 18 de Tokio a las 22 de París gracias a la vela, al atletismo, al boxeo y al ciclismo.
El logotipo de París 2024 también ha sido polémico. El de la candidatura representaba el 24 y hacía un guiño a la Torre Eiffel. El definitivo para los JJOO sigue patrones de género para dar protagonismo a la mujer, Marianne. Un logo redondo como una medalla, con la llama olímpica formando la cara y unos labios de mujer. El mismo que se utilizará para los paralímpicos. Los memes con su parecido a un salón de peluquería o las críticas por querer ensalzar desmesuradamente a la mujer han sido crueles.
La batalla cultural llega a la familia olímpica. Una estirpe acomodada y colmada de agasajos desde la noche de los tiempos modernos. Una casta de las de antes que busca cambiar de época.
