Vinicius y De Bruyne firman tablas en el penúltimo ajedrez de la Champions
El Real Madrid puede jugar a cualquier cosa antes de un gran partido. Perder en liga y dejarle la segunda plaza al Atlético de Madrid o ganar una Copa del Rey mientras piensan en el Manchester City. Así es el equipo que ha formado Ancelotti.
El técnico italiano y Guardiola sabían que los ojos del mundo estaban puestos en ese partido. Los mejores equipos, los mejores jugadores, los mejores entrenadores y el mejor estadio posible con su quinto césped a estrenar de la temporada. Cualquier cosa por una nueva final de Champions.
La partida de ajedrez se vio desde el primer minuto. Un City dominando el balón y citando al Real Madrid para que saliera de su formación milimétrica y así encontrar un hueco. Pero la consigna era no entrar en ese juego fatídico que podía haber aniquilado al Real Madrid. Defender cerrados por el centro y morder en las bandas con dos jugadores que están en su mejor momento. Camavinga es un lateral reconvertido que se merendó a Silva y Carvajal ha reducido sus fallos a casi cero y tuvo una gran batalla con Grealish al que obligó a atacar por el centro.
Kroos, Modric y Valverde dieron un recital de presión y salida de balón. Guardiola vio cómo Gündogan y Rodri eran incapaces de igualar la inteligencia de estos tres jugadores y el español cometió un error importante que aprovechó Vinicius para poner un buen balón a Benzema que sacó Días bajo los palos.
Los movimientos eran precisos. Nadie fallaba en sus pases. Nadie arriesgaba. Pero ningún equipo aburrió porque los ataques eran reales una vez que controlaban el balón. El City movía el bloque del Real Madrid y los blancos ponían su juego en las botas del eléctrico Vinicius y su eterna combinación de pases con Benzema y Rodrygo.
Haaland pasó de pesadilla a cuento de hadas cuando se encontró con Antonio Rüdiger. El alemán es el jugador perfecto para estas lides y desactivó al noruego que, para una ocasión que tuvo, se encontró con Alaba que se arrastró medio segundo antes del disparó y bloqueó la ocasión en un gesto muy celebrado por sus compañeros.
Walker estaba llamado a parar a Vinicius. El veterano jugador del City frenó las acometidas brasileñas, pero no pudo detener un movimiento nunca visto: desborde en paralelo al área y disparo con la derecha que Ederson no pudo detener.
Ese gol desesperó a Guardiola. No por el tanto, era la impotencia de ver cómo dominaba el partido y cómo el Real Madrid siempre gana. Esa maldición de los equipos que visitan la casa blanca con el himno de la Champions de fondo.
El árbitro hizo un buen partido. Controló la tensión entre los jugadores y puso alto el listón de las tarjetas en los primeros minutos. Hasta benefició al Madrid en algunas pérdidas de balón que podían haber creado problemas.
Pero, como dijo Ancelotti, perdió la concentración durante unos minutos que dieron como resultado el gol de De Bruyne. El gran golpeo desde fuera del área para batir a Courtois llegó precedido de un fuera de banda que no pitó. Las repeticiones mostraron la evidencia de un error que no se puede permitir a tan alto nivel y que el VAR u otra tecnología deben evitar.
Los blancos no perdieron el control del partido. Sabían de la importancia de marcar otro gol y lo intentaron hasta el último momento con un cabezazo de Benzema que paró Ederson. El francés no estuvo tan fino como se le espera y es el hombre al que se espera en el partido de vuelta.
Tablas en el Bernabéu. La partida se irá al tablero de Manchester. En medio, el Real Madrid tendrá un trámite liguero y Guardiola otra batalla para no perder el liderato de la Premier porque el Arsenal no se lo pondrá fácil.
