Aunque es el Ártico el que está viendo cómo se derriten sus casquetes polares y cómo la desaparición del permafrost puede tener consecuencias aún desconocidas, si hay una región a la que más afecta el cambio climático, esa es la región del Sahel y el norte de África; entre otros motivos por la inmensa cantidad de población que vive en ella. Los recursos naturales lejos de ser un motivo de unión para los países que los comparten se están convirtiendo en un motivo de pugna por monopolizarlos. Prueba de ello es el abuso que está ejerciendo Argelia, hay desavenencias sobre las aguas subterráneas de la región norteafricana cuya ubicación es difícil de delinear, aunque se sabe que pertenecen a Libia, Túnez y a la propia Argelia.

Para los Estados fronterizos en la región el recurso hídrico es uno de los más importantes debido a las consecuencias que se están viviendo por culpa del calentamiento global. Las continuas sequías que están padeciendo las naciones norteafricanas es el móvil principal que está llevando a los Gobiernos de los países de la zona a actuar. La crisis de la sequía está impulsando a considerar las señales de alerta sobre la amenaza a los recursos de las aguas subterráneas compartidos de los tres países, en particular, al suministro tradicional de agua potable y el riego de la región.

Las aguas del enorme acuífero compartido por los tres países, la cuenca del Ghadames, podrían ser fuente de disputas y conflicto entre los tres países. Quizás, el mayor indicador de la disputa por los recursos de aguas subterráneas de la región es la tendencia de Argelia a utilizar las aguas subterráneas para explorar y extraer gas de esquisto, lo que amenaza al medio ambiente y a calidad de vida de las personas, lo que también podría ser una fuente de inestabilidad política en el país argelino.
Esto se debe a que muchos argelinos se niegan a confiar en su Gobierno, sacrificando los recursos vitales de las generaciones futuras por ganancias temporales a corto plazo. Se implementó un plan de distribución de agua potable basado en cuotas y se evitaron inversiones en otras actividades. Pese a todo, Argelia construyó la presa Ain El Dalia, de 75 millones de metros cúbicos (m³) en Wadi Majrada, inaugurada en 2017.
En un informe de la ONU publicado con motivo de la reciente cumbre climática celebrada en Egipto, los países de Medio Oriente y África del Norte se clasificaron como países que enfrentan sequías, agua y crisis alimentaria debido al cambio climático, el cual está empeorando a cada año que pasa. Según el Panel de Expertos Intergubernamental sobre el Cambio Climático, la vulnerabilidad de África al cambio climático se debe a varios factores, incluida la baja capacidad de adaptación, la alta dependencia de los ecosistemas para los medios de vida y los débiles sistemas de producción.

Además de las graves secuelas que está dejando la modificación exponencial del clima, según se recoge en el capítulo 13 de la FAO en su informe de Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2000, solo el 10% del territorio recibe más de 300mm de lluvia anuales, hecho que agrava aún más la situación. La reducción de las precipitaciones ha reducido significativamente el nivel de almacenaje de agua en las presas, lo que ha afectado a la producción agrícola a lo largo de las riberas de muchas áreas comunes, especialmente entre Argelia y Túnez, e incluso en cada país por separado.
Sin embargo, informaciones recogidas por Al-Arab provenientes de fuentes argelinas, señalan que “los recursos hídricos compartidos entre Argelia y Túnez, especialmente los de Souk Ahras y Wadi Majrada, están regulados por acuerdos bilaterales” y que “las presas construidas en el este de Argelia contribuyen a este riesgo, subrayando que estos temores son injustificados, pues además de no estar en servicio, no depende de una única fuente de abastecimiento de agua”. Libia fue el primer país en reconocer el alcance de la sequía y la necesidad del país de proyectos de riego efectivos, completando un proyecto llamado “El Gran Río Artificial” para proporcionar agua potable a la capital y las ciudades occidentales desde una cuenca común (Libia, Túnez y Argelia).

En la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Recursos Hídricos, el vicepresidente del Consejo Presidencial de Libia, Musa al-Koni, reclamó a los gobiernos locales “establecer una comisión conjunta para el desarrollo de los recursos hídricos en cuencas hidrográficas comunes de la Cuenca de Ghadames”. Actualmente, el ritmo de explotación se concentra en 6.500 pozos de extracción de aguas subterráneas, de los cuales la mitad pertenecen a Libia, 1.200 a Túnez y 1.100 a Argelia. Datos que no se corresponden con la cantidad de agua que hay en la cuenca hidrográfica compartida por los tres países, la cual tiene más de 1 millón de kilómetros cuadrados, la mayor parte (700.000 kilómetros cuadrados) en Argelia, unos 260.000 kilómetros cuadrados en Libia y unos 60.000 kilómetros cuadrados en Túnez.
Como es el caso cerca de las represas, los cultivos y el riego, que dependen de estas y que han disminuido significativamente en los últimos años, ya que las autoridades sacrifican la producción agrícola en lugar de conservar el agua potable tanto en Souk Ahras y Tebessa en Argelia, y Wadi Majrada en Túnez. Según informes locales en Túnez, las sequías de los últimos años han afectado los niveles de agua en Wadi Majrada y sus diques, mientras que en Argelia se han construido una serie de presas en la región superior de Souk Ahras que está afectando a la cantidad de agua que reciben las cuencas tunecinas. En Túnez, existe la preocupación de que Argelia monopolice las aguas comunes al aumentar los embalses en el valle de Medjerda y convertirlos en suelo argelino, impidiendo que Túnez se beneficie de las aguas del valle, mientras su vecino del este sufre una crisis.