El segundo hombre más rico del mundo, con una fortuna valorada por la revista Forbes en 171.000 millones de dólares y fundador del imperio Amazon, Jeff Bezos, ha dado un nuevo paso de gigante, que confirma que su mente y su vista están puestas en los grandes negocios que se vislumbran desde el espacio ultraterrestre.
En una maniobra a tres bandas sin precedentes en el sector espacial, Bezos acaba de suscribir un mega contrato que le asegura tener a su disposición casi un centenar de cohetes durante los próximos cinco años. Con ellos aspira a hacer realidad su proyecto Kuiper, que consiste en desplegar en órbita 3.236 satélites en banda Ka con los que dar acceso de banda ancha e Internet de alta velocidad ‒a 400 megabits por segundo‒ a millones de personas en cualquier parte del mundo, desde particulares a empresas e instituciones oficiales.
El magnate norteamericano que en julio de 2021 dejó su cargo de consejero delegado de Amazon ‒aunque permanece como presidente ejecutivo de su Consejo de Administración‒ acaba de formalizar el compromiso espacial comercial más grande de la historia. Por vía de su filial Kuiper Systems LLC, Amazon se convierte en el primer comprador mundial de lanzadores, al acaparar 93 vuelos al espacio.

Con una inversión total prevista que asciende a 10.000 millones de dólares, el plan del rey indiscutible del comercio electrónico mundial es fabricar más de tres millares de pequeños satélites Kuiper en la factoría que tiene en construcción en Redmon, en el noroeste de Estados Unidos. A continuación, lanzarlos y posicionarlos en órbita baja alrededor de toda la Tierra a 590, 610 y 630 kilómetros de altura.
Amazon quiere comenzar a prestar servicios cuando disponga de 578 satélites activos, pero no ha dicho cuándo será. El siguiente paso es sumar hasta 1.600 ingenios y tenerlos operativos antes del 30 de julio de 2026. El tercero es tener en el espacio antes de finales de julio de 2029 los 3.236 que totalizan la constelación. Si lo consigue, mantendrá los derechos que la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos le concedió en agosto de 2020. En caso contrario, los perderá, salvo moratoria.

La iniciativa del emprendedor Bezos es todo un órdago para la constelación Starlink de su competidor Elon Musk, que con 219.000 millones de dólares en su cartera ocupa la primera posición en el exclusivo escalafón de multimillonarios y va a incrementar su fortuna tras la compra de cerca del 10% de las acciones de Twitter.
Musk ambiciona colocar en órbita más de 7.000 satélites también para ofrecer banda ancha e Internet espacial a escala global. Con ya más de 400 pequeños ingenios desplegados, desde el comienzo de la invasión de Ucrania ha puesto sus terminales y su red a disposición del presidente Volodímir Zelenski para hacer frente a las fuerzas militares rusas.
Como es evidente, Bezos no se la juega a una sola carta. Ha diversificado la mayor parte de los lanzamientos para desplegar sus satélites Kuiper sobre tres cohetes de otras tantas compañías de servicios lanzamiento: el gigante norteamericano United Launch Alliance (ULA); la compañía europea Arianespace; y su propia empresa espacial, Blue Origin. “Los tres vectores ofrecen la combinación correcta de capacidad, rendimiento y costo para satisfacer nuestras necesidades”, ha sentenciado.

Pero, pese a diversificar, Bezos arriesga, y mucho. De los tres lanzadores que ha contratado el 5 de abril, ninguno ha efectuado todavía su vuelo inaugural. Sus primeros disparos están programados para el segundo semestre de 2022, como muy pronto, lo que significa que se desconoce su fiabilidad y sus pólizas de seguros serán altas, caso de suscribirlas.
Bezos ha acordado 9 disparos con el veterano lanzador Atlas V y 38 disparos con el nuevo Vulcan Centaur de ULA, que incorpora tecnologías avanzadas y características innovadoras. Este último es una evolución de los Delta IV de Boeing y Atlas V de Lockheed Martin, que el Pentágono y la NASA utilizan para enviar al espacio sus plataformas científicas y sus ingenios militares, respectivamente.
Entre las principales novedades del Vulcan Centaur se encuentra el nuevo y potente motor-cohete BE-4 de 2,4 meganewtons ‒equivalente a 244 toneladas de empuje‒ alimentado con gas natural licuado (GNL), que está en las últimas fases de su desarrollo.

El mismo motor BE-4 es el que propulsará al New Glenn de la compañía Blue Origin, la niña de los ojos de Jeff Bezos, un lanzador cuya primera etapa debe confirmar que es reutilizable, a semejanza de la del Falcón 9 de la compañía SpaceX de su competidor Elon Musk. El magnate ha contratado 12 lanzamientos, con opción a otros 15 adicionales, siempre que New Glenn acredite en 2023 que funciona tal y como está programado que haga.
El tercer beneficiado por la lluvia de millones de dólares de Bezos es la compañía europea Arianespace, con mayoría de capital francés. Se ha hecho acreedora de 18 lanzamientos con el nuevo Ariane 6, que debería despegar por vez primera desde la Guayana francesa a finales del presente año… o principios de 2023.

Todo lo anterior tendrá como paso previo durante el año en curso, más pronto que tarde, un solo disparo del cohete RS1 de la sociedad norteamericana ABL Space System. Debe emplazar en el espacio dos prototipos ‒KuiperSat-1 y KuiperSat-2‒, que serán evaluados en órbita antes de comenzar los despegues de las plataformas de serie. En total, el despliegue completo le supondrá a Jeff Bezos entre 5.500 y 7.000 millones de dólares.
La iniciativa de Amazon deja fuera a importantes actores del mercado de acceso al espacio, de manera principal a la compañía SpaceX y a su acreditado lanzador reutilizable Falcón 9, propiedad de su competidor Elon Musk. Tampoco Bezos ha contado con el nuevo cohete japonés H-3 de Mitsubishi Heavy Industries, que también está a la espera de su disparo inaugural.

Dada la situación geoestratégica internacional también quedan ausentes de contribuir al despliegue de la arquitectura Kuiper los cohetes chinos de la familia Larga Marcha, los PSLV, GSLV y GSLV Mark III de India y, por supuesto, los rusos Soyuz, Protón y Angara.
El gran beneficiado del megaproyecto de Amazon es la industria espacial de Estados Unidos y, en paralelo, la europea. ULA ya ha anunciado que va a ampliar sus instalaciones de lanzamiento y su cadena de producción. La factoría de Airbus Space Systems en Madrid verá aumentar de forma importante su ritmo de producción de equipamientos para el lanzador Ariane 6, lo que debe repercutir en la creación de nuevos puestos de trabajo.