Comienza un nuevo año y Libia sigue arrastrando un aborto electoral que impide al país norteafricano pasar página a décadas de desavenencias políticas. Desde que la Alta Comisión Electoral Nacional anulara la suspensión de los comicios del 24 de diciembre de 2021, no se ha vuelto a fechar una jornada de elecciones que inicie la tan ansiada transición política.
Esta difícil encrucijada entre el Ejército de Liberación Nacional, que controla la zona oriental del país, y el Gobierno de Unidad Nacional, que hace lo propio con la zona oeste, incluida la capital, Trípoli, hace que se difumine cualquier intento electoral para los libios. Y más cuando el primer ministro del Gobierno de Unidad Nacional, Abdul Hamid Ddeibé, encargado de reunificar las instituciones del Estado y garantizar la seguridad hasta las próximas elecciones, se resiste a dejar su cargo a más de un año de la fecha límite en el que debía dejarlo.
Sin embargo, esta es una de las consecuencias directas de los principales encargados de iniciar un proceso electoral con base constitucional: el Consejo Supremo de Estado y el Parlamento, quienes mantienen desacuerdos sobre las condiciones para postularse a la presidencia. Mientras que el primer órgano apuesta por evitar como candidato a presidente al personal militar y a personas con doble nacionalidad, el Parlamento defiende que se permita que cualquier persona se presente.

El mismo escollo por el que fueron anuladas las fallidas elecciones de 2021, por las dudas legales sobre las condiciones exigidas para postularse presidente de Libia. “Tras consultar los informes técnicos, judiciales y de seguridad, informamos de la imposibilidad de realizar las elecciones en la fecha del 24 de diciembre de 2021”, eran las palabras de Imad el Sayeh, presidente de la Alta Comisión Electoral Nacional.
Tales condiciones no son ni menos un tema baladí, especialmente teniendo en cuenta el pasado reciente de Libia donde los principales líderes actuales participaron, de una manera u otra, en una guerra fatricida desde el levantamiento contra Gadafi, y que ahora se le acusan por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra por la Corte Penal Internacional (CPI).

El más controvertido, el propio hijo de Muammar Gadafi, Saif al-Islam, todavía pendiente de una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por presuntos delitos cometidos en 2011 contra los disidentes. Saif Al-Islam ya presentó su candidatura para las fallidas elecciones y quiere volver a hacerlo para las próximas que se celebren. Este pasado 24 de diciembre, cuando se cumplía un año de la celebración de los comicios, volvía a la escena política haciendo público un comunicado en el que advertía sobre las consecuencias por la exclusión de participar en las elecciones. Saif Al-Islam acusó también a los principales partidos políticos de abortar las elecciones y confiscar la voluntad del pueblo libio.

El otro personaje, acusado también por crímenes de lesa humanidad por la CPI, es el general Jalifa Haftar del Ejército Nacional Liberación Nacional, cometidos durante los 14 meses que duró su ataque contra Trípoli. Y si Saif Al-Islam se pronunciaba en el aniversario electoral, Jalifa Haftar no quiso quedarse atrás y pronunció un discurso en el que pedía una última oportunidad para pactar una hoja de ruta que incluya unas elecciones en Libia. Reclamaba también que en estas elecciones ninguna región sea “marginada”, porque “solo los libios son capaces de resolver su problema y establecer un Estado unificado”. Unas declaraciones que respondían a las últimas especulaciones sobre que el mariscal pudiera apostar por la independencia de la región Cirenaica.
En todo caso estas declaraciones obedecen a la presión internacional por la celebración de unas elecciones. En este contexto, la Unión Africana (UA) ha tomado la iniciativa de liderar la reconciliación e intentar desbloquear la situación libia en una conferencia que se celebrará este mes de enero en la República Democrática del Congo y a la que están siendo invitados los principales actores políticos. Saif Al Islam ya ha respondido positivamente a la invitación oficial. Esta iniciativa, ya en 2023, podría hacer realidad el sueño electoral de Libia.