Turquía afronta una situación muy delicada. Por un lado, vive desde hace años una gran debilidad económica debido, entre otras cosas, a la caída sin freno de la lira. Reflejo de esta fragilidad ha sido la venta del 10% de la Bolsa de Estambul a Qatar para obtener algo de liquidez.
Por otro lado, las próximas elecciones presidenciales pueden suponer un problema para Erdogan si la oposición consigue mantenerse unida y salir adelante, a pesar del hostigamiento policial y judicial a la que está sometida, y que ha acabado con la detención de varios líderes y representantes públicos.
Para tratar de hacer frente a todo esto en el ámbito interno, Erdogan está llevando a cabo un gran expansionismo regional con una gran presencia e injerencia en los conflictos de la región, séase, Libia, Alto Karabaj o Siria, además de aumentar la presión en el área del Mediterráneo oriental, donde ha tenido roces con Chipre, Grecia, Francia y Alemania.

El presidente turco trata de esconder tras la bandera del nacionalismo y el neootomanismo la difícil situación que afronta el país y que ahora se ha visto también agravada por la pandemia de la COVID-19. Erdogan trata de aumentar el fervor nacional para dinamitar las posibilidades de la oposición de ganar unas elecciones que, aunque están previstas para 2023, se plantea la posibilidad de que sean adelantadas para pillar a contrapié a una oposición que no todo lo unitaria que debería.
Ankara, además ha de hacer frente a la dependencia armamentística que tiene con Estados Unidos, algo que ya le ha ocasionado problemas al haber sido expulsada del consorcio del F-35, por lo que Washington ha anulado la venta del avión tal y como tenía prevista. Precisamente, esto ha venido por el intento de Turquía de diversificar sus proveedores militares, y hacerse con los servicios del sistema de defensa antiaérea ruso S-400, algo que ha preocupado mucho en Estados Unidos.

Esta salida del grupo de países que contará con el moderno F-35, va de la mano de las sanciones que Estados Unidos ha implementado contra el país por su acercamiento a otros rivales de Washington como son Rusia e Irán. Sin embargo, Estados Unidos no ha sido el único, pues los roces en el Mediterráneo han provocado que también la Unión Europea lleva a cabo una imposición de sanciones que mermarán aún más la complicada situación económica del país.
Al presidente turco no parecen afectarle todos estos contratiempos, pues sigue firme en su intención de interferir en el desarrollo de los conflictos para aumentar su influencia y obtener beneficios. Además, la industria de defensa turca ha obtenido buenos resultados de los aparatos que han sido probados en conflictos como el de Libia o el del Alto Karabaj, especialmente en el apartado de los UAVs, lo que puede permitirle ciertos contratos armamentísticos que le reporten beneficios, como es el caso reciente de la compra de Túnez por valor de 150 millones de dólares.