Paco Soto
Pie de foto 1: El antiguo predicador salafista Abdelwahab Rafiki.
El tiempo no pasa en vano para nadie. Tampoco para algunos jeques del salafismo combatiente marroquí que en la década pasada defendían el terrorismo para acabar con la monarquía alauí y unir a Marruecos al califato mundial. Muchos de estos jeques, hace 15 o 20 años, eran predicadores salafistas que apostaban por el odio y la violencia. Tras los atentados terroristas de Casablanca del 16 de mayo de 2003, en los que murieron 45 personas, el Estado marroquí detuvo a varios miles de supuestos salafistas en todo el país. Entre los detenidos se encontraban varios “predicadores del odio”, como los calificaban en aquellos años los medios de comunicación, que fueron condenados a largos años de cárcel.
Varios de estos jeques han sido indultados por el rey de Marruecos, Mohamed VI, tras haber rechazado públicamente la violencia y el terrorismo y aceptado el sistema político y la monarquía marroquíes. Abdelwahab Rafiki, alias Abou Hafs, es uno de ellos. El antiguo predicador que defendía un islam rigorista y la violencia para alcanzar sus objetivos, se ha convertido en un político responsable. En declaraciones a un medio de comunicación africano, Rafiki explica con franqueza los cambios que ha experimentado: “Pasé nueve años en la cárcel y siete en una celda individual. Claro que esto cambia a un hombre. Mi experiencia en la cárcel me ha ayudado a elevar mi nivel intelectual, a abrirme a nuevos horizontes en el terreno del pensamiento, islamistas o no, a escapar de la burbuja salafista en la que me encerré”.
Un largo proceso de revisión ideológica
“He revisado mis posiciones, ha sido un largo proceso”, reconoce el expredicador, que ahora se dedica a pronunciar conferencias. El 23 de septiembre de 2003, Rafiki fue condenado a 30 años de prisión en el juicio que se celebró después de los atentados de Casablanca. Tenía 29 años y fue condenado por la Justicia marroquí por haber hecho parte del grupo de jeques salafistas que inspiró y alentó a los autores de esta matanza terrorista. El que fue predicador salafista durante años fue puesto en libertad e indultado por el rey en febrero de 2012. Para el Estado marroquí, Rafiki debería ser un modelo a seguir para muchos jóvenes que se han dejado engañar por los yihadistas de Daesh y otros grupos terroristas. Abdelwahab Rafiki sigue predicando, pero ha cambiado radicalmente su discurso.
Pie de foto: El imán Mohamed Fizazi conversa con el rey Mohamed VI.
Ahora apuesta por un islam moderado y dialogante. Durante año y medio defendió sus ideas de nuevo cuño en una emisora de radio, y últimamente escribió varias crónicas en medios de un grupo periodístico cercano al Partido de la Autenticidad y Modernidad (PAM), formación creada por Fouad Ali el Himma, exsecretario de Estado del Interior y amigo personal del rey Mohamed VI. Rafiki fue uno de los primeros salafistas que renegaron públicamente de su pasado violento, y en 2012 se afilió al Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), formación islamista moderada que dirige al Gobierno de Abdelilah Benkirane. El PJD es un partido muy criticado por movimientos islamistas más radicales como Al Adl Wal Ihsane (Justicia y Espiritualidad), y el terrorismo yihadista considera que los dirigentes de esta formación son enemigos del islam.
Actividad política
Otros antiguos predicadores e ideólogos de la salafiya jihadiya han seguido los pasos de Rafiki y ahora se dedican a hacer política y no a poner bombas. Es el caso de Abdelkrim Chadili, profesor de filosofía que fue condenado a 30 años de cárcel en 2003. Chadili milita en el Movimiento Democrático y Social (MDS), grupo político alejado del islamismo que fue creado por Mahmoud Archane, un excomisario de policía que participó activamente en la represión durante la siniestra etapa de ‘los años de plomo’ en Marruecos, en el reinado de Hasan II. Chadili milita, desde posiciones islamistas moderadas, a favor de una reforma política en Marruecos, y está convencido de que la política es un buen camino para antiguos activistas del salafismo violento. El investigador del Centro Marroquí de Ciencias Sociales Abdellah Rami explica que el proceso de integración del salafismo a la vida política marroquí está bajo control del Estado y tiene “la bendición del sistema”.
Esto es así, según Rami, porque el Estado quiere evitar que en Marruecos pueda crearse un movimiento salafista radical como, por ejemplo, Al-Nour en Egipto. Este modelo de integración política alentado por el poder no convence plenamente a todos los antiguos jeques del salafismo combatiente. Mohamed Fizazi es uno de ellos. Este antiguo predicador radical y violento anunció en el año 2011 su voluntad de crear un partido político, pero después tuvo que renunciar a este objetivo y dedicarse a labores de asociacionismo. El imán defiende desde la mezquita de Tarik Ibn Ziyad, en Tánger, “la estabilidad y la seguridad”, y lo ha llegado a decir durante la oración del viernes en presencia del rey Mohamed VI, que en Marrueco es el jefe de los creyentes.
Reconocimiento de la monarquía
Para Fizazi, que fue condenado a 30 años de prisión por “atentado a la seguridad interior del Estado, asociación criminal, sabotaje e incitación a la violencia”, el rey ya no es un ‘Taghout’ (déspota) y Marruecos es un país democrático. Por su parte, Hasan Katab, condenado en 2008 por su militancia en el seno del grupo terrorista Ansar el-Mahdi e indultado recientemente, está empeñado en agrupar en una asociación a jóvenes salafistas confusos, pero su rechazo de la violencia no convence a ciertos analistas. Algunos expredicadores salafistas que no se dedican a la actividad política en estos momentos, han expresado claramente en público su condena del terrorismo. En caso contrario, jamás hubieran sido puestos en libertad. Otro caso llamativo es del Omar Haddouchi, condenado por terrorismo y puesto en libertad tras rechazar abiertamente la violencia.
Pie de foto: Una manifestación de apoyo a detenidos salafistas en Marruecos.
Haddouchi escribió un artículo en septiembre de 2015 en el periódico kuwaití Al-Raï donde hizo saber que Daesh se había puesto en contacto con él para que fuera su representante en Marruecos. “Una oferta que rechacé, aunque sabía que ponía en peligro mi vida”, aseguró Haddouchi. Hasan Kettani, en cambio, no ha aceptado el proceso de reinserción política propuesto por el Estado, porque no lo considera legítimo, y aunque dice estar arrepentido de su pasado violento, sigue siendo un predicador fundamentalista. Fue liberado en 2012, y las redes sociales son su principal instrumento de comunicación. Defendió abiertamente los atentados terroristas que Al Qaeda llevó a cabo en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, pero se mantuvo discreto después de la matanza que Daesh cometió en París el pasado 13 de noviembre.
Una realidad presente
Los antiguos jefes del salafismo combatiente marroquí han moderado mucho su discurso y aseguran que defienden ideas contrarias a la violencia. En opinión del investigador Abdellah Rami, el Estado “los ha incitado a revisar sus ideologías” y “los controla”. Pero, sin embargo, hay que tener en cuenta –piensa Rami- que el movimiento salafista en Marruecos no es una realidad unitaria y homogéneo, y mucho menos solidaria. Existen diversas corrientes que luchan entre sí por el control del movimiento y los jeques arrepentidos pertenecen a una generación y etapa que tiene más que ver con el pasado que con el presente. El poder ha asestado duros golpes al salafismo en los últimos años, pero Marruecos no está al margen de lo que ocurre actualmente en otros países musulmanes y occidentales con el terrorismo yihadista de Daesh y otros grupos. Numerosos jóvenes marroquíes han ido a combatir con los yihadistas a Siria e Irak o tratan de crear redes de apoyo al terrorismo en países como Francia, Bélgica, Alemania, España e Italia. Los especialistas aseguran que en las cárceles marroquíes sigue habiendo centenares de salafistas radicalizados y dispuestos a empuñar las armas cuando salgan a la calle.