Azerbaiyán asoma en el conflicto entre Rusia y Ucrania

La reportera y periodista María Senovilla, colaboradora de Atalayar, analizó en el programa “De cara al mundo” de Onda Madrid el accidente aéreo de un avión de Azerbaiyán Airlines que acabó estrellándose en Aktau, Kazajistán.
Además, consideró el ataque masivo contra intereses energéticos y civiles en Ucrania.
Ucrania acusa a Rusia del derribo del avión que se estrelló en Kazajistán y Rusia reclama que no se deben sacar conclusiones apresuradas sobre las causas de este siniestro.
A Ucrania cada vez se le unen más voces internacionales que apoyan la misma tesis a medida que avanzan las investigaciones.
Se desvelaron nuevos detalles de este fatal incidente en una rueda de prensa que ofreció el Gobierno de Azerbaiyán, donde explicaron que, una vez dañado el avión, Rusia además denegó el permiso para que la aeronave cargada de civiles aterrizara hasta en tres aeropuertos diferentes intentando conducirla hasta el mar Caspio para que se estrellara ahí.
Finalmente, forzaron un aterrizaje de emergencia cerca de la ciudad de Aktau. A medida que se van conociendo más datos sobre el papel de Rusia en el incidente, cada vez queda más retratado. 38 personas murieron en este ataque, porque yo creo que ya podemos dejar de llamarlo accidente, y 29 lograron sobrevivir el día de Navidad. Fíjate que no había habido ningún accidente aéreo mortal de un avión de pasajeros civiles en todo el año 2024. Y el vuelo J282-43 fue tristemente el primero en producirse el día de Navidad. Algunos blogueros rusos se apresuraron a publicar que lo más probable es que confundieran el avión con un dron ucraniano y por eso se activaran las defensas antiaéreas que finalmente fueron disparadas contra la aeronave. La teoría en la que se basaban es que la aeronave había chocado con una bandada de pájaros y que eso provocó el siniestro. Pero, sin embargo, como se pudo realizar un aterrizaje forzoso, gran parte del fuselaje del avión quedó intacto y ahí se podía ver a simple vista los restos de metralla en algunas partes. Y claro, la versión de los pájaros no se pudo sostener.
Hace 10 años, hay que recordar que Rusia derribó otro avión con un misil antiaéreo. Fue en verano de 2014. Era un Boeing 777 que volaba de Ámsterdam a Kuala Lumpur. Fue atacado cuando sobrevolaba el espacio aéreo ucraniano y murieron las 298 personas que iban a bordo. La cuestión es que aquel derribo de otro avión civil no tuvo consecuencias contundentes para el Kremlin y cuando no sancionan este tipo de actos, pues te arriesgas a que vuelva a suceder como ha pasado esta semana.
Además, cuando ves la imagen del fuselaje de aquel avión de Malaysia Airlines, es muy parecido a lo que hemos visto esta vez en el avión de Azerbaiyán. Rusia tiene este problema, tendrá que dar explicaciones y ya veremos qué consecuencias tiene, pero también afirma que el hundimiento de su barco, el carguero entre España y Argelia, fue un acto terrorista. Medios británicos dicen que este carguero iba a Siria a recoger armamento ruso después de la caída del dictador Al-Assad.
Sí, lo del carguero fue un acto terrorista, pero lo del avión no, ¿verdad? Bueno, el caso es que el carguero Ursa Major, que así se llamaba, estaba ya identificado como una de las naves que operaba regularmente en el puerto de Siria, donde aún sigue teniendo Rusia una base a la espera de ver qué pasa con el nuevo Gobierno, si se la deja mantener ahí o tienen que evacuar.
Entonces, las sospechas de que transportaba armamento o que iba por armamento estaban bastante fundadas. El buque naufragó frente a las costas de Cartagena después de sufrir una explosión en la sala de máquinas y fue socorrido por otro buque de guerra ruso. Había partido de San Petersburgo doce días antes. Se dirigía al puerto de Vladivostok, en la parte más oriental de Rusia, por lo que tenía que bordear todo el continente europeo, al menos según la hoja de ruta oficial, pero fuentes de inteligencia, tanto españolas como ucranianas, sugirieron que el mercante se dirigía a Siria para trasladar tanto equipo militar como municiones tras la caída del régimen de Bashar al-Assad.
Era una embarcación grande de 142 metros de eslora, y los medios rusos afirmaron que se dedicaba a transportar grúas y otro material que se utilizaba en los puertos para construir, por ejemplo, rompehielos. Pero, curiosamente, ese buque estaba operado por una empresa que trabajaba para el Ministerio de Defensa de Putin y que acomete regularmente operaciones relacionadas con la logística militar rusa.
Salvamento Marítimo de España, por su parte, hizo lo que tenía que hacer, socorrió a la tripulación del barco, que se hundió completamente el lunes a las 10 de la noche a 115 kilómetros de Las Águilas, en Murcia. Y hubo que evacuar, a parte de la tripulación a la que se trasladó al puerto de Cartagena, a pesar de que, como decía, otro buque de guerra ruso tenía permiso para socorrer este carguero, y a estas alturas, pues imaginamos que ya habrán repatriado a sus supervivientes a Moscú.
María, los problemas que estamos relatando que tiene Vladimir Putin, que tiene Rusia, no impiden que continúen con sus bombardeos letales contra intereses energéticos y civiles en Ucrania, con resultados contundentes, por desgracia.
Letales y, además, muy simbólicos, porque este fue el último regalo navideño de Putin para la población civil de Ucrania, provocar un ataque masivo que es ya el número 13. Van 13 ataques masivos con más de 100 proyectiles de gran envergadura contra Ucrania. En este caso lo que hicieron fue dejar a millones de personas sin electricidad ni calefacción el día de Navidad, y sin que la comunidad internacional haya elevado la voz, tal y como nos tienen ya acostumbrados, aunque no nos cansemos de repetirlo en estos micrófonos. Rusia lanzó unos 70 misiles, de los que Ucrania pudo derribar más de 50, y también un enjambre de drones a los que arma cada vez más con bombas termobáricas, por lo que cada vez representan un peligro mayor.
Ya no son solamente los misiles, también los drones lanzados contra subestaciones eléctricas cumplen su objetivo y dañan la infraestructura. Como digo, la infraestructura eléctrica fue el objetivo. Recordemos que esto es un crimen de guerra, aunque a Rusia le dé igual. Bombardear infraestructura crítica para la población civil es un crimen de guerra, y la región de Járkiv en esta ocasión fue la más afectada.
A día de hoy, no se ha logrado restablecer el suministro de calefacción en miles y miles de hogares de la región de Járkiv. también hay fuertes cortes eléctricos en Kiev, en la capital, y en otras capitales de provincia, y cada vez es más difícil reparar esta infraestructura crítica por la acumulación de los daños que provocan los sucesivos bombardeos rusos. Los operarios ucranianos no dejan de trabajar, no dejan de intentar reparar cada cosa que bombardean, pero, como digo, imagínate la acumulación de esos trece grandes ataques contra infraestructura energética que Rusia ha perpetrado en menos de doce meses. Es que ya llega un punto que es imposible volver a reconstruir de lo dañado que queda. Además de esto, el ataque dejó imágenes conmovedoras de personas refugiadas en el metro cantando canciones navideñas en la madrugada del 24 al 25, mientras se producían las explosiones en el exterior.