Con casi 800.000 casos y más de 35.000 muertes por coronavirus al cierre de esta publicación registrados por Worldometers, la propagación de la pandemia en un periodo relativamente corto en el tiempo ha generado un escenario caótico mundial. Las pérdidas humanas, las más importantes, están acabando con generaciones enteras en algunos países europeos como España o Italia, donde la población mayor es la más afectada. Las pérdidas económicas se contabilizan en, al menos, 8.000 mil millones de dólares, y se acabará con entre 5,3 y 24,7 millones de empleos en todo el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Ni en sus mejores proyecciones, Daesh podría imaginarse este panorama global. “En un momento en el que el mundo está preocupado por atrapar al emergente coronavirus, que se está extendiendo muy rápidamente en la mayoría de los países del mudo, las organizaciones terroristas, especialmente Daesh, ven la crisis mundial como una oportunidad para volver a la confrontación, liberar a sus prisioneros y reclutar más seguidores”, expone el analista Hossam Hassan en Al-Ain. Así, como la mayoría de los grupos extremistas e insurgentes, la organización terrorista ahora encabezada por Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi -tras la muerte de Abu Bakr al-Baghdadi el pasado 26 de octubre- sabe aprovecharse del caos como ningún otro agente y podría utilizar este momento para beneficiarse a cuenta propia y avanzar en la consecución de sus intereses.

Además, cabe recordar en este sentido que el terrorismo, según la definición proporcionada por la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), se compone de tres elementos clave: la perpetración de un acto criminal o amenazar con tal acto; la coacción directa o indirecta a una autoridad nacional o internacional para tomar alguna acción o abstenerse de tomarla, cuando el acto involucra un elemento transnacional; o la intención de difundir el miedo entre la población. De este último factor, se infiere otro: la generación de desestabilización, porque, por regla general, es más fácil y rápido alcanzar las metas en un terreno inestable. Todas las instituciones, tanto locales y nacionales como supranacionales e internacionales han reorganizado sus prioridades y se encuentran en un momento de transición hacia lo desconocido, hacia lo nuevo, puesto que no se sabe con seguridad cómo evolucionará la pandemia del COVID-19. Y la incertidumbre genera, inevitablemente, temor.
“El miedo amenaza la vida y las personas en los países occidentales […] El mundo está al borde de una catástrofe económica, sus mercados colapsan y la vida pública está en un estado de estancamiento”, publicaba Daesh en un comunicado a principios del mes de marzo recogido por el diario alemán Deutsche Welle. En la nota, la organización terrorista aseguraba, además, directamente, que el reciente brote de coronavirus y la preocupación de los países del mundo por él, “refuerza la posición de Daesh”.

Este mensaje parece contradecir, totalmente, al que se hizo viral hace unas semanas. Al-Naba, una de las publicaciones semanales del grupo terrorista, difundió un decálogo dirigido a los combatientes en el que se incluían consejos como “aquellos sanos no deberían entrar en tierras de epidemias y los afligidos [infectados] no deberían salir de ella”. Entonces, los medios de comunicación interpretaron que Daesh estaba llamando a sus terroristas a no atentar en Europa, para evitar las pérdidas de vidas entre sus filas por la enfermedad. Nada más lejos de la realidad. “Daesh recomienda a sus terroristas no viajar a Europa por miedo al coronavirus. No nos confiemos. El mensaje puede significar lo contrario. En estos momentos, un gran atentado en Europa magnificaría sus efectos físicos, psicológicos y económicos”, escribía el coronel y analista Pedro Baños en su cuenta de Twitter.
Tres días después, un coche con dos ciudadanos albaneses a bordo irrumpía violentamente en la Terminal 1 del Aeropuerto de Barcelona-El Prat. Uno de ellos gritó ‘Allahu Akbar’ (‘Dios es grande’), un lema que tradicionalmente se ha identificado con la comisión de atentados yihadistas. Aunque los Mossos d’Esquadra encargados de la investigación descartaron el móvil terrorista, puesto que los dos individuos, que fueron detenidos, habían consumido estupefacientes, la semilla del pánico volvió a sembrarse en España.

Sin embargo, cabe destacar que el reforzamiento de la seguridad en la mayoría de los países comunitarios, con el Ejército en las calles, y la orden de confinamiento total -salvo casos de extrema necesidad- podría disipar cualquier intento de atentado. Entonces, Daesh, sabiendo que sus posibilidades de tener éxito en sus ataques en Occidente serían mínimas, podría aprovechar también este momento crítico para reforzarse en los países donde se originó, como Siria e Irak.
Este último país representa un caso especial. En los últimos meses, se han probado indicios claros del resurgimiento de la organización yihadista en territorio iraquí, el cual también está consumido por el caos nacional. La ingobernabilidad -con un Ejecutivo en funciones desde hace tres meses-, el deterioro alarmante de la situación económica y la oleada de protestas sociales que estallaron el pasado octubre generaron la “tormenta perfecta” para Daesh pudiese restructurarse y llevar a cabo de nuevo atentados en Irak, donde fue derrotado territorialmente en el año 2017. De hecho, el pasado 26 de noviembre, seis personas fueron asesinadas en tres explosiones casi simultáneas en diferentes partes de Bagdad, de mayoría chií, en un ataque que se atribuyó la organización yihadista.

A esto se le suma, recientemente, las decisiones que están tomando los países miembros de la Coalición Internacional que combate contra Daesh de cesar sus actividades y retirarse de las bases donde estaban desplegadas, ante la propagación del coronavirus en el país y otros motivos como la estrategia de reubicación de las tropas estadounidenses en contingentes más numerosos y menos aislados. Este domingo, se anunció la salida de los efectivos de la Coalición de la base aérea K1, en el norte del país, y la entrega de la instalación al Ejército iraquí. En las últimas dos semanas, la alianza también se retiró de Al-Qaim, cerca de la frontera con Siria; y de Qayyard Airfield West, próxima a Mosul.
Del mismo modo, países como Francia han comunicado la salida total de sus efectivos de Irak “hasta nuevo aviso”; como Alemania, que ha retirado solo a una parte de las tropas que no eran “absolutamente necesarias en las operaciones básicas”; como Canadá, que ya anunció la reubicación del grueso de sus soldados en Kuwait, ante los sucesivos ataques contra sus posiciones por parte de las milicias pro-iraníes; o como España, que ha desalojado a 200 militares de la base de Besmaya, entre los que se encuentran instructores, guardias civiles y los 35 efectivos portugueses que estaban destacados con ellos.

Aunque se trata de movimientos temporales, fuentes de la Coalición ya han desvelado que se seguirá combatiendo a Daesh, pero “desde menos bases y con menos personas”, lo que reducirá, indudablemente, la efectividad de las misiones contra el grupo terrorista.
“La pandemia de coronavirus atrae todo el enfoque y los recursos de los países occidentales en la actualidad y, por lo tanto, el enfoque en los movimientos y en las actividades de Daesh está disminuyendo”, asegura en esta línea el experto en organizaciones terroristas Colin Clark, en unas declaraciones recogidas por Al-Ain. “Esta situación le beneficia enormemente, puesto que goza de libertad de movimiento durante el período que dure el brote de coronavirus y le permite, así, tener capacidad para reorganizar sus filas y reclutar nuevos seguidores y, quizás también, llevar a cabo operaciones terroristas en Irak y Siria”, añade el analista, quien además pone de ejemplo los últimos motines en las cárceles sirias.
Sobre esta cuestión, cabe destacar que, en la última semana, en la prisión de Ghweran, en la ciudad de Al-Hasakah, situada al norte del país, se han producido varias revueltas protagonizadas por los yihadistas encarcelados que querían fugarse. Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por sus siglas en inglés), las milicias kurdas encargadas de la seguridad de la zona, han logrado sofocarlas, pero se teme que haya nuevos conatos de enfrentamientos próximamente.Según la agencia oficial de noticias de Siria SANA, en esta cárcel permanecen recluidos unos 3.000 afiliados a Daesh, un número que el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR, por sus siglas en inglés) eleva a 5.000 individuos de varias nacionalidades, entre las que se incluirían más de 50.

El analista Gerhard Konrad advierte, en este contexto, de que la crisis del coronavirus podría conducir al “debilitamiento de las estructuras de seguridad”, y, con ello, al “fortalecimiento de las redes terroristas, especialmente en los países más afectados por la epidemia”, como pueden ser Siria o Irak, que también destacan por el deteriorado estado del sistema sanitario y el paupérrimo escenario económico.
“El peligro que representan los extremistas o terroristas que buscan explotar tal situación para sus propósitos es significativo”, concluye por su parte Brend Schmidbauer, ex coordinar gubernamental de inteligencia alemán, en Al-Ain.