La sensación de fragilidad que respira la nación iraquí está siendo aprovechada por el grupo yihadista para resurgir con cierta fuerza

Daesh gana presencia en Irak aprovechando la inestabilidad reinante

photo_camera AP/ANMAR KHALIL - Combatientes de las milicias apoyadas por Irán en Irak, conocidas como Fuerzas de Movilización Popular, agitan banderas iraquíes

Daesh está aprovechando el escenario de volatilidad política y social que atraviesa Irak para llevar a cabo ataques que están poniendo en jaque a las fuerzas de seguridad después de que el grupo terrorista hubiese sido derrotado sobre el terreno en 2017. 

El país del Golfo transita por una situación muy inestable debido a varios asuntos que no permiten la estabilización política y social nacional. Por un lado, desde principios del mes de octubre pasado se llevan desarrollando manifestaciones multitudinarias y violentas por parte de la ciudadanía (con enfrentamientos fuertes con la Policía y el Ejército) para denunciar la degradación absoluta de los servicios sociales y la falta de oportunidades y de empleo ante la crisis económica del país, agravada por la corrupción política estatal de los últimos años. 

Por otro lado, la propia población iraquí rechaza de plano la injerencia en el país de Estados Unidos e Irán y exige el cese absoluto de la presencia militar estadounidense y la interrupción de la intromisión iraní en los asuntos internos de la nación. Cabe recordar en este punto que Irán se está caracterizando por intentar mover los hilos en países vecinos de Oriente Medio a través de las Fuerzas Quds, división internacional de la Guardia Revolucionaria Islámica (cuerpo de élite del Ejército persa). Ejemplo de ello son los estrechos vínculos de las fuerzas iraníes con milicias chiíes activas en países como Líbano, con el caso de Hizbulá, Irak, con las Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés), Yemen, con la actividad de los rebeldes hutíes en la guerra civil yemení, o Siria, con Liwa Fatemiyoun, grupo armado de origen afgano presente en territorio sirio.

Miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán

Y, obviamente, otra problemática que azota a la población iraquí y que está provocando cierta indefensión es el de la pandemia de la COVID-19. Una enfermedad que está asolando al mundo con centenares de miles de fallecidos y millones de casos diagnosticados. Irak acumula, hasta el momento, 90 muertes y cerca de 2.000 afectados por esta crisis sanitaria, que está exigiendo un esfuerzo extra de las Fuerzas Armadas para controlar la situación y supervisar que se cumplan las medidas de confinamiento y distanciamiento social exigidas para evitar la propagación del coronavirus. Esta función actual de los militares iraquíes para vigilar que se respete el orden en las ciudades está evitando que centren esfuerzos en la lucha antiterrorista, como venían haciendo hasta ahora en colaboración con fuerzas de la coalición internacional presentes en suelo iraquí, entre las que tiene gran presencia Estados Unidos dentro de las bases dispuestas en el país árabe. 

Los yihadistas han intensificado sus ataques sacando ventaja de la movilización de tropas iraquíes de cara a la acción contra el coronavirus y ante unos soldados estadounidenses más recluidos en sus bases a raíz también de los muchos ataques sufridos por parte de las milicias chiíes pro-iraníes. Estas ofensivas se desarrollaron con insistencia sobre todo debido a la operación militar que materializó el Ejército norteamericano el pasado 3 de enero y que acabó con la vida de Qassem Soleimani, comandante de las Fuerzas Quds, mediante un ataque con drones en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad, en el que también pereció Abu Mahdi al-Muhandis, vicepresidente de las PMF; ofensiva planificada en respuesta por el ataque a una base militar en Kirkuk que significó la muerte de un contratista civil norteamericano. Esta acción contra el dirigente de la Guardia Revolucionaria y el mandatario de las Fuerzas de Movilización Popular desencadenó una respuesta de rabia de la esfera chií y de autoridades iraníes, basada en múltiples ataques a infraestructuras militares de la coalición internacional en Irak e, incluso, en el asalto a la Embajada de EEUU en la capital iraquí. 

Soldados estadounidenses hacen guardia en la Base Aérea K1, cerca de Kirkuk, en el norte de Irak

Este escenario de varios frentes abiertos y de falta de cohesión política y social ha sido un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de actos yihadistas reivindicados por Daesh. 

Coincidiendo con la caída de la respuesta militar contra la insurgencia radical yihadista, Daesh ha tenido bastantes actuaciones durante el mes de marzo. En la comarca de Janaqin, enclavada en la provincia de Diyala y próxima a la frontera con Irán, atacó varios puestos de las fuerzas de seguridad dejando diversas víctimas. También lanzó morteros contra ciertos barrios de las localidades de Tuz Jurmatu y Amerli (ambas en la provincia de Saladino), algo que no hacía desde hace un par de años. En este sentido, expertos sobre el tema alertan sobre varias células durmientes que pueden protagonizar una nueva campaña de asesinatos para inculcar el miedo en la población. 

Incluso, Daesh alardea de su resurgimiento en las redes sociales. Así, Aymenn al-Tamimi, investigador del Programa sobre Extremismo en la Universidad George Washington de EEUU, ha escrito sobre este asunto en su blog. Al-Tamimi ha examinado en profundidad comunicados del grupo terrorista e indica que sus propagandistas publicitan sus recientes ofensivas y animan a sus seguidores a “no mostrar clemencia en organizar escapes de prisión y lanzar ataques”. Opina que Daesh “ve la pandemia como una oportunidad para sacar partido de las divisiones y debilidades de sus enemigos”. Al mismo tiempo que da consejos sanitarios para que sus militantes eviten contagiarse. 

A pesar de todo, los ataques habrían pasado de cinco a siete a la semana, como media, muy lejos de los centenares que lanzaban en 2014 cuando el Gobierno iraquí solicitó soporte internacional para evitar el avance yihadista. Precisamente, la ayuda de la coalición permitió recuperar el territorio conquistado por Daesh y su derrota en 2017.

La mayoría de los observadores están de acuerdo en que la amenaza no es la misma. “Hay un resurgimiento de Daesh en partes de Irak y también en Siria, pero resulta improbable que pueda lanzar una campaña territorial como la de 2014; lo más probable es una insurgencia de bajo nivel, similar a la que lleva a cabo en el Sinaí, en particular en zonas vulnerables como Diyala”, según resaltó Hafsa Halawa, investigadora del Middle East Institute, en un seminario ‘online’ de la institución.

Fue durante el pasado mes de noviembre cuando Daesh volvió a escena. El día 26 de ese mes tuvo lugar el primer signo de reaparición del grupo terrorista, con tres explosiones simultáneas que asesinaron a seis personas en diferentes partes de Bagdad, de mayoría chií. La organización yihadista se atribuyó la responsabilidad de estos atentados, lo que sin duda, reflejó el oportunismo de Daesh para aprovecharse de un escenario caótico con el objetivo de lograr satisfacer sus intereses y volver a recuperar el poder perdido que tenía en 2014.

El 2 de diciembre, la organización yihadista perpetró otro atentado en la ciudad de Diyala, al este de Irak, dejando como resultado dos personas muertas y cinco heridas, todas ellas miembros de las milicias iraquíes chiíes pro-iraníes de las Fuerzas de Movilización Popular (también conocidas como Hashad al-Shaabi), que han combatido a Daesh desde su fundación en 2014.

Un combatiente chií iraquí de la fuerza paramilitar Hashad al-Shaabi o Fuerzas de Movilización Popular asegura la frontera en al-Qaim

Después de más operaciones recientes, las fuerzas de seguridad iraquíes han respondido, con la cooperación de la alianza internacional de la que forma parte Estados Unidos. Así, como último hecho remarcable, terminaron por atacar este lunes, desde cuatro frentes, a posiciones de Daesh en el centro y el norte del país.

“Las tropas del Ejército iraquí, apoyadas por la Policía federal y combatientes de las Fuerzas de Movilización Popular han lanzado una ofensiva de cuatro frentes contra los integrantes de Daesh en las provincias de Salah al-Din y Diyala”, según señaló el Ministerio de Defensa de Irak en un comunicado oficial. 

Todo ello en una situación de crisis política acuciante que acabó con el pasado Gobierno de Adel Abdul Mahdi, acusado por la ciudadanía de corrupción y de no proveer al pueblo de servicios básicos y de buenas condiciones laborales; lo que condujo a una búsqueda incesante para conformar Ejecutivo por parte del presidente de la República, Barham Saleh.

El presidente de Irak, Barham Saleh

Saleh encomendó la misión de formar gabinete a Mohamed Tawfiq Allaui, toda vez que no había mayorías parlamentarias necesarias y que las diversas fuerzas políticas del arco parlamentario no se ponían de acuerdo para designar a un candidato, y teniendo en cuenta que el presidente no quería encargar esta misión a una figura próxima a las fuerzas chiíes dominadas por Irán; pero la jugada no salió y Tawfiq Allaui terminó por renunciar a su cargo.

Posteriormente, renunció otro candidato como Adnan al-Zurfi, sin apoyos del Parlamento iraquí. Y Barham Saleh acabó recurriendo a Mustafa al-Kazemi, que, hasta el momento, se había desempeñado como director del Servicio de Inteligencia de Irak. Un Al-Kazemi que, por el cargo que ostentó, conoce bastante bien los entresijos del complejo panorama político iraquí.

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