Las aguas del golfo Pérsico siguen revueltas. En las últimas horas, se ha vivido un nuevo episodio del tira y afloja que mantienen Teherán y Washington por controlar el espacio marítimo situado entre Irán y la península Arábiga.
Según un comunicado oficial de la Marina estadounidense, once lanchas pertenecientes a la Guardia Revolucionaria Iraní se han aproximado de forma “peligrosa y acosadora”, en sus propias palabras, a seis navíos de su flota que se encontraban realizando maniobras. Los buques en cuestión son el USS Lewis B. Puller, el USS Paul Hamilton, el USS Firebolt, el USS Sirocco, el USCGC Wrangell y el USCGC Maui. Pertenecen, respectivamente, a la Quinta Flota y a la Guardia Costera de Estados Unidos.
La Marina afirma que los buques navegaban por las aguas internacionales del golfo Pérsico, donde estaban haciendo ejercicios militares junto con varios helicópteros de ataque Apache. En ese momento, hasta once embarcaciones iraníes se aproximaron a ellos. Ejecutaron varias pasadas a gran velocidad, navegando muy cerca de la proa y la popa de los barcos. En el caso del USCGC Maui, llegaron a situarse a una distancia de no más de diez metros.

Los movimientos se prolongaron durante, aproximadamente, una hora, cuando los navíos estadounidenses se pusieron en contacto con el mando. Comunicaron su decisión de interrumpir las maniobras y alejarse de la zona.
La Marina estadounidense califica el comportamiento de las naves iraníes como “peligroso y provocativo” y sentencia que “sus acciones aumentaron el riesgo de errores de cálculo y colisión”. Alega, además, que tal forma de actuar no se ajusta ni a la costumbre tradicionalmente establecida en la navegación ni a las reglas estipuladas por la Convención de Regulaciones Internacionales para la Prevención de Colisiones en el Mar (COLREGS, por sus siglas en inglés), y que tampoco es defendible en virtud del principio que permite tomar medidas a las para proteger otros barcos.
En su comunicación a los medios, la Marina advierte de que las fuerzas navales estadounidenses permanecen en alerta y que están entrenadas para actuar “de un modo profesional” y asistidos por el principio de legítima defensa en caso de que sea preciso.

A pesar de que el incidente se ha saldado sin daños humanos o materiales, sí que puede tener consecuencias de cierta envergadura a medio y largo plazo. Este nuevo encontronazo entre los dos países, enemigos declarados, acrecienta una tirantez que, desde el pasado verano, no ha hecho más que intensificarse. Entonces, la flota iraní retuvo en sus aguas varios petroleros, entre ellos el Stena Impero.
En respuesta, Estados Unidos lanzó la operación Centinela, con apoyo de países como Bahréin, Australia y Reino Unido, en el marco de la cual se creó una fuerza naval conjunta para asegurar el tránsito de las embarcaciones por las aguas del estrecho de Ormuz y sus alrededores.
Cuando parecía que la tensión se había ido aplacando, el Ejecutivo de Donald Trump lanzó, en los primeros días de 2020, un ataque aéreo sobre Qassem Soleimani, comandante de las Fuerzas Quds de la Guardia Revolucionaria, y Abu Mahdi al-Muhandis, el líder de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF, por sus siglas en inglés), un grupo armado que opera en Irak a las órdenes de Teherán.
A lo largo del último mes, los intercambios de ataques aéreos -de las milicias iraquíes sobre la base de Taji- y de la Coalición internacional sobre milicias chiíes, se han ido sucediendo y no parece que la dinámica vaya a cambiar en las próximas semanas.
Es cierto que encontronazos directos, como el ocurrido en las aguas del golfo Pérsico en las últimas horas, son bastante infrecuentes. No obstante, un episodio así podría desencadenar consecuencias de otra naturaleza, como, por ejemplo, un recrudecimiento de la guerra asimétrica en Irak, donde la situación es ya bastante delicada.