Los niños han sido la población que más ha sufrido los estragos de la guerra, muchos de ellos sólo conocen esta cruda realidad

La década más oscura de Siria

photo_camera PHOTO/AP - Los residentes caminan a través de la destrucción del barrio de Salaheddine, antes controlado por los rebeldes, en el este de Alepo, Siria

“Durante 10 años, el mundo ha visto a Siria sumirse en una espiral de destrucción y derramamiento de sangre”. “En ese tiempo, los sirios han soportado algunos de los mayores crímenes que el mundo ha presenciado este siglo. Los autores deben rendir cuentas si se quiere que haya una paz sostenible en Siria”, con estas palabras el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, hacía referencia a una guerra civil que cumple diez años, desde que se registraran los primeros levantamientos pacíficos en contra del régimen en la ciudad de Daara, al sur de Siria.

Siria, un conflicto que parecía ya olvidado, ha vuelto a protagonizar buena parte de las noticias de la sección internacional, por entrar en su décimo año de guerra. Pero esto sólo nos recuerda, que a pesar de haber pasado ya una década, ha sido imposible llegar a una solución al conflicto y la población civil sigue pagando las consecuencias de la incompetencia tanto política como diplomática. Las cifras que deja esta contienda son desgarradoras. La guerra civil siria ha provocado un exilio de 5,6 millones de personas, según datos de Naciones Unidas (ONU), que supone la cifra más alta desde las Segunda Guerra Mundial. 

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Asimismo, los niños han sido la población que más ha sufrido los estragos de la guerra, y es que muchos de ellos sólo conocen esta cruda realidad. Según datos recogidos por UNICEF, más de 900 han muerto o han resultado heridos en el conflicto y cerca de 5.000 fueron reclutados forzosamente para luchar. “El contexto en Siria es uno de los más complejos del mundo. La violencia y el conflicto siguen activos, lamentablemente, en varios lugares del país, como en el noroeste, con graves consecuencias para los niños” explica Ted Chaiban, director regional de UNICEF en Oriente Próximo y Norte de África.

Diez años después, la realidad en Siria es desesperante, la población ya no se muere por los bombardeos o por el uso de armas químicas, sino por el hambre. La libra siria ha caído a mínimos históricos, perdiendo casi el 99% de su valor, un dato que empeora las perspectivas de un país con una economía devastada por la guerra. La ONG Acción Contra el Hambre (ACH) advierte que 13,4 millones de personas, tres de cada cuatro sirios, necesitan ayuda humanitaria urgente.

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Las sanciones impuestas desde occidente no han hecho más que agravar esta acuciante crisis económica que afecta de manera directa a la población más humilde, mientras que los altos dirigentes sirios siguen ajenos a esta realidad y continúan amasando su fortuna. El combustible escasea en un país con yacimientos de petróleo, pero controlados por las milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos, y el precio del pan subvencionado se ha multiplicado por seis desde hace una década.

“El pueblo sirio, que lleva mucho tiempo convirtiéndose en refugiados, ha sido condenado a 10 años de sufrimiento insoportable” “Es hora de que las partes del conflicto se unan en un acuerdo político negociado, apoyado por la ONU y la comunidad internacional y pongan fin a la guerra”, Guterres expresaba así su deseo de dejar atrás esta década tan negra. Lejos de la realidad, el conflicto no parece próximo a su fin. 

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El propio Bachar al-Asad llegó a decir “que quemaría el país antes de ser derrocado”. Y al contrario que otros países árabes como Túnez, Egipto o Libia que consiguieron acabar con el régimen autoritario, Siria se impone como la excepción, donde la figura del dictador ha salido reforzada como única alternativa a la estabilidad y al terrorismo.  Además de contar con unos aliados de primera como Irán y Rusia, los dos grandes valores del régimen de Asad. 

Y es que fue precisamente el apoyo ruso en 2015, lo que provocó un giro de 180 grados en el futuro de la contienda, en un momento en el que los rebeldes estaban a punto de tomar Damasco. El apoyo aéreo por parte de los cazas rusos evitó la toma de la capital y permitió que el Ejército Regular Sirio, haya recuperado a día de hoy el 70% de territorio nacional, cuando en 2014 apenas podía mantener el control sobre el 45%. 

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Ante una oposición mal organizada y con poco peso político, el eterno presidente Bachar al-Asad ha convocado elecciones el próximo mes de abril, donde miles de sirios están convocados a las urnas. No parece que vaya a existir un cambio de paradigma dentro de la política siria, donde estas elecciones ya son calificadas de “ilegítimas” por activistas opositores.

A la hora de la verdad es imposible concebir el fin de una contienda donde existen tantos actores involucrados. Siria se ha convertido en un tablero de ajedrez donde distintas potencias se dividen las áreas de poder y control de un país que se encuentra aún muy dividido. La mayor parte del país se encuentra bajo el control del régimen, pero aún existen diversos bastiones rebeldes en el norte de Siria, apoyados por Turquía. Otra gran zona del país controlada por las milicias kurdas, mientras que la provincia de Idlib sigue gobernada por la organización yihadista HTS.

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“Siria es hoy una pesadilla viviente”, así de contundente es el secretario general de las Naciones Unidas a la hora de describir la realidad que se vive diez años después en el país árabe y que parece que el mundo sólo recuerda cuando llegan fechas tan señaladas como esta. La paz no podrá llegar nunca a un país como Siria si no se produce una rendición de cuentas de todos los actores involucrados en el conflicto. 

La guerra en Siria ha puesto de manifiesto la brutalidad del “todos contra todos” donde se ha bombardeado de manera indiscriminada a la población civil, torturado, raptado, cercado ciudades hasta matar de hambre a la población, imposibilitado la entrada de ayuda humanitaria, y todos aquellos que han cometidos estos crímenes contra la humanidad siguen impunes. Siria no podrá cerrar sus heridas hasta que la comunidad internacional afronte el papel que le corresponde y pague y haga pagar por diez años de sufrimiento. 

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