El Kremlin quiere compensar las pérdidas en el campo de batalla castigando a las urbes. Así lo ha demostrado con el ataque múltiple lanzado contra la infraestructura eléctrica de más de 20 ciudades ucranianas, tras la explosión del puente de Kerch

El nuevo objetivo de Putin: sumir a Ucrania en la oscuridad y el frío

PHOTO/MARIA SENOVILLA - Vista de la Biblioteca Científica Peter Vasylenko en la ciudad de Járkiv, tras el bombardeo que la redujo a escombros este mes de octubre

Un estruendo sordo, que hace temblar la habitación y sacude violentamente los cristales, rompe el silencio de la noche. Luego otro. Y otro más, a la vez que se disparan los pitidos desacompasados de las alarmas de los automóviles que están estacionados en la calle. Las sirenas antiaéreas, que no habían avisado esta vez, comienzan a bramar ahora. Y todo sucede en cuestión de segundos. 

Así suena un ataque con misiles S-300 impactando en el centro de la ciudad de Járkiv, la segunda más importante de Ucrania, y una de las más bombardeadas desde que comenzó la invasión rusa.

El ataque se produce en pleno fin de semana, durante la madrugada. Imposible saber en ese momento a qué le ha dado el misil. El alumbrado de las calles no está encendido por orden del Ejército ucraniano, que intenta ponérselo un poco más difícil al Kremlin a la hora de hacer puntería con los carísimos misiles guiados que lanza. Así que la ciudad está sumida en una densa oscuridad desde que anochece, a las siete de la tarde, hasta que vuelve a salir el sol.

A la mañana siguiente, al salir de casa, lo primero que se ve es un ejército de mujeres ucranianas barriendo los cristales pulverizados que cubren la calle. Cinco, seis, siete… más de treinta, armadas con escobas y palas. Incansables. Lo que el Kremlin bombardea por la noche, ellas lo barren por la mañana. A su lado trabajan los operarios del Ayuntamiento, que se afanan en rellenar los socavones y asfaltar. 

02-operarios-kharkiv

La onda expansiva va a dar trabajo a los cristaleros de Járkiv durante varias semanas. Es una profesión rentable, la de cristalero, en mitad de una guerra. Sobre todo cuando se trata de una guerra clásica, en las que las alarmas antiaéreas van seguidas de bombas que hacen cráteres de tres metros en el asfalto y revientan edificios. No queda un cristal sano en doscientos metros a la redonda. Una escena propia de las películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, y que nadie pensó ver en directo en pleno siglo XXI.

Objetivos civiles

Uno de los S-300 ha reventado el bellísimo edificio blanco y amarillo que albergaba la Biblioteca Científica Peter Vasylenko. Sus inmensos ventanales estaban parapetados con cientos de libros, que no pudieron evitar que los cristales saltaran en mil pedazos. En el lomo de uno de estos libros aún se lee "ALMA MATER". En la parte de atrás del edificio ya no se lee nada, simplemente ya no hay edificio.

A un lado de la biblioteca se encuentra un hospital clínico, también con los cristales pulverizados. Al otro lado, un edificio de viviendas y un gimnasio de artes marciales reducido a escombros. La escena es dantesca: los residentes del bloque, partido por la mitad, toman café –temblorosos e incrédulos– mientras los periodistas los observamos a través de un socavón en la pared, que se ha llevado por delante la bomba.

03-vecinos-tomando-cafe

El ataque fue doble. De los cinco proyectiles que se escucharon impactar en mitad de la noche, dos cayeron en el distrito de Saltivka. Este barrio residencial, que se extiende en la parte norte de la capital, ostenta el triste record de ser uno de los más bombardeados de Ucrania. Durante los primeros meses de la guerra, se convirtió en una especie de ciudad fantasma donde sólo habitaba –en sótanos y estaciones de metro– el 5 por cierto de sus residentes. Hoy muchos de ellos han vuelto a vivir a sus pisos.

Sin embargo, la mayor parte de los edificios de Saltivka está dañada por los incesantes bombardeos. Una parte de ellos van a ser demolidos. Y otros no se sabe si son seguros, porque aún no se ha hecho un estudio de daños estructurales. Pero aún así la gente ha regresado a vivir ahí. Simplemente no tienen otro lugar al que ir. No poseen segundas residencias, y muchos ni si quiera tienen trabajo a consecuencia de la guerra. Así que se refugian bajo el techo de su hogar, aunque esté resquebrajado.

¿Ataque de falsa bandera?

Este bombardeo sobre la ciudad de Járkiv se producía casi a la vez que la explosión en el puente de Kerch, que fue el preámbulo del ataque masivo que lanzó Putín en la mañana del 10 de octubre.

Mientras las ucranianas barrían los cristales rotos, las imágenes del puente de Kerch envuelto en llamas corrían como la pólvora por los canales de Telegram. Varios carriles de la estructura, que une la península de Crimea con Rusia, se estaban desmoronando mientras las redes sociales lo contaban en directo. Recordaba al episodio del hundimiento del Moskva, el buque insignia de la Armada rusa, en aguas del Mar Negro el pasado mes de abril. 

04-señora-biblioteca

Aquello también tuvo respuesta por parte del Kremlin, que unos días después atacaba en Kiev la fábrica de misiles Neptuno, con los que el Ejército ucraniano había hundido el barco. Fue una respuesta un tanto tibia, después, incluso, de que los Servicios Postales anunciaran que se iba a acuñar un sello conmemorativo festejando el hito, para mayor humillación de Putin.

Sin embargo, en esta ocasión la respuesta ha sido desmesurada y brutal. Tan desproporcionada que algunos señalan que estaba preparada con semanas de antelación, validando así la teoría de que el ataque contra el puente de Kerch podría haberse tratado de una operación de falsa bandera. Es decir, que el propio Kremlin podría estar detrás de la explosión, para tener la excusa de lanzar el bombardeo masivo.

Lo cierto es que el ataque tuvo un objetivo muy específico: las infraestructuras eléctricas del país. Y no es la primera vez que las golpea. En el caso de Kharkiv, se han producido ya tres apagones masivos en menos de un mes. Y no parece que vayan a ser los últimos. La de atacar las centrales eléctricas se ha convertido en una estrategia de desgaste muy efectiva, que paraliza ciudades enteras, sin que al Kremlin le preocupen las consecuencias para la población civil.

Una exhibición muy cara

La Federación Rusa disparó 84 misiles de crucero en la mañana del 10 de octubre, en un lapso de menos de una hora, sobre una veintena de ciudades. Incluida la capital, Kiev, además de Járkiv, Leópolis, Dnipro o Zaporiyia. La defensa antiaérea ucraniana logró derribar la mitad. El resto hizo su trabajo. La mitad del país se quedó sin luz, un blackout en toda la franja central de Ucrania, de Este a Oeste. Murieron 19 personas y más de cien resultaron heridas.

También se detectaron 24 drones suicidas, en los que Rusia está apoyando la mayor parte de sus ataques actualmente. Una operación perfectamente orquestada, contra objetivos muy precisos y bien delimitados. Nada parecido a una respuesta visceral planeada con premura y cegada por la rabia. ¿Estaba preparada con semanas de antelación, como sostienen algunos expertos militares? El tiempo lo dirá.

05-saltivka-ucrania

Lo que ya se conoce es el precio. Según la revista Forbes, semejante exhibición le habría podido costar a Rusia más de 400 millones de euros, teniendo en cuenta que empleó misiles de tipos muy diferentes, como los Kh-101, Kalibr, Iskander, S-300 o los más antiguos Tochka-U.

Para calcular las cifras, la revista estadounidense explicaba que el coste de un sólo misil Kh-101 alcanza los 13 millones, cada Kalibr cuesta 6,5 millones, los Iskander 3 millones, los misiles tipo Onyx 1,25 millones, y los Tochka-U valdrían 300.000 euros por unidad.

Promesas que no valen nada

Tras una semana de renovados bombardeos, Putin declaraba ante los medios que no tenía intención de repetir la gesta. No hacía falta que lo dijera. Lo cierto es que, a estas alturas de la guerra, los arsenales están mermados y las capacidades reales de fuego están por debajo de lo que ambos bandos reconocen. 

En el caso de Rusia, eso explicaría, además, la proliferación de vehículos no tripulados en sus ataques contra Járkiv, el Dombás y Odesa. Se trata de los Shahed-136 de fabricación iraní. Infinitamente más baratos que un misil, y con la posibilidad de armarse con explosivos o con granadas que contengan sustancias irritantes.

O lo que es lo mismo: sirven para realizar ataques químicos, prohibidos por la convención de Ginebra, de la que Rusia no es firmante y que se salta a la torera desde que comenzó esta guerra. Ahora, con los Shahed-136 puede ampliar el abanico de municiones prohibidas, que se sumaría a las bombas de racimo y el fósforo blanco con el que ha atacado la provincia de Járkiv en varias ocasiones.

06-sltivka-ucrania-2
La amenaza nuclear es muy real

Al margen de las violaciones del Derecho Internacional, la amenaza nuclear sigue vigente. Sin embargo, vista la situación sobre el terreno, tal vez no sea necesario lanzar un arma nuclear desde Rusia para causar la catástrofe… El arma podría estar ya en suelo ucraniano: la central de Zaporiyia, que en caso de ser reventada por un bombardeo, causaría una nube radiactiva, cuyo alcance y consecuencias son impredecibles.

Los continuos bombardeos sobre Zaporiyia dejaron la central sin suministro eléctrico durante una semana, con el peligro que eso conlleva. La planta posee un generador de emergencia, alimentado con fuel, que puede mantener las turbinas en funcionamiento durante diez días. Pasado ese tiempo, sin energía, comenzaría la fusión del núcleo. Con el correspondiente escape radioactivo.

Con esa situación sobre la mesa, mucho más real que la de apretar un botón rojo, las autoridades de Zaporiyia llevaron a cabo una campaña de información –intentando que no cundiera el pánico– para explicar a sus ciudadanos cómo debían tomar la dosis de yodo que se suministra en los casos de peligro por radiactividad. “Una sola dosis, es contraproducente tomar más, y los niños también deben ingerirlo”, rezaba una parte del comunicado.

07-cartel-saltivka

Parece que se nos ha olvidado muy pronto la tragedia de Chernobyl, a pesar de que conmocionó al mundo entero. Y tampoco parece que la comunidad internacional esté tomando medidas reales para establecer un perímetro que impida la central nuclear de Zaporiyia –la más grande de Europa– cause la próxima tragedia del siglo XXI. 
 

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato