Con el foco puesto en las próximas elecciones de Estados Unidos, las economías emergentes también se enfrentan a la cuestión de cómo facilitar el voto en medio de la pandemia de coronavirus.
Según el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, una organización intergubernamental, al menos 69 países y territorios han pospuesto las elecciones nacionales o subnacionales como resultado de la COVID-19 entre el 21 de febrero y el 11 de agosto. Unos 53 se han adelantado, pero normalmente en un formato modificado o tras un retraso.
La pandemia ha dado lugar a dos riesgos principales relacionados con los procesos electorales.Por un lado, si la votación se desarrolla en gran medida con normalidad, esto podría suponer un riesgo considerable para la salud pública. Como resultado, los votantes podrían no estar dispuestos a acudir a las urnas. Por ejemplo, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas de Malí, celebrada el 19 de abril, se registró una considerable disminución de la participación en relación con la misma fase de la elección anterior.
Por otra parte, las medidas destinadas a mitigar esta situación -como la ampliación del voto a distancia o el aplazamiento indefinido- pueden politizarse. Un ejemplo de ello es el de los Estados Unidos, donde el debate en torno al voto por correo ha precipitado un conflicto partidista. Asimismo, la sugerencia de aplazar las elecciones presidenciales de noviembre ha encontrado una fuerte resistencia.
Además, la mitigación de los riesgos, incluida la mejora de las medidas de salud y seguridad, puede dar lugar a costos considerablemente más elevados. Por ejemplo, antes de las elecciones parlamentarias de julio, la Comisión Electoral Nacional de Sri Lanka estimó que costarían hasta 7.000 millones de coronas danesas (38,6 millones de dólares) más que las elecciones anteriores como resultado de la COVID-19, y que se gastarían 1.000 millones de coronas danesas (5,5 millones de dólares) en equipo de salud.
En algunos países con una infraestructura administrativa menos desarrollada -entre ellos Myanmar y Pakistán-, tradicionalmente se exige a los ciudadanos que, como medida de prevención del fraude, se pongan el pulgar o el índice en una almohadilla de tinta después de votar. Sin embargo, en el contexto de la COVID-19, la aplicación de esta medida crearía un grave riesgo de infección, por lo que habrá que encontrar nuevas soluciones.

Por lo tanto, no existe una solución única para las elecciones durante la COVID-19. Sin embargo, una combinación de medidas a medida puede resolver algunos de los principales problemas.
Se observó que el paso a la votación por correo dio lugar a un aumento de la participación de los votantes durante las recientes elecciones en el estado alemán de Baviera. De manera similar, al ampliar las opciones de votación anticipada y aplicar un "código de conducta" para los votantes, Corea del Sur pudo impulsar un aumento del 8% en la participación de los votantes en sus elecciones de abril, en relación con las elecciones anteriores de 2016.
En otros países, los cierres han descartado las concentraciones políticas, lo que significa que la campaña se ha realizado en gran medida por Internet, como ocurrió en el período previo a las elecciones de Singapur el 10 de julio. Sin embargo, se ha argumentado que los partidos políticos más pequeños pueden carecer de los fondos necesarios para competir con los actores establecidos en campañas eficaces en línea.
En términos más generales, el cambio en línea tiende a impulsar a los titulares de cargos, dado que los aspirantes tienen menos oportunidades de relacionarse con los votantes. Los titulares también pueden beneficiarse de una mayor atención de los medios de comunicación como resultado de su manejo de la pandemia, aunque esto también puede resultar contraproducente.
Uno de los aspectos más destacados de las elecciones durante la COVID-19 ha sido un cambio que se observa tanto en los partidos políticos como en las autoridades electorales.
Por ejemplo, a principios de este mes la Comisión Electoral de Ghana introdujo una herramienta digital de gestión de colas para asegurar el distanciamiento social durante la inscripción de los votantes. Se prevé que las elecciones presidenciales del país se celebren en diciembre, según lo previsto, en medio de garantías de las autoridades.
Mientras tanto, aunque el voto por correo sigue siendo la forma más común de votación a distancia, las soluciones digitales están aumentando.

Pero los enfoques que implican el voto electrónico plantean sus propios problemas. Las soluciones en línea deben venir con una serie de garantías relacionadas con la transparencia, la precisión y la seguridad. De lo contrario, pueden generar desconfianza entre los votantes y resultados controvertidos.
Además, en los países con una infraestructura de TIC limitada o poco fiable, es más complejo aplicar y mantener los enfoques digitales, y los partidos políticos con una fuerte base de votantes en las zonas más pobres o rurales podrían salir perdiendo.
Algunos han sugerido que en esos contextos la votación podría estar vinculada a las tecnologías populares de pago por móvil. Si bien esta solución no carecería de sus propios desafíos, podría dar a la gente un sentido directo de participación en los procesos democráticos.
Además de las soluciones a corto plazo, la votación en línea puede ofrecer beneficios a largo plazo si se aplica con eficacia, aumentando la participación, haciendo que los dirigentes rindan más cuentas, mejorando la transparencia de los procesos y permitiendo que los partidos políticos se conecten más directamente con los jóvenes. Así pues, cabe esperar que se mantengan algunos nuevos enfoques positivos una vez que la pandemia disminuya.