Estados Unidos ha emprendido un camino que en Rusia ven abocado a “una nueva guerra mundial”. El suministro de bombas de racimo – prohibidas en 108 países del mundo gracias a la Convención sobre las Municiones de Racimo del 2008 – por parte de Washington supone un cambio significativo en la guerra. Desde Washington se escudan en que Kiev no cuenta con la munición suficiente para continuar defendiéndose y que Estados Unidos no dispone de más “munición convencional” con la que poder ayudar el país presidido por Volodímir Zelenski. Una decisión controvertida a ojos de la comunidad internacional, pero que la OTAN, a través de su secretario general Jens Stoltenberg, no ha dudado en respaldar.
Stoltenberg, quien precisamente fue uno de los principales impulsores de la Convención sobre las Municiones de Racimo cuando era primer ministro de Noruega, defiende que cada país cuenta con la libertad de suministrar el armamento que crea conveniente en aras de defender la integridad territorial ucraniana: “Una serie de aliados han firmado la convención y otros no. Es una decisión individual decidir sobre la entrega de esta asistencia militar a Ucrania. Es cosa de los gobiernos y no de la alianza”. El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, ha explicado el nuevo paquete de ayuda que enviará su país valorado en 800 millones de dólares – 730 millones de euros – e hizo hincapié en las bombas de racimo formarán parte del paquete, de las que dice, son “altamente efectivas y seguras”.

En Rusia, por otro lado, no han escondido su indignación con el envío de este material ya que han recordado cómo los propios estadounidenses calificaron en el pasado su uso como “un crimen de guerra”. Anatoli Antónov, embajador ruso en Washington, expresó en la cuenta de Telegram de la Embajada que “la profunda participación de Estados Unidos en el conflicto de Ucrania, incluso sin municiones de racimo, nunca ha estado en duda”. Y añadía que “el nivel actual de provocaciones estadounidenses está realmente fuera de escala y acerca a la humanidad a una nueva guerra mundial”, en referencia al anuncio del envío de bombas de racimo a Ucrania.
Cree “la obsesión con la idea de derrotar a Rusia” está nublando el juicio a Estados Unidos que “no se da cuenta de la gravedad de sus acciones”. Moscú acusa a la Casa Blanca de perpetuar la guerra ya que, aseguran, la ayuda estadounidense no hace sino “provocar más bajas y prolongar la agonía del régimen de Kiev”. Antónov ve en las bombas de racimo un síntoma de “desesperación” por parte de los aliados occidentales de Ucrania, y considera que, a pesar de estas ayudas, “las armas occidentales de ninguna manera obstaculizarán el camino hacia los objetivos de la operación militar especial destinada a erradicar las amenazas a la seguridad de la Federación Rusa, incluido el nazismo alimentado en Ucrania”.

Como no podía ser de otra forma, Ucrania ha elogiado la cooperación del país presidido por Joe Biden en lo que, según Zelenski, “es un gran momento, una gran oportunidad para mostrar el coraje de la Alianza y su fuerza”. Ha querido enfatizar el hecho de que desde Washington se estén llevado a cabo movimientos concretos a la par que contundentes. El presidente ucraniano cree que su país “necesita esa motivación”. También muestra su buena sintonía con la OTAN, que ha decidido no entrometerse en esta decisión dado que Stoltenberg dice, más allá de las ayudas a Ucrania, “la mejor manera de parar este sufrimiento y estas bajas es que Rusia pare la guerra”.
El anuncio estadounidense, a pesar de contar con el respaldo de la Alianza Atlántica y, por supuesto, de su beneficiario ucraniano, ha encontrado ciertas voces reticentes en el grueso de la Unión Europea. Además de asociaciones como Human Rights Watch, Alemania se ha posiciona en contra del envío de las bombas de racimo estadounidenses debido, precisamente, al acuerdo de 2008. Este material es especialmente peligroso debido a que, una vez caen, liberan un gran número de pequeñas municiones de las que no explotan todas. Las que no lo hacen se convierten en minas antipersona, lo que hizo que un gran número de Estados acordaran su prohibición, a pesar de la cual, estarán sobre el terreno en Ucrania.
Coordinador de América: José Antonio Sierra.