La crisis en Ucrania ha traído consigo escenas que ya se creían olvidadas. Escenas más propias de aquel mundo en disputa por parte de Estados Unidos y la URSS que del orden multipolar que rige hoy las relaciones internacionales. Tres décadas después, Washington y Moscú se han encargado de evocar el recuerdo de la Guerra Fría y de trasladarlo al Consejo de Seguridad de la ONU en mitad de las tensiones en el este de Europa.
Los 15 miembros del organismo de Naciones Unidas presenciaron el lunes un intenso cara a cara entre bloques. Encabezadas por la estadounidense Linda Thomas-Greenfield y el ruso Vasili Nebenzia, las delegaciones discutieron de forma acalorada sobre la crisis desatada en la frontera de Ucrania, donde el Kremlin desplegó en noviembre un contingente de 100.000 soldados, disipando así el aparente clima de desescalada instalado esta última semana.
Thomas-Greenfield, respaldada por sus socios occidentales, advirtió al término de la reunión de que Europa atraviesa una situación “urgente y peligrosa” provocada por Rusia, a la que acusó de amenazar la paz y el orden internacional. Convocado de forma extraordinaria a petición de Washington, el encuentro sirvió como termómetro para medir el grado de desencuentro entre Washington y Moscú. Y los mensajes pusieron de relieve los múltiples retos a los que aún debe hacer frente la diplomacia.

Las palabras más gruesas las pronunció Vasili Nebenzia, quien acusó a Estados Unidos de incitar al desencuentro. En el cara a cara con su homóloga estadounidense, el representante permanente de Rusia ante la ONU respondió con dureza: “Quieres que ocurra [el conflicto en Ucrania]. Estás esperando que ocurra, como si quisieras que tus palabras se hicieran realidad”. Un cruce de acusaciones que revela la importancia de ganar la batalla por el relato.
Mientras se caldeaba el ambiente en el Consejo de Seguridad de la ONU, el Kremlin continuaba con los preparativos para el envío de una respuesta formal a La Casa Blanca. Moscú redacta estos días un documento con las propuestas que desea ver cumplidas para resolver la crisis. Entre sus objetivos se cuentan los de frenar la expansión de la OTAN hacia el este, una reivindicación histórica, y obtener garantías de que la alianza atlántica no colocará misiles en Ucrania.
Altos cargos del Departamento de Estado estadounidense confirmaron este martes haber recibido el documento en declaraciones a la cadena CNN. Una noticia que el Kremlin se ha apresurado a desmentir, alegando una “confusión” y que este no se enviará hasta que el presidente Vladímir Putin dé su visto bueno. El líder ruso pretende impedir la adhesión de Ucrania a la OTAN, un ingreso que desestabilizaría la arquitectura de seguridad en Europa, así como mantener al país bajo su esfera de influencia.

Es poco probable que las agendas se alineen. En eso trabajan Antony Blinken y Sergei Lavrov, que han vuelto a mantener una conversación telefónica para rebajar las tensiones. El secretario de Estado de Estados Unidos ha vuelto a dejar claro que Washington apuesta por el diálogo, aunque Moscú les acuse de generar las tensiones. Y no es el único. En las últimas horas han sido varios los líderes europeos que han conversado con Putin sobre la cuestión.
Macron y Putin siguen en contacto después de su primera conversación telemática de la semana pasada. El presidente francés y su homólogo ruso convinieron de nuevo en la aplicación de los Acuerdos de paz de Minsk, en los que se alcanzó un alto el fuego en el Donbass y se trazó la hoja de ruta para poner fin a la guerra, latente después de 8 años.
El primer ministro italiano, Mario Draghi, también ha intensificado los contactos con Putin. En una llamada telefónica notificada por el Kremlin, el presidente ruso garantizó el suministro de gas a Italia con la cuestión ucraniana como telón de fondo y trasladó “su satisfacción” por el resultado de su reciente reunión con destacados empresarios italianos. El expresidente del Banco Central Europeo (BCE), que vio frustrado su ascenso al Palacio Quirinal, recibió además la enhorabuena de Putin por la reelección de Mattarella.

El último en discordia en establecer contactos con el Kremlin ha sido el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Vladímir Putin le recibió en Moscú para tratar la crisis en Ucrania días después de que el ministro de Exteriores húngaro, Péter Szijjártó, no garantizase el respaldo de Hungría, miembro de la OTAN y socio comunitario, a Kiev mientras este discriminase a la minoría magiar residente en Ucrania.
Al término del encuentro, Orbán ha asegurado que ve posible un acuerdo entre Moscú y Washington en materia de seguridad a pesar de las fuertes discrepancias, y trasladó a Putin que ninguno de los actores involucrados en la crisis desea la guerra. En esa misma rueda de prensa, Putin avisó que, en caso de que Ucrania ingresara en la OTAN, habría guerra, y recordó que en base al artículo 10 de la alianza, esta no puede aceptar en su seno a otros países sin la aprobación de todos sus miembros. Un escenario hipotético en el podría contar con el respaldo de Hungría. Y es que la postura de Orbán ha sido cuestionada por Occidente por su abierta proximidad con el Kremlin.
Coordinador América: José Antonio Sierra