El largo y tortuoso proceso de puesta en marcha de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD, por sus siglas en inglés) se va acercando a su fin. Al menos, es lo que se desprende de la decisión tomada este miércoles por el primer ministro Abiy Ahmed. Coincidiendo con el noveno aniversario del inicio de las obras de construcción, el premio Nobel de la Paz ha anunciado que el llenado de la infraestructura comenzará en la próxima estación de lluvias.
Eso quiere decir que la operación tendrá lugar, si no hay cambios, entre el verano y el otoño de 2020; en Etiopía, la temporada de lluvias suele extenderse entre los meses de julio y octubre. Ahmed ha asegurado que la actual pandemia por el COVID-19 no debe representar un obstáculo para culminar la presa, puesto que el proyecto es “la segunda cosa más importante para los etíopes después de la vida”, en sus propias palabras.

“Los etíopes han demostrado su capacidad financiando el proyecto con sus propios recursos”, ha apostillado el primer ministro, que ha calificado la presa como un símbolo de “soberanía y unidad”. Se calcula que la obra ha costado a las arcas nacionales, en total, una inversión de 5.000 millones de dólares.
La infraestructura se sitúa en el llamado Nilo Azul y producirá unos 5.600 megavatios a la hora, lo que servirá para cubrir una parte muy importante de las necesidades energéticas de aquellos ciudadanos etíopes que, hasta la fecha, no disfrutaban de acceso a la electricidad. Contará con 16 turbinas y se espera que las dos primeras puedan estar operativas entre finales de este año y principios de 2021. Actualmente, la construcción de todo el complejo se encuentra, en palabras del ministro de Aguas, Irrigación y Energía Seleshi Bekele, por encima del 70%.

La presa, que será la más grande de África y una de las mayores del mundo cuando se encuentre a pleno rendimiento, ha causado, desde su concepción, una gran rivalidad entre Adís Abeba, El Cairo y Jartum. Sudán y, sobre todo, Egipto, se han opuesto al proyecto ante el temor de que la instalación retuviese un volumen de caudal demasiado grande y les llegase, como consecuencia, menos agua a ellos. Precisamente, los pormenores del proceso de llenado o la política para la liberación de caudal en épocas de sequía son algunos de los detalles que han impedido, a lo largo de estos años, la firma de un acuerdo entre los tres países.
El Gobierno egipcio ha tratado, en todo momento, de dilatar lo máximo posible las fases de la operación de llenado. Inicialmente, pidió que se realizase en siete años, bastante más de los cuatro que propuso Etiopía de inicio. Aunque las posiciones se habían suavizado y Etiopía ha asegurado en repetidas ocasiones que los temores de El Cairo no son fundados, el Ejecutivo de Abdel Fatah al-Sisi nunca ha estado convencido de las ventajas del proyecto. No en vano, aproximadamente el 90% de la población de Egipto reside a lo largo del curso del Nilo. Un descenso brusco del caudal como el que temen sus líderes, supondría, muy probablemente, una crisis muy severa en las cosechas y en la alimentación.

El último intento de encauzar la situación tuvo lugar el pasado mes de febrero. Entonces, los comités técnicos que los tres países habían designado para tratar de resolver la situación en el nivel ministerial fracasaron en las negociaciones auspiciadas por la Casa Blanca. Los esfuerzos, no obstante, no se habían detenido. A lo largo de las últimas semanas el presidente egipcio Abdelfatah al-Sisi había reclamado la mediación en el conflicto de países como Francia o Rusia, al tiempo que acusaba a Etiopía de “no querer realmente un acuerdo”, según el ministro de Recursos Hídricos Mohammed Abdel Aty. Además, el primer ministro sudanés Abdalla Hamdok había anunciado a principios de esta misma semana que realizaría dos visitas oficiales a Adís Abeba y El Cairo para tratar de que los dos países se acercasen a un entendimiento.
La decisión de Ahmed podría interpretarse como un intento de romper la baraja; una medida unilateral que, aunque podría reforzar su figura cuando se acercan elecciones parlamentarias -estaba previsto que se celebrasen en agosto, pero han sido pospuestas a causa del coronavirus-, en el plano exterior podría dañar unas relaciones con sus vecinos que son, ya de por sí, bastante tensas.
Por el momento, la parte egipcia no ha emitido una respuesta oficial al movimiento del Gobierno etíope. En el país norteafricano, gran parte de la atención mediática se desvía hacia la crisis del coronavirus. Egipto es el segundo país del continente que más casos ha registrado de forma oficial (609 positivos totales y 40 fallecidos), solo por detrás de la República de Sudáfrica.