El conflicto de Yemen se ha convertido en otro de los escenarios en los que se dirime la hegemonía en Oriente Medio entre Irán y Arabia Saudí, erigiéndose en un conflicto enquistado de difícil solución

La intervención de Irán en Yemen, en busca de la hegemonía regional

photo_camera PHOTO/SERVICIO DE PRENSA PRESIDENCIAL TURCO/AFP - Jamenei y Rohaní durante una ceremonia en Teherán

Irán es uno de los principales actores regionales de un tablero geopolítico siempre complejo como es Oriente Medio. El país lleva años buscando convertirse en una potencia regional hegemónica, con un avance evidente en su capacidad de influencia en la zona durante las dos últimas décadas, especialmente tras la desaparición del régimen iraquí de Sadam Hussein. El mayor contrapeso que ha encontrado en su creciente influencia ha sido Arabia Saudí, país que gracias a sus ingentes reservas petrolíferas ha conseguido alcanzar un papel fundamental dentro de Oriente Medio. Es en este enfrentamiento donde se enmarca la intervención iraní en Yemen, un país desgarrado por la guerra civil en el que cada actor nacional e internacional busca ampliar su influencia. 

Ningún país de Oriente Medio cuenta con los enormes recursos iraníes, que incluyen su tamaño, su posición estratégica, una población educada, una historia nacional sólida y vastos recursos naturales. El país cambió radicalmente con la Revolución Iraní de 1979, que inauguró un nuevo sistema político en el que las instituciones del Estado se encuentran en manos de una élite político-clerical. Las elecciones democráticas existen en el país y, pese a la exclusión de ciertos sectores del juego político, se han dado bastantes sorpresas en las mismas, como la elección de Mahmud Ahmadinejad (2005-2013) o la de Hasán Rohaní (elegido por primera vez en 2013). Sin embargo, el poder efectivo sigue en manos del Líder Supremo, Alí Jamenei, verdadero árbitro de la política iraní, en el poder desde 1989. 

Su política exterior es clara, marcada por el antiimperialismo y la búsqueda de la expansión de la Revolución Islámica, que han supuesto un importante coste para el país en forma de sanciones económicas y aislamiento internacional. Su política exterior está basada en cinco elementos clave: el apoyo a actores y grupos no estatales, la explotación de las diferencias religiosas entre chiíes y suníes, la hostilidad hacia Estados Unidos e Israel, la influencia en las elecciones en otros países y el despliegue de tropas de manera limitada en Siria o Irak. La punta de lanza de su poder militar en la región son las Fuerzas Quds, que están dirigidas por la Guardia Revolucionaria iraní, un sector politizado del Ejército que tiene una enorme relevancia en la política exterior iraní. 

En esta foto de archivo tomada el 21 de septiembre de 2019, hombres yemeníes cantan consignas mientras sostienen rifles de asalto Kalashnikov durante una reunión tribal en Saná, la capital de los rebeldes hutíes

El país tiene una mayoría de población que profesa el chiismo, una corriente minoritaria dentro del islam y de Oriente Medio. La élite política defiende una ideología chií radical, que busca apoyarse en las minorías que profesan esta rama del islam para hacer crecer su influencia. Pero su política exterior no se basa únicamente en un elemento religioso, que pueda simbolizarse en una lucha entre chiíes y suníes. Su objetivo es presentarse como un país de ideología revolucionaria y opuesto a Estados Unidos e Israel, apoyando no solo a actores chiíes, sino a aquellos grupos regionales que le permitan ampliar su influencia en Oriente Medio. 

Ana Belén Soage, en su artículo ‘Irak y Yemen: ¿nuevos satélites de Irán?’ para el Instituto de Español de Estudios Estratégicos, apunta las líneas básicas del conflicto yemení. Los hutíes, que viven en la zona norte del país, en la provincia de Saada, reciben el apoyo activo de Irán en la guerra civil yemení. Esta minoría del país son zaydíes, una rama separada del chiismo que representa a la tercera parte de la población yemení. Hussein al-Houthi se convirtió en el líder de los zaydíes, que reclamaban más recursos económicos y participación política, oponiéndose a la extensión del islamismo salafista financiado por Arabia Saudí. El conflicto acabó derivando en un progresivo enfrentamiento armado desde 2004, año en el que muere el líder del movimiento por un intento de arresto por parte del Gobierno central del presidente Saleh.

El presidente yemení Abd Rabbuh Mansur al-Hadi

El país tenía ya varios frentes abiertos, con las reivindicaciones de las regiones del sur, que buscaban independizarse del resto del país, la importante presencia de Al-Qaeda en la región, las divisiones en un país de base tribal y las progresivas demandas de los jóvenes por un cambio político. Todos estos elementos acabaron derivando en 2011, dentro del marco de las Primaveras Árabes, en una revolución que consiguió la expulsión del presidente Saleh, sustituido por su vicepresidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi. La amalgama de grupos que se pusieron de acuerdo para la expulsión de Saleh incluía a los secesionistas del sur, los jóvenes frustrados, los hutíes, sectores del islamismo político e incluso secciones desafectas del Ejército. Estos actores estaban unidos por un enemigo común, pero ante la desaparición de Saleh no consiguieron llegar a un acuerdo político amplio para el país.

El Consejo de Cooperación del Golfo, dominado por Arabia Saudí, intentó mediar en las luchas internas del país, pero la Conferencia de Diálogo Nacional fracasó en 2014, lo que llevó a los hutíes a coger las armas de nuevo. Aliados con su antiguo enemigo, el expresidente Saleh, de origen zaydí, y con el apoyo de oficiales del Ejército y la lealtad de algunas tribus, consiguieron tomar la capital del país sin encontrar resistencia. Al poco tiempo, Arabia Saudí, con el liderazgo del príncipe heredero Mohamed bin Salman, organizó una coalición contra los hutíes para echarlos del poder y recuperar el territorio que había perdido su aliado, el presidente Al-Hadi. Arabia Saudí buscaba con ello recuperar la iniciativa en un país que considera su área de influencia. 

La intervención en Yemen ha sido un verdadero fracaso para Arabia Saudí, una guerra tremendamente onerosa para las arcas de Riad. Esto se suma al evidente fracaso militar de la coalición, que no ha conseguido acabar con la facción de los hutíes ni hacerse con el control de todo el territorio del país. Irán ha apoyado a la minoría zaydí del país durante las últimas décadas, pero este escenario ha sido y sigue siendo un frente muy secundario para las prioridades estratégicas iraníes. El problema para Arabia Saudí surge debido a que los hutíes son cada vez más dependientes de Irán por la invasión del país. A Teherán este conflicto solo le requiere un limitado apoyo en armamento, asesores y dinero a cambio de mantener a su enemigo regional empantanado en un conflicto que no puede ganar y del que tampoco puede retirarse. 

El expresidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, en una ceremonia para conmemorar el 40º aniversario de la retirada de las fuerzas británicas de Adén

El objetivo de Irán no es conseguir controlar el país, ni siquiera que los hutíes consigan un control completo del territorio. De hecho, para buena parte de los sectores político-religiosos del país, los zaydíes pertenecen a una rama del islam muy mal considerada. La intervención iraní no es una lucha religiosa en la que apoye a una rama del chiismo frente a los suníes, sino un intento de comprometer a Arabia Saudí en un conflicto a largo plazo en su patio trasero. En medio de esta lucha política por la hegemonía regional entre Arabia Saudí e Irán se encuentra una población civil en unas condiciones de vida precarias, rehén de una situación que tiene pocos visos de solucionarse.

Más en Política
joshua-harris
Una delegación militar argelina en Washington para reforzar la cooperación entre los dos países y una delegación americana de alto rango en Argel para poner fin a un conflicto que el régimen argelino ha agravado desde hace tres años sin dar la menor razón. ¿Beneficiará este acercamiento argelino-estadounidense a los pueblos de la región?

Conflicto argelino-americano: intervención diplomática de Washington