La Europa del no a los refugiados

Alexandra Dumitrascu
Pie de foto: La valla anti-inmigrantes construida por Hungría en su frontera con Serbia
Mientras Alemania apela a la solidaridad de Europa para aceptar el reparto de decenas de miles de refugiados, los países del Este se escudan en el no a la acogida de estos, por lo menos no de forma obligatoria. Ante el estrepitoso fracaso de los ministros europeos de Interior y Justicia de consensuar un mecanismo de reparto de los 160.000 refugiados registrados en la actualidad -cifra que aumenta con las nuevas entradas diarias-, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha convocado la semana pasada una Cumbre extraordinaria con los jefes del Estado o del Gobierno de la Unión Europea (UE) para el próximo de 23 de septiembre para encontrar una solución a la mayor crisis migratoria que afronta Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El problema: los países del Este de Europa que se oponen firmemente a aceptar las cuotas establecidas por la Unión Europea.
Aunque Alemania, Francia y España son los países donde irían más del 50% del total de refugiados, a otros como Polonia (9.287), Rumania (6.351), República Checa (4.306), Eslovaquia (2.287) y Croacia (1.811) les corresponde un reparto al que se oponen al superar con creces el potencial de estos países, según afirman sus líderes, a pesar de que la distribución está pensada en función de criterios como el tamaño de la población, el PIB, o la tasa de desempleo. La inamovible negativa del bloque del Este de adherirse a las cuotas de reparto contempladas ha hecho que, sobre todo, Alemania endurezca su discurso y utilice la amenaza como herramienta de presión. Así las cosas, el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, vislumbró la posibilidad de cortar la financiación de la UE a los países orientales si estos no cambian su actitud. “Todos participan cuando se trata de recibir dinero, pero nadie quiere estar cuando se trata de asumir responsabilidades. Si esto sigue así, será el fin de la actual forma de financiación”, fustigó el líder alemán; una crítica que dejó indiferente a los dirigentes de los países disidentes que recurren al derecho soberano de elegir voluntariamente la cantidad de refugiados a recibir.
Hungría, comportamiento cuestionable
Desbordados por la entrada masiva de inmigrantes dentro de sus fronteras, los países directamente afectados han adoptado una serie de medidas que a ojos de muchos resultan un tanto escandalosas. Uno de los más controvertidos en este sentido ha sido Hungría. Si en un principio sus autoridades permitieron la entrada de los refugiados en el país de forma transitoria como paso hacia el destino preferido por la mayoría, Alemania, más tarde no sólo sello definitivamente su frontera con Serbia mediante una valla de 175 kilómetros, sino que recurrió a medidas disuasorias como la adopción de una ley que penaliza con 3 años de cárcel a los inmigrantes que entran de manera ilegal en el país o, incluso, la represión. Encerrado en su discurso de corte xenófobo-nacionalista, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, ha manifestado que está en su derecho de no acoger a “una gran comunidad de musulmanes”, y ha llamado irresponsables a aquellos que, en su opinión, son culpables de haber causado la situación actual por haber “prometido a los inmigrantes una vida mejor”, una clara alusión a Alemania. No pocas veces, el líder húngaro a hecho alusión a las “raíces cristianas de Europa”, las cuales a su parecer están siendo amenazadas por los refugiados, y ante tal “invasión”, calificativo utilizado para referirse a los miles de inmigrantes y/o refugiados que utilizan la ruta de los Balcanes para alcanzar Alemania, Suecia, u otro país similar, ha amenazado con que “si los traficantes y los inmigrantes ilegales van a querer pasar en Hungría a través de Croacia” se va a levantar igualmente una valla parecida con la que le separa de Serbia. Igualmente con Rumania, sellando así el paso con su vecino del Este por el temor a que los refugiados utilicen a este país como ruta alternativa para ingresar dentro de sus fronteras; una actitud que ha desencadenado asimismo una crisis en sus relaciones bilaterales.
Pero, de momento, el itinerario elegido por los refugiados ha sido a través de Croacia donde, según ha advertido el periódico serbio Blitz, los migrantes se podrían exponer al riesgo de encontrar campos minados sin desactivar presentes desde la guerra de los Balcanes de los años 90. Sin embargo, tras el colapso sufrido la semana pasada, cuando las autoridades croatas registraron a más de 7.000 personas en su paso fronterizo, el gobierno anunció el pasado viernes el cierre temporal de sus fronteras. La misma decisión tomaron también países como Alemania, Austria, Eslovaquia, República Checa y Países Bajos, todos miembros del Acuerdo Schengen, poniendo con ello en peligro unos de los mayores logros de la UE, la de la libre circulación.
Frente común
Sin contar a Polonia, cuya actitud se ha mostrado más flexible hasta la actualidad, Rumania es el país del bloque oriental que más cantidad de refugiados debería recibir. Con cerca de 4 millones de emigrantes económicos a los países de Occidente, principalmente España e Italia, y una tasa de desempleo que supera el 7%, Rumania defiende su rechazo a la imposibilidad de ofrecer unas condiciones dignas a los refugiados. Si en un principio se hablaba de 4.600 refugiados, según el nuevo reparto le correspondería más de 6.000, de los cuales únicamente podría acoger a poco más de 1.700 debido a su “incapacidad logística”. Tal como han hecho público las autoridades rumanas, los refugiados que se quedarían en Rumania únicamente recibirían 3,65 lei diarios por persona para comida, es decir, menos de un euro.
Sin embargo, el discurso xenófobo tampoco está ausentes entre las altas esferas de la sociedad. El expresidente rumano, Traian Basescu, se ha opuesto a la idea de que Rumania acepte la cuota impuesta desde la UE haciendo alusión a la falta de capacidad del Estado rumano de poder integrar a los mismos, y ha ejemplificado a la comunidad de rumanos de etnia gitana a la que, a su parecer, Rumania no ha sabido hacerles participes aún de la sociedad. En una entrevista en una cadena rumana, el ex mandatario ha afirmado que la UE se enfrenta a un problema de seguridad que afecta directamente a Rumania -una hipótesis compartida, igualmente, por el actual ministro de Asuntos Interiores, Gabriel Oprea- y que si el fuera presidente priorizaría los intereses de los ciudadanos rumanos en pos de hacer un gesto “gratuito” de solidaridad que Rumania no está obligado a hacerlo por su condición de no Estado miembro del Schengen, una alusión que podría formar parte de una estrategia de presión para pavimentar el camino hacia la integración de Rumania en un espacio al que sistemáticamente le ha sido vetado, sobre todo por Alemania y Francia. “Si alguien me puede decir cuantos militantes del Estado Islámico entran en Europa con estas olas de tránsfugos, yo estaría feliz. Pero no lo sabe nadie en Europa”, ha expresado; una disertación duramente criticada que se acerca más al expresado por el líder húngaro. Y este discurso del miedo ha calado entre la población rumana que ve con miedo la llegada de los inmigrantes a Europa. Según una encuesta del Instituto Rumano para la Evaluación y la Estrategia (IRES), más del 70% de los rumanos intervievados considera que el riesgo de un ataque terrorista por parte del Daesh aumenta en concordancia con la presencia de los refugiados musulmanes, aunque un porcentaje similar está de acuerdo con que Rumania reciba a un determinado número de estos, aunque sin que se alojen en su localidad (cerca del 50%). Si bien la amenaza terrorista es un peligro latente de la que han tomado consciencia los ciudadanos europeos, la religión en este caso cuenta con su peso, más aún cuando se trata de más del 80% de ciudadanos ortodoxos confesos y practicantes, según el barómetro IRES Research; la sociedad rumana lleva tiempo oponiéndose a la edificación de una de las mayores mezquitas de Europa, en la capital, Bucarest, la segunda tras la Mezquita Azul de Estambul.
Si bien cuentan con una minoría, las redes sociales reflejan todo tipo de campañas dirigidas a descalificar a los refugiados; No queremos refugiados islámicos en Rumania, ¿Terroristas o refugiados?, o Stop refugiados son algunos ejemplos de ello. Algunas plataformas se las están ingeniando, asimismo, para elaborar todo tipo de productos mediáticos que sostienen ideas racistas y discriminatorias basadas en una única idea que no hacen más que infundir el miedo. Tal es el caso del vídeo La verdad sobre los refugiados que circula a través de Internet y que a lo lago de sus 27 minutos, y con imágenes que se sirve de la propaganda de Daesh, trata de convencer de que los refugiados que llegan a Europa son en realidad terroristas y que los niños más que inocentes son pequeños soldados adiestrados por el Daesh que “claramente” nos se pueden integrar en la sociedad.
Además de Rumania, uno de los más críticos con el sistema de reparto de los refugiados es Eslovaquia, cuyo primer ministro, Robert Fico, no se ha dejado intimidar por las fustigaciones llegadas desde Alemania, y ha rechazado cualquier tipo de acogida que se haga de manera impuesta y ha declarado su país va a utilizar todos los instrumentos legales para rechazar un reparto que en su forma obligatoria coarta la libre voluntad de los Estados soberanos. Eslovaquia se ha comprometido hasta ahora a cobijar a cerca de 200 refugiados, preferiblemente cristianos, aproximadamente un 10% de los que le correspondería. Al igual que todos los países del Este, Eslovaquia alude a que la mayor parte de los refugiados no se quiere quedar en su país y que sólo estarían dispuestos a aceptar refugiados en base a un sistema voluntario, la versión obligatoria quedando absolutamente excluida de la negociación.
República Checa, por su parte, contempla la posibilidad de interponer una queja ante el Tribunal Europeo de Justicia, tal como ha afirmado el viceprimer ministro Pavel Belobradek. “Que se nos imponga en contra de nuestro voluntad es algo muy complicado. Supondría una lucha jurídica en el seno de la Unión”, ha declarado el político checo que ha destacado la solidaridad de su país, pero sin la imposición de unas cuotas.
A pesar de que Polonia se incluía dentro del bloque que rechaza firmemente la aceptación del reparto de la Unión Europea, este ha dado muestras de flexibilidad en su postura y ahora, su primer ministro, Ewa Kopacz, ha afirmado que su país está dispuesto a recibir más refugiados de los que dijo en un principio – cerca de 2.000-, aunque sin precisar el número exacta, y bajo unas condiciones impuestas a las autoridades europeas. Las tres condiciones que Polonia impone para tal benevolencia serían que la UE asegure sus fronteras externas, la distinción entre refugiados de facto y emigrantes económicos, y que se le permita verificar a los inmigrantes que acoge de modo que estos no representen un peligro para su seguridad. Aún así, Polonia ha dejado claro que no aceptaría tampoco cuotas obligatorias. Polonia sería el cuarto país que más número de refugiados le correspondería, cerca de 12.000.
Así el panorama, la UE afronta una semana de duras negociaciones primero en el Consejo de Ministros extraordinario, y segundo en el seno de la Cumbre extraordinaria con los Jefes de Estado y de Gobierno de los veintiocho, que pondrán a prueba la capacidad de los estados de consensuar estrategias que les permita gestionar la crisis migratoria que peligra con dinamitar algunos de los pilares europeos.