El escenario incierto que se dibuja en Libia marcado por una guerra civil que divide al país desde 2011 ha entrado en una nueva fase tras la ofensiva del lunes de las tropas del mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte de Libia, en la estratégica ciudad costera de Sirte, coincidiendo con el desembarco de tropas de Turquía tras anuncio de intervención en el conflicto por parte del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, la semana pasada, como parte de su estrategia agresiva por recursos energéticos en el mediterráneo.
El país con las mayores reservas de petróleo de África espera la conferencia internacional sobre Libia que organiza las Naciones Unidas, que se celebrará en las próximas semanas en Berlín, para facilitar una reanudación decisiva de las negociaciones entre las diferentes partes en Libia. Se producirá después de la esperada reunión entre el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el de Turquía, Recep Tayyip Erdogan prevista para el miércoles. Ambos países comparten intereses en Siria -sostuvieron el régimen de Bachar al Asad- pero combaten en Libia el primero apoyando con sus drones el gobierno sostenido por la ONU en Trípoli y el segundo cediendo sus mercenarios privados al mariscal Jalifa Hafter.

Hasta que se produzca dicho encuentro internacional, Argelia, país fronterizo, intentará dar un impulso a la legitimidad de su nuevo Ejecutivo y elevar su papel en el conflicto. El lunes y martes albergó reuniones con el presidente del Gobierno apoyado por la ONU en Libia, Fayez Sarraj, y el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu.
Se trata de un encuentro que urge en el contexto actual. El recrudecimiento de la guerra subsidiaria que allí se libra ahonda en la división del país que vive el conflicto bélico entre el Gobierno del Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés), liderado por Fayez Sarraj y apoyado por la ONU en Trípoli, y las milicias del general rebelde Hafter, que lidera el gobierno no reconocido en la ciudad oriental de Tobrouk y el Parlamento electo, en primera línea. El repunte de los combates tanto en la capital como en las ciudades estado de Misrata y Sirte ha dejado más cerca de un centenar de personas muertas en las últimas horas.

El mariscal controla la mayor parte del territorio y los recursos energéticos en el este del país y desde el lunes el autollamado Ejército Nacional Libio (LNA, por sus siglas en inglés) tiene bajo su control la ciudad costera de Sirte, una ciudad-estado situada en la costa a unos 400 kilómetros al oeste de la capital, una parte esencial de su puerto y el aeropuerto internacional de Al Gordabiya. "El comandante en jefe decidió un ataque preventivo bien planificado y en menos de tres horas estábamos en el corazón de Sirte. Fue una operación repentina y rápida", destacó el vocero del LNA Ahmed al-Mismari.
Poco después milicias de la coalición "Volcán de la Ira" lanzaron una fuerte ofensiva para tratar de recuperar posiciones perdidas, ya que Sirte es clave para la seguridad de Misrata para recuperar posiciones perdidas. A pesar de ello la coalición que forman la ciudad de Misrata y el gobierno sostenido por la ONU en Trípoli ha sufrido un duro golpe militar pese a que, por ahora, el GNA no ha confirmado ni desmentido la pérdida de dichos enclaves en el norte del país. A pesar de ello, las fuerzas del Ejecutivo reconocido por la ONU lanzaron una contraofensiva para recuperar posiciones.

Es de esta manera que el conflicto multinacional se agrava y con los recientes eventos de las últimas semanas la guerra subsidiaria que configura el conflicto en Libia (proxy war, por su término en inglés) se hace más distinguido aún. El gobierno apoyado por la ONU en Trípoli y su aliado de la ciudad-estado de Misrata cuenta con el apoyo de Catar y de forma discreta Estados Unidos, además de la Unión Europea (menos París) y la de Turquía. Mientras que Hafter, tiene el respaldo económico, militar y político de Arabia Saudí, Francia, Rusia, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, este último ha desplegado parte de su fuerza aérea en país norteafricano, en especial de drones que apoyan los bombardeos de Hafter.
La divisoria bélica amenaza con anclarse en el país tras casi un año de enfrentamientos entre ambas partes, especialmente tras el inicio del despliegue en Libia de las tropas enviadas por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, al que se oponen la mayoría de los países árabes, y que forma parte de su estrategia territorial en la región. El conflicto en Libia ha cobrado una dimensión multinacional, en especial desde el recrudecimiento de la guerra desde el pasado 4 de abril, fecha en la que el mariscal Hafter lanzó una ofensiva para conquistar la capital, bajo control del Gobierno sostenido por la ONU en Trípoli, el GNA, con el apoyo de la ciudad-estado de Misrata.
La presencia turca no supone una novedad: además de los aviones no pilotados desplegados en una base de Misrata, agentes de los servicios de Inteligencia de Ankara asesoran desde hace meses a la operación "Volcán de la Ira" y unidades de elite encubiertas apoyan a las milicias sobre el terreno, según escribe Mohamad abdel Kader en Efe.

El presidente del Gobierno apoyado por la ONU en Libia, Fayez Sarraj, y el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, viajaron a Argel para analizar la situación regional y el conflicto en Libia con el nuevo mandatario argelino, Abdelmejd Tebboun, y el Ejecutivo del también nuevo primer ministro, Abdelaziz Djerad, informaron fuentes oficiales. De esta manera coge fuerza el papel de Argelia ya que la reunión con Sarraj es el primer acto de política internacional en el que participa el nuevo presidente argelino desde que fuera elegido el pasado 12 de diciembre.
Libia busca una solución política a la crisis que allí se ha instalado. Muchas potencias llaman a eludir el conflicto armado y poner fin a las injerencias extranjeras, pero sobre el terreno libio, con la escalada militar, la situación es muy distinta y se aleja mucho de tener una salida temprana. Una amalgama de tribus y milicias enfrentadas entre sí componen la realidad de un estado fallido que es hoy Libia y que encuentra sin soluciones fáciles.