Se trata de buscar una solución consensuada a la guerra civil que asola Libia desde 2014

Marruecos media en el conflicto libio

PHOTO/REUTERS - Fotografía de archivo, el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, Nasser Bourita (Izq), y el presidente de Parlamento de Tobruk, Aguila Saleh Issa, en Rabat, Marruecos, el 8 de mayo de 2017

Rabat fue el escenario de diversas reuniones de autoridades de Marruecos con representantes de las facciones enfrentadas en la guerra civil de Libia para intentar un acercamiento de posturas entre ambas partes.

El ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Nasser Bourita, dialogó por separado con el presidente del Parlamento de Tobruk, Aguila Saleh (representante del mariscal Jalifa Haftar, que controla el este del país libio), y con el presidente del Consejo Supremo del Estado libio, Jaled al-Mashri, representante del Gobierno rival de Trípoli, reconocido internacionalmente por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 2016.

Bourita manifestó el apoyo marroquí a las iniciativas políticas propuestas por los propios libios, al mismo tiempo que criticó la intromisión extranjera en el país norteafricano y la multiplicación de iniciativas sobre este conflicto "que constituyen una parte del problema". Y es que el conflicto libio se ha convertido en un tablero de juego con intereses foráneos encontrados por parte de países que tienen aspiraciones sobre el país norteafricano debido a su posición geoestratégica y a sus recursos, principalmente el petróleo. 

El choque bélico en Libia se viene desarrollando desde 2014 y enfrenta al Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés), dirigido por el primer ministro Fayez Sarraj, contra el Ejército Nacional libio (LNA, por sus siglas en inglés), comandado por el mariscal Jalifa Haftar y asociado con el otro Ejecutivo oriental de Tobruk. 

El mariscal libio Jalifa Haftar

El GNA recibe el sustento de Qatar, Turquía e Italia; mientras, por su parte, el LNA es apoyado por potencias como Francia, Rusia, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto (estos tres últimos grandes enemigos de Qatar, sobre el que mantienen un embargo firme desde 2017). La guerra estaba decantándose a favor de las fuerzas de Haftar desde que el mariscal lanzase su última ofensiva sobre la capital de Trípoli, bastión del GNA, el 4 de abril del año pasado; pero la intervención de Turquía, con el apoyo financiero de Qatar, revertió la situación. En noviembre de 2019, el presidente de la nación euroasiática, Recep Tayyip Erdogan, rubricó un acuerdo con Fayez Sarraj por el que se aseguraba el apoyo militar turco al GNA, incluido el envío de mercenarios a sueldo procedentes de la guerra de Siria (donde está presente también Turquía) y adscritos a grupos ligados en el pasado con formaciones terroristas como Al-Qaeda o Daesh, y por el que se acordaba el reparto de zonas económicas interesantes en el arco mediterráneo (gran objetivo de Erdogan de cara a las prospecciones de gas y petróleo).

Precisamente, en el último año, el conflicto fratricida se ha transformado totalmente en un enfrentamiento armado internacional y privatizado, sin Ejércitos, que protagonizan milicias locales y mercenarios extranjeros (incluidos los aportados por Turquía y otros, integrantes de formaciones como el Grupo Wagner, que trabajan al servicio del Kremlin ruso).

Tras los contactos en territorio marroquí, el presidente del Parlamento de Tobruk defendió la última iniciativa de su institución para alcanzar una solución a la guerra libia, al mismo tiempo que pidió el respaldo del reino alauí a esta propuesta.

El plan de Aguila Saleh consiste en formar un consejo presidencial en el que haya una representación equitativa entre las tres regiones históricas libias (Trípoli, Cirenaica y Fezán), y la aprobación de una declaración para la próxima celebración de elecciones legislativas y presidenciales.

Además, la iniciativa (lanzada en junio pasado en El Cairo en presencia de Jalifa Haftar) pide también un alto el fuego y la retirada de las fuerzas extranjeras de Libia.

Saleh acudió a Rabat invitado por el presidente de la Cámara de Representantes marroquí, Lahbib Malki, según explicó el propio responsable libio. 

Por su parte, y en otro encuentro por separado con Bourita, el presidente del Consejo de Estado señaló que la iniciativa de Saleh contiene elementos positivos y otros negativos, y añadió que podría constituir una base para conseguir un acuerdo entre ambas partes.

Los dos responsables libios viajaron a Rabat por separado y, antes de verse con Bourita, mantuvieron reuniones con los presidentes de las dos cámaras del Parlamento marroquí, pero no coincidieron en ningún momento.

En su anterior reunión con el presidente de la Cámara Alta marroquí, Hakim Benchemach, Al-Mashri mostró su disposición a mantener un diálogo con todas las partes libias con la excepción de Haftar, que constituye un gran impedimento para el Gobierno de Trípoli.

Ante estos movimientos, expertos libios dijeron que la visita del presidente de la Cámara de Representantes sirve para poner en común puntos de vista de países vecinos en el Magreb de cara a resolver la crisis libia, que se ha ampliado después de la intervención militar directa turca junto al GNA.

Fayez Sarraj, primer ministro del Gobierno de Libia

Los expertos enfatizaron que comprender la naturaleza del problema es la mitad de la solución a la crisis, que está empeorando día a día, ya que es la primera de sus causas que oculta GNA bajo el velo de las "libertades y la transferencia pacífica del poder", con la presencia soterrada de los Hermanos Musulmanes, aliados de Qatar y Turquía, como una herramienta para sembrar la discordia. 

El analista libio Abdullah al-Tarhouni, consultado por el medio Al-Ain, señaló que Aguila Saleh presentó varias propuestas para resolver la crisis lejos del lenguaje de las armas, y que la Hermandad Musulmana (organización considerada terrorista por varios países occidentales) se niega a que los libios lleguen a un acuerdo que los incluya a todos en un proceso político fluido que garantice todos sus derechos.

Libia se constituye ahora en un auténtico Estado fallido que ve como puede pasar a un escenario peor si continúan los avances de Turquía y el GNA hacia enclaves como Sirte, línea roja marcada por actores internacionales como el vecino Egipto, que ya anunció que intervendría con su Ejército si ve amenazada su seguridad. 

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