Marta Summers: “La tendencia en África es de una clara progresión del terrorismo”

La actividad yihadista ha experimentado un aumento a lo largo del pasado año 2020. Europa es una de las regiones que ha sufrido este incremento, aunque el foco principal del mismo se ha situado en Pakistán y Afganistán, siendo el segundo de ellos el más golpeado. La incógnita que se plantea tras un incremento de la actividad yihadista en un año de pandemia es si ha tenido una relación causal.
Luis de la Corte Ibáñez, director del Área de Recursos Estratégicos de Inteligencia del Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid, ha manifestado que “no está nada claro hasta qué punto el coronavirus ha potenciado o ha inhibido la actividad yihadista”. Lo ha hecho un encuentro organizado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) denominado ‘Yihad en tiempos de pandemia’, moderado por Francisco José Dacoba Cerviño, director del IEEE. No obstante, es importante tener cierta perspectiva ya que, como ha explicado De la Corte Ibáñez, la tendencia desde 2017 es decreciente a causa de las derrotas territoriales del Daesh y al hecho de no existir grandes infraestructuras operativas en Europa.

Por otra parte, Marta Summers, coordinadora del Observatorio de Yihadismo de Magreb para el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), ha hecho hincapié en el foco yihadista situado en la región del Lago de Chad, uno de los ejemplos que explican el crecimiento del terrorismo en todo el continente africano: “La tendencia en África es de una clara progresión del terrorismo”. Una tendencia que, aunque Luis de la Corte tilda de “marginal”, se ha producido durante 2020 en Europa, donde el número de ataques yihadistas no sólo ha crecido, sino que se ha duplicado.

Los efectos de la pandemia pueden tener dos perspectivas totalmente contrapuestas. La primera de ellas es la posibilidad de que las organizaciones terroristas hayan empleado este tiempo de pandemia para fortalecerse y mejorar sus infraestructuras organizativas, lo que, como apuntaba Marta Summers, supondría una nueva amenaza mucho más fuerte para la paz y la seguridad de la sociedad internacional. La otra posibilidad que apunta Summers es que la situación de crisis haya generado importantes disputas y desacuerdos tanto entre los integrantes de las organizaciones terroristas como entre las diferentes organizaciones, provocando un debilitamiento de estas.
Una de las amenazas a destacar por parte de ambos ha sido la de los talibanes debido a su historial. La imposibilidad de llegar a acuerdos con ellos, unido a que cuando este se alcanza, no se cumple, hace que su existencia constituya una de las mayores amenazas para Occidente en la actualidad. Sin olvidar, por supuesto, los estrechos vínculos que les unen a Al-Qaeda.

Tras estudiar seis regiones en las que existe una actividad yihadista regular, Luis de la Corte Ibáñez y Marta Summers, concluyen que, en cuatro de ellas, el número de atentados ha aumentado. Aunque, por otro lado, han sido de menor impacto y peligrosidad que los de años anteriores. Gracias a ese estudio, De la Corte Ibáñez aventura que la amenaza real de sufrir un atentado a gran escala no es tan cercana como se podría pensar en un primer momento al observar los datos estadísticos: “Es improbable esperar atentados de gran magnitud en un tiempo corto”.