Bruselas acoge desde ayer un nuevo encuentro telemático de los ministros de Asuntos Exteriores de la Alianza Atlántica en los que se tratarán diversos temas, algunos de ellos complicados. Esta cumbre, que durará dos días, será sólo la antesala de la que tendrá lugar a principios de 2021, y que contará ya con la presencia de Joe Biden. Además de las cuestiones de actualidad, se debatirán las propuestas incluidas en el informe que un grupo de expertos de diferentes países – ninguno de ellos español – ha elaborado a petición del secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, y el futuro de las misiones de Irak y Afganistán. La OTAN vive ahora mismo una situación delicada a consecuencia, principalmente de dos actores: Estados Unidos y Turquía.
En el caso del primero, el aislacionismo al que ha dirigido a Estados Unidos la Administración Trump, ha tenido como consecuencia, por ejemplo, la retirada de efectivos estadounidenses del contingente que mantiene desplegado en Alemania en el ámbito del Mando Europeo de Estados Unidos (EUCOM). Durante su etapa al frente de la Casa Blanca, Trump también se ha mostrado contundente a la hora de criticar la escueta inversión de sus socios europeos en Defensa, acusándolos de pretender que Estados Unidos siga protegiendo el suelo europeo mientras ellos fortalecen su estado del bienestar. Sin embargo, de la misma forma que solicitaba una mayor inversión en defensa, desde Washington se han ido poniendo trabas a que la Unión Europea, con Alemania y Francia al frente, ahonden en una mayor autonomía estratégica, lo que afectaría a la industria armamentística estadounidense y sus exportaciones a los socios europeos.

En el caso de Turquía, los motivos son cada vez más. La política expansionista del presidente turco Erdogan, las injerencias en conflictos regionales como Siria, Irak, Libia o el de Armenia y Azerbaiyán, los choques en el Mediterráneo oriental con Chipre y Grecia o la tensión dialéctica con el presidente francés Emmanuel Macron, son los últimos acontecimientos que están dañando las relaciones de Ankara con el resto de capitales. Sin embargo, Turquía es un aliado importante para la OTAN debido a su fortaleza militar – sus Fuerzas Armadas ocupan la segunda posición de la Alianza por número de efectivos – y su posición geográfica, que permite tener presencia a la Alianza en una región muy inestable como es Oriente Medio.
Precisamente, otro de los puntos que se están tratando son las misiones que la OTAN mantiene en Irak y Afganistán, de donde Estados Unidos anunció su progresiva retirada a raíz del acuerdo de paz entre Kabul y los talibanes. El Pentágono y el secretario de Defensa interino, Chris Miller, anunciaban recientemente una de las últimas decisiones de Trump al frente de Estados Unidos: la reducción de los efectivos estadounidenses tanto en Irak como en Afganistán a la mitad, es decir, a 2.500 efectivos. Esta decisión fue vista con preocupación por Jens Stoltenberg, que ya en ese momento anunció que las consecuencias podrían ser nefastas, en particular para la situación de Afganistán. Durante la rueda de prensa que dio el secretario general de la Alianza ayer, reiteró la preocupación y comentó la necesidad de que "los países europeos asuman más peso en estas misiones", algo que tendrá que decidirse en la próxima cumbre con los jefes de Estado.

El último punto espinoso de las reuniones es el de la denominada autonomía estratégica de la Unión Europea, un asunto que, especialmente Francia y Alemania llevan varios años poniendo sobre la mesa en la Unión Europea y sobre el que hay muchas dudas, también dentro de la propia UE. En el comunicado conjunto de los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania, Jean-Yves Le Drian y Heiko Maas respectivamente, aparece de nuevo el tema de la autonomía estratégica europea, una forma de aumentar la soberanía de la Unión y mejorar el equilibrio existente entre los países europeos y Estados Unidos. No se trata, según ellos, de avanzar hacia una Unión Europea que sustituya a la OTAN, sino de consolidar y aumentar el peso comunitario dentro de la propia Alianza. En palabras de los ministros, es hora de "no sólo ver que puede hacer Estados Unidos por nosotros, sino que podemos hacer nosotros por nosotros mismos".
Esta soberanía estratégica, que en muchos aspectos repercute en una mayor autonomía de la industria militar europea, repercutiría, indudablemente, en las relaciones comerciales entre los socios europeos y Estados Unidos, particularmente en el ámbito de la industria armamentística. Además, el desarrollo de esta industria europea, no sólo implicaría la reducción de las exportaciones estadounidenses a esta región, sino también la aparición de un competidor importante en el ámbito internacional. La visión proteccionista de Trump ha marcado el discurso desde Washington a este respecto, y habrá que ver si el nuevo presidente, Joe Biden, lo mantiene o lo suaviza.

Pero no es Estados Unidos el único país que no está demasiado contento con esta propuesta franco-alemana. Otros países europeos, principalmente los bálticos y los países del este, consideran que esta soberanía europea puede empujar a Estados Unidos a reducir su presencia en Europa – como ya está haciendo –, algo que iría, según ellos, en detrimento de su seguridad. Desde muchas capitales de la Europa oriental, se prefieren las garantías que ofrece la OTAN, principalmente por el peso militar de Estados Unidos, que las que pueda ofrecer una Unión Europea con mayor autonomía militar y estratégica. Ligan de forma irremediable su seguridad a la presencia estadounidense, por lo que cualquier cosa que pueda afectar al equilibrio actual, se ve con preocupación. El propio Secretario General de la OTAN manifestaba que "todo intento que implique alejarse de Estados Unidos, dividirá a los socios europeos". En ese sentido, desde París y Berlín se tiene que continuar haciendo pedagogía de las posibilidades que esa soberanía europea implicaría para la OTAN, empezando por sus propios socios europeos.
Será a principios del año que viene cuando todos estos temas se tratarán en profundidad y cuando se llegarán a conclusiones definitivas. Jens Stoltenberg se muestra optimista respecto a la llegada de Joe Biden, al que considera que mantiene una visión transatlántica más constructiva que Donald Trump, y que ella facilitará los acuerdos entre ambos lados del Atlántico.