QAnon: la estrafalaria teoría conspirativa pro-Trump que se ha extendido a Europa

photo_camera AFP / LA CASA BLANCA / TIA DUFOUR - El presidente de los EE.UU. Donald Trump en la sala de conferencias en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed en Bethesda, Maryland.

En diciembre de 2016 Edgar Welch, padre de familia de 28 años y ferviente evangélico, condujo 200 kilómetros desde su residencia en Carolina del Norte hasta Washington DC, donde irrumpió en una pizzería y disparó tres veces su rifle de asalto. Al ser detenido, explicó que su intención era liberar a los niños prisioneros en el (inexistente) sótano. Welch era seguidor de pizzagate, una teoría conspirativa que se había hecho viral ese año electoral según la cual Hillary Clinton y otras figuras del Partido Demócrata estaban involucrados en una red de tráfico sexual de menores. La pizzería era uno de los establecimientos presuntamente utilizados por la red.

Nuevo año electoral, nueva teoría conspirativa viral, incluso más grotesca. Su origen data de octubre de 2017, cuando un individuo o grupo pretendiendo ser un funcionario del gobierno con acreditación de seguridad de nivel Q (que da acceso a documentos clasificados de alto secreto) empezó a publicar mensajes enigmáticos en el foro anónimo 4chan. Desde entonces, el conocido como QAnon ha dejado cerca de esos 5.000 drops (entregas) o crumbs (migas), y ha pasado de los foros anónimos que atraen a usuarios de extrema derecha proclives a las conspiraciones al agregador de noticias Reddit y, de ahí, a los medios sociales. Sus millones de seguidores se llaman a sí mismos bakers (panaderos, en referencia a las “migas”) y believers (fieles), lo cual apunta al sectarismo del movimiento. 

Los arcanos mensajes de Q revelan que el mundo está controlado por un “estado profundo” que busca instaurar un Nuevo Orden Mundial. En la conspiración están implicados destacados demócratas como los Clinton y los Obama, celebridades de Hollywood como Tom Hanks y Oprah Winfrey, y los multimillonarios filántropos Bill Gates y George Soros. Este satánico contubernio practica la trata de niños, de los que abusa sexualmente y a los que tortura para cosechar de su sangre una substancia química, el adrenocromo, que se inyecta para perpetuar la juventud. Los medios de comunicación mayoritarios ocultan lo que sucede y distraen al público con noticias falsas. Afortunadamente, Donald Trump ha sido reclutado por un grupo de militares patriotas para llevar a los criminales ante la justicia. 

Partidarios del Presidente de los EE.UU., que está siendo tratado por Covid-19, se reúnen para su reelección en Glendale, California, el 4 de octubre de 2020.
Factores de crecimiento

En EEUU abundan las teorías conspirativas y esta contiene elementos típicos de otras que la han precedido: La hostilidad hacia las elites por parte de aquellos que se sienten marginados, a quienes el movimiento proporciona una comunidad de apoyo además de una explicación a todo lo que va mal. La desconfianza hacia la ciencia, supuestamente utilizada por los poderosos en detrimento del resto de la sociedad. Y el antisemitismo, evidente en un relato de abuso infantil que nos recuerda al notorio libelo de sangre y en la referencia a Soros, ese “sospechoso habitual”. Así, se propaga con facilidad entre los que creen que los atentados del 11S fueron un trabajo desde dentro, las vacunas causan autismo y la tecnología 5G produce cáncer. 

Hoy en día las conspiraciones se difunden con rapidez gracias a los medios sociales, que posibilitan la formación de comunidades polarizadas que se retroalimentan de conjeturas y prejuicios. Ya en 2018 Reddit prohibió una veintena de subreddits relacionados con QAnon por incitar a la violencia, incluida la muy popular /r/CBTS_stream (Calm before the storm, la “calma antes de la tormenta” que Trump desencadenará en el momento oportuno). Otros han tardado más. El pasado mes de julio Twitter canceló 7.000 cuentas asociadas a QAnon y Tiktok bloqueó hashtags utilizados por los “fieles”. Instagram y Facebook siguieron su ejemplo a principios de septiembre (aunque Facebook sigue recomendando grupos afines al movimiento cuando se muestra interés en el mismo). 

Una persona lleva una sudadera de QAnon durante una manisfestación pro-Trump el 3 de octubre de 2020 en el distrito de Staten Island en la ciudad de Nueva York. El evento, que se organizó hace semanas, animó a la gente a votar por los republicanos y a rezar por la salud del Presidente Trump que cayó enfermo con Covid-19.

Otro factor que ha ayudado a diseminar la conspiración ha sido la pandemia de COVID-19, fácilmente integrada en el nefario plan. Para algunos seguidores de Q, el virus no existe; para otros, ha sido creado a fin de controlar a la ciudadanía. Largas horas de confinamiento fueron invertidas en buscar pistas en internet y debatir su posible significado a fin de acelerar el great awakening (gran despertar); no en vano QAnon ha sido comparada a un LARP (juego de rol) digital que engancha a los participantes. Ni siquiera los fallos en las predicciones de Q hacen dudar a los fieles, que los racionalizan con nuevas interpretaciones. Muchos son de la generación de los baby-boomers, cuyas familias ahora intercambian historias y consejos en los grupos de apoyo que han surgido en los mismos medios sociales en los que sus padres y abuelos fueron captados.

Alimentando a la bestia

En los mítines de Trump los seguidores de QAnon son cada vez más visibles, con sus pancartas, camisetas y gorras de béisbol que muestran la letra Q y consignas del movimiento, como WWG1WGA (Where we go one, we go all, “Donde va uno, vamos todos”) y Save the children (“Salvad a los niños”). El propio Trump les ha brindado su apoyo tácito, refiriéndose a ellos como “gente que ama a nuestro país”, compartiendo sus tuits y felicitando públicamente a Marjorie Taylor Greene cuando fue elegida candidata al Congreso en un distrito firmemente republicano de Georgia. Greene es la más entusiasta seguidora de QAnon entre la veintena de candidatos que han apoyado o promovido la conspiración.

Referencias al WWG1WGA, el eslogan de QAnon, en un coche que participó en un convoy de caravanas en Adairsville, Georgia, EE.UU. el 5 de septiembre de 2020.

Sorprendentemente, dado el carácter estrambótico de QAnon y su reparto mayoritariamente estadounidense, la conspiración se ha propagado a América Latina y Europa occidental. Según NewsGuard, que investiga la veracidad de la información en internet, la difunden docenas de cuentas y páginas en los medios sociales que atraen a cientos de miles de seguidores en el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania. Por otro lado, manifestantes enarbolando pancartas con alusiones a QAnon han participado en movilizaciones contra medidas para prevenir la transmisión del coronavirus en Londres, París y Berlín, como la que hizo amago de asaltar el Reichstag a finales de agosto.

La vaguedad de los mensajes de Q facilita que grupos existentes –ya sean de extrema derecha, como los supremacistas blancos, o populistas, como los Gilets jaunes– puedan adaptarlos al contexto local. Así, Emmanuel Macron, Giuseppe Conte y Angela Merkel se convierten en pedófilos, satanistas y títeres del estado profundo, mientras que nacionalistas populistas como Vladimir Putin, Boris Johnson, Matteo Salvini y Jair Bolsonaro son los aliados de Trump. Y como en EEUU, donde el FBI calificó a QAnon de riesgo terrorista en agosto de 2019, el movimiento ha sido vinculado a actos de violencia: el supremacista blanco que mató a 10 personas en Hanau el pasado mes de febrero era un fan.

n esta foto de archivo del 2 de agosto de 2018, un manifestante sostiene un cartel con la letra Q y espera en línea con otros para entrar en un mitin de campaña con el presidente Donald Trump en Wilkes-Barre, Pa. Facebook y Twitter prometieron dejar de alentar el crecimiento de la teoría de la conspiración infundada QAnon, que convierte al presidente Donald Trump en un guerrero secreto contra una supuesta red de tráfico de niños dirigida por celebridades y funcionarios del gobierno.

QAnon expone las fracturas sociales provocadas por la creciente desigualdad y el sentimiento de alienación ante las elites. Es asimismo un síntoma de la desconfianza que inspiran los medios de comunicación mayoritarios y de la aceptación de los “hechos alternativos” que fomentan los populistas. Hastiados de sentir que no tienen voz, los fieles se aferran a la esperanza de que la situación cambiará cuando se desencadene la “tormenta” y se enorgullecen de formar parte del “gran despertar”. Las burlas de los escépticos y las restricciones de los medios sociales no hacen sino alimentar su sentimiento de persecución y aumentar la solidaridad intra-grupal. Sin duda, esta y otras teorías conspirativas tienen cuerda para rato. 

Mujeres durante el Rally de Católicos por el triunfo de la vida en la Plaza Marconi en el sur de Filadelfia, el domingo 4 de octubre de 2020.