De 2015 a 2021, Argelia habrá gastado 35.000 millones de dólares estadounidenses en armamento. Es decir, una media anual de 5.800 millones de dólares. Se trata de una suma enorme para un país donde la población hace interminables colas para cubrir necesidades básicas como leche, aceite, sémola, alubias, lentejas, etc. Un país donde el desempleo endémico afecta a todos los estratos sociales debido a la falta de proyectos de creación de empleo.
Desde su nombramiento (que no elección) por el Ejército para la magistratura suprema, Abdelmadjid Tebboune y sus propagandistas no dejan de insistir en que la nueva Argelia será diferente de la de antes. No dejan de prometer días mejores para un país que se hunde cada vez más en el empobrecimiento sin el menor atisbo de esperanza, a pesar de los miles de millones de dólares cosechados gracias a las subidas récord de los precios del petróleo y del gas.
Por desgracia para los argelinos, estas subidas de precios les benefician poco. Para asombro de los observadores de la escena argelina, es el Ejército el que se beneficia. Y de qué manera. A punto de concluir su mandato, Abdelmadjid Tebboune ha aumentado el presupuesto de armamento para 2023 a 18.000 millones de dólares estadounidenses, frente a los 9.000 millones del año anterior. Una cantidad que deja estupefacto a todo el mundo, excepto a los miembros de un Parlamento de pacotilla que votan a favor de todas las leyes sin la menor reserva.

No contento con este regalo de 18.000 millones, el presidente Tebboune ofrece para su último año un presupuesto récord de 21.600 millones de dólares estadounidenses. Esto es lo que ha llevado a algunos analistas a afirmar que sólo la corrupción puede justificar semejante presupuesto. Es bien sabido que el comercio de armas genera importantes sobornos. De ello se benefician los generales argelinos utilizados por el difunto Bouteflika para repartirse parte de los ingresos del petróleo. Con Tebboune, se han vuelto más exigentes y más voraces. No hay que ser un genio para darse cuenta de que cuanto mayor es el presupuesto para armamento, mayor es la “tchippa” (como dicen los argelinos a los sobornos), confiesa un conocedor de los entresijos del poder argelino.
Con un presupuesto de 21.600 millones de dólares, el Ejército se lleva la parte del león del proyecto de Ley de Finanzas de 2024, por delante de sectores vitales como la educación, la sanidad, la agricultura, la industria, etc. Ningún país de África puede permitirse gastar tanto en armamento, ni siquiera en tiempos de guerra. “Es asombroso”, afirma un antiguo alto funcionario.
En dos años, el Ejército argelino ha recibido 39.600 millones de dólares para su armamento. Es decir, 4.600 millones más de lo que se le había asignado en 6 años (entre 2015 y 2021). Sin embargo, este exceso no tiene justificación. Argelia no está en guerra. No es a los pocos grupos terroristas que deambulan por la región del Sahel a los que vamos a combatir con un material de guerra tan caro. Grupos terroristas que dirigen sus acciones contra Mali, que no recibe ninguna ayuda militar del régimen argelino. Sólo el Polisario aprovecha este colosal presupuesto para lanzar ataques contra Marruecos con el fin de provocarle una respuesta militar. Estas provocaciones están condenadas al fracaso y es probable que se vuelvan en su contra en un futuro muy próximo. La clasificación del Polisario como “organización terrorista” por los organismos internacionales, en respuesta a sus últimos ataques contra civiles en la región de Esmara, significaría sin duda su fin.