Los motivos estarían relacionados con la fuerte rivalidad que mantiene Irán con Israel

Siria expulsa a un líder iraní de las Fuerzas Quds

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Siria ha expulsado al comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, Jawad Ghafari. Así lo ha reconocido el ministerio de Exteriores de Irán tras confirmar la autenticidad de los informes que aseguraban su expulsión.

Esta exclusión ha sido ejecutada por el régimen de Al-Asad. Las razones aun no han sido claras, pero todo apunta a la confrontación que Irán mantiene con Israel ya que Siria acusa a Ghafari de casi provocar “una guerra regional no deseada” con los israelíes. Según indica el informe el comandante iraní habría actuado “en contra de las instrucciones” y lideró “una serie de actividades contra Estados Unidos e Israel que casi hundieron a Siria, incluyendo el ataque a objetivos estadounidenses en Siria el 20 de octubre” a través de las milicias proiraníes.

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Asimismo, los informes acusan a Ghafari de realizar “una violación contra la soberanía de Siria” y de protagonizar un contrabando de varios productos sirios y establecer un mercado de armas. Junto a esto, señalaron que las fuerzas iraníes habrían explotado varios recursos naturales y económicos del país, sin pagar los impuestos correspondientes al gobierno sirio.

Conocido también como General de Brigada Ahmed Madani, Jawad Ghafari llevó a cabo un papel destacado en la guerra Irán-iraquí bajo el liderazgo de Qassem Soleimani, el antiguo comandante de las fuerzas de la Guardia Revolucionaria iraní en el norte de Siria, abatido por las fuerzas estadounidenses.

Según indican algunas fuentes, Ghafari  habría estado involucrado en algunos asesinatos acontecidos durante la batalla por la liberación de Alepo, además de haber cometido crímenes durante el asedio de Guta Oriental, enclave donde se ha librado importantes bombardeos contra la población civil y donde se sigue investigando supuestos ataques químicos perpetrados con sarín.  

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Irán e Israel en la guerra siria

Las protestas contra el régimen de Al-Asad libradas en el año 2011 derivaron en un levantamiento popular y rebelde que trataba de finalizar con el sempiterno mandato de los Al-Asad. Lejos de conseguir su derrocamiento, Siria se convirtió en un ajedrez de intereses políticos y económico donde Estados Unidos y Rusia libraron una suerte de guerra fría en la que los civiles se convirtieron en peones a su suerte. 

Grupos terroristas como el Daesh consiguieron fortalecerse y trataron de instaurar un intento de Califato mientras que otros países de la región, como fue el caso de Irán o Israel, no dudaron en apoyar a las principales potencias, los primeros a Rusia y los segundos a Estados Unidos, con el fin de expandir su influencia en la zona.

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Desde Teherán, los lazos que unen al antiguo país persa con “la perla del este”, son vínculos religiosos ya que ambos estados son seguidores de la rama islámica chií, la vertiente que defiende que los líderes musulmanes deben ser descendientes directos del profeta Mahoma. 

Con el objetivo de preservar el chiismo en la zona, rama minoritaria frente a una amplia mayoría suní, Irán prestó asistencia financiera a Damasco en “líneas de crédito de entre 10.000 millones de dólares y 15.000 millones”, además de suministros de petróleo y ayuda técnica para el abastecimiento energético.

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Sin embargo, diferentes analistas señalaron que la estrategia de Irán en Siria no respondía únicamente a un sentimiento religioso si no que los intereses geopolíticos predominaban. Entre sus motivaciones por participar en el conflicto podría estar incluida la presencia israelí en la zona, ya que desde la revolución iraní señalan que “el primer objetivo de Irán es luchar contra Israel”.  En este marco, no sólo la República Islámica no reconoce a Israel si no que lo considera como una gran amenaza para su seguridad nacional y regional.

La presencia de Estados Unidos en Siria trajo por ende la intervención israelí en la guerra. Si bien la postura oficial desde Tel Aviv era la neutralidad, su posición se mantenía firme en cuanto a la oposición a la participación de Teherán en el conflicto. En este contexto, el ministro de defensa israelí señalaba que “mantener a Asad en el poder derivaría en el aumento de la presencia de Irán y Hezbolá en Siria”.

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Así, el papel militar de Israel se habría limitado a una serie de ataques con mísiles, ofensiva que no había sido reconocida de forma oficial hasta el 2017. De hecho, fue en este mismo año en el que se anunció un alto el fuego en el suroeste de Siria por parte de Estados Unidos y Rusia, un a acuerdo al que Israel se opuso por no ver sus intereses de seguridad reflejados ya que “contradecía todas las posiciones que Israel había presentado a los estadounidenses y a los rusos”.

Israel continuaba alertando del peligro que suponía la presencia de Irán en la zona mientras que las fuerzas de Hizbulá veían una oportunidad en el conflicto para fortalecer su presencia. Tras surtir de apoyo a la minoría chií, la rama terrorista libanesa servía a los intereses de Irán defendiendo el eje Siria-Irán.

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La victoria de Al-Asad en el conflicto civil desembocó en el fortalecimiento de las bandas pro iraníes en la zona. A esto le suceden la presencia de milicias iraníes fuertes que se mantienen en países como Irak, donde se teme que, tras la futura salida estadounidense, la presencia iraní se fortalezca. Este hecho preocupa a países como Arabia Saudí, reino que mantiene una histórica rivalidad con Irán que ha llegado a ser calificada como la nueva guerra fría de Oriente Medio. 

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