Los talibanes siguen haciéndose más fuertes en Afganistán, o al menos eso pretenden. De acuerdo con el portavoz del Ministerio de Defensa de los talibanes, Enayatullah Khawarizmi, señala que han logrado formar a el 80% de los antiguos funcionarios del Ejército afgano, anteriormente entrenados por el Ejército estadounidense durante la presencia de este.
Este nuevo entrenamiento responde a una nueva estrategia por parte de los insurgentes al tratar de crear un nuevo Ejército afgano bajo el mando de los talibanes. En este aspecto el nuevo régimen ha creado un comité especial establecido para este fin. El comité, compuesto por 20 personas, tiene la responsabilidad de seleccionar a soldados que forman parte del Ejército afgano e instruirlos, además de construir nuevas unidades militares.

El jefe del personal de las fuerzas armadas de los talibanes, Qari Fasehuddin, afirmó el pasado noviembre que trataran de reclutar a 150.000 combatientes nuevos en sus filas. Con esta nueva política los talibanes buscan atraer a los funcionarios que habían servido con anterioridad a Afganistán bajo la presidencia de Ashraf Ghani para conseguir crear nuevos adeptos a su causa.
Tras la toma de Kabul, ejecutada el pasado agosto, los talibanes consiguieron hacerse con el control del armamento estadounidense, parte del cual había servido favorable al Ejército afgano. En kunduz, una de las ciudades que contaba con una significativa presencia estadounidense, los talibanes consiguieron hacerse con un importante arsenal armamentístico y tecnológico. Entre estos se encontraban vehículos blindados antiminas, Humvees y aviones no tripulados.

El Ejército afgano apenas puso resistencia durante la insurgencia de los talibanes. De acuerdo con distintos analistas las causas que explican el por qué de su escasa obstinación es debido a la propia corrupción que existe dentro del Ejército, así como a la poca motivación que los soldados mostraban a la hora de defender el país. Esta última parece haber sido una de las principales causas en común ya que, en Afganistán, un país que sigue contando con una fuerte influencia de las tribus, la lealtad prevalece más hacia una región que hacia el gobierno central. Por otro lado, a los talibanes les une un fin en común: su ideología islámica y las ansias de echar a “los imperialistas occidentales” que habrían invadido el país.
Asimismo, la desmoralización que existía y en cierto modo sigue existiendo entre los soldados afganos fue clave para su rendición. Según señalan diferentes analistas, el Acuerdo de Doha fue el sello que evidenciaba el poco interés que Estados Unidos sostenía en Afganistán. Y es que cabe mencionar que la guerra de Afganistán supuso un conflicto tremendamente costoso para la economía estadounidense ya que Washington habría gastado más de 83.000 millones de dólares tanto en equipar como en entrenar a los militares afganos, algo que no se podía sostener más a largo plazo.

En consonancia con esta elevada cifra, el Ejército afgano debería haber estado más que preparado para hacer frente al avance talibán pero la realidad es que tanto su poca eficacia como su escasa motivación hicieron que Afganistán cayera de forma sorprendente bajo el poder de los talibanes.
Un informe emitido por el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos señala que la mayor parte del Ejército optó por “hacer tratos con los talibanes, rendirse, o simplemente esfumarse, en lugar de arriesgar sus vidas por una causa perdida” mientras señala que otras unidades afganas “combatieron duramente”.
Asimismo, en esta debacle también se pone la mira sobre el escaso respaldo aéreo que hubo por parte de la OTAN. En las últimas décadas este apoyo fue un elemento clave para frenar la amenaza de los talibanes. Anteriormente, con la presencia de las tropas occidentales, los afganos podían contar con el respaldo de este tipo de defensa, algo de lo que ahora prescinden tras la retirada de las tropas.