Durante todo el viaje a Nueva York, la cabeza del presidente argelino estuvo llena de sueños. Se veía a sí mismo siendo recibido con gran pompa por Joe Biden y pronunciando un discurso histórico en la ONU.
Al recibir a la embajadora estadounidense en Argel, Elizabeth Moore Aubin, tres días antes de su partida hacia Nueva York, el presidente argelino aprovechó la ocasión para pedir reunirse con el jefe de la Casa Blanca durante su viaje al país del Tío Sam, donde debía asistir a la 78ª sesión de la Asamblea General de la ONU. Su solicitud estaba motivada por su deseo de mantener relaciones equilibradas con las grandes potencias. Tras reunirse con el ruso Vladimir Putin y el chino XI Jinping, Abdelmadjid Tebboune desea entrevistarse con Joe Biden.
Llegado dos días antes de la apertura de la Asamblea General, Tebboune no vio la menor señal de los estadounidenses. Incluso los demás jefes de delegación presentes en Nueva York le ignoraron. Se contentó con reunirse con sus "amigos" habituales, como el palestino Mahmoud Abbès, el iraní Ibrahim Raïssi, el cubano Miguel Díaz-Canel y el sudafricano Cyril Ramaphosa, además de los presidentes de Ghana y Guinea-Bissau. Un magro palmarés para un hombre que fue a la caza mayor y se dio aires de gran líder.
En cuanto a su encuentro con el presidente de la Confederación Helvética, es cosa del pasado. Encargado por los generales de pedir a Alain Berset que tomara medidas para cerrar el caso del general retirado Khaled Nezzar, juzgado en Suiza por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, Abdelmadjid Tebboune ignoraba, al igual que sus asesores y quienes le encargaron la misión, que el mandato del presidente suizo es sólo de un año. Su mandato termina dentro de tres meses. Por otra parte, en Suiza, la separación de poderes está bien establecida. Los jueces son elegidos y no están sujetos a ninguna influencia política. Así que Tebboune ha llamado a la puerta equivocada. Y ha sufrido otro revés del que podría haberse librado.
Esperaba compensar este contratiempo reuniéndose con el jefe del ejecutivo estadounidense.

Tebboune, que tanto esperaba conocer a Joe Biden, se vio cerca de sus objetivos cuando supo que el presidente estadounidense se encontraba en Nueva York para asistir al mismo acto al que él mismo se había invitado. Así que no hay necesidad de pensar en un viaje a Washington, ni de hacerse un hueco en la agenda del hombre que gobierna la primera potencia mundial. Todo está en su sitio.
Contando los días y las horas que pasaban, Tebboune no veía venir nada. Al enterarse de que el miércoles 20 de septiembre el presidente Joe Biden iba a invitar a los jefes de las delegaciones a una recepción en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, al margen de la 78ª Asamblea General de la ONU, el jefe de Estado argelino volvió a albergar la esperanza de reunirse con el inquilino de la Casa Blanca. A falta de un encuentro cara a cara en el Despacho Oval, un apretón de manos pasará a la historia.
Muy a su pesar, Tebboune no vio venir la invitación al Museo Metropolitano de Arte. No estuvo en la lista de invitados por una razón que sólo conocen los organizadores de la recepción. Es la primera vez que un presidente argelino es despreciado de esta manera. Es la peor humillación que puede sufrir un jefe de Estado: ser excluido de una ceremonia a la que están invitados todos sus homólogos. Cabe preguntarse si esta exclusión concierne al propio hombre o al régimen que representa. Es cierto que el régimen argelino no está en olor de santidad con la administración estadounidense ni en la escena internacional, donde acumula una serie de fracasos. Se trata de un régimen beligerante que multiplica las rencillas y las provocaciones al tiempo que hace gala de una arrogancia fuera de lugar.

Esta arrogancia quedó patente en el discurso de Tebboune ante una sala vacía, en el que amontonó un disparate tras otro, alcanzando el colmo de la estupidez cuando anunció con suficiencia que su país se disponía a producir 1.400 millones de m3 diarios de agua de mar desalinizada. A falta de un apretón de manos con Biden, es esta frase la que pasará a los anales de la historia del presidente Tebboune. Al fin y al cabo, Biden tuvo mucho que ver con el fracaso de Tebboune.