En biología, al mutualismo se le conoce como la interacción biológica entre individuos de diferentes especies donde ambos se benefician y mejorar su aptitud biológica. Así podría describirse la relación que han llevado a cabo en los últimos años China y África, donde el gigante asiático, en aras a extender su influencia geopolítica, se ha convertido en el principal socio para el continente africano, mientras este último se ha beneficiado de estas inversiones. Pekín ha ido tejiendo una tela de araña en los países africanos incrementando su influencia tanto económica, como política y cultural.

África había sido el continente olvidado tanto por Europa como por Estados Unidos. En el año 2000, China entró en la Organización Mundial del Comercio y las relaciones bilaterales aumentaron de manera exponencial, convirtiéndose Pekín en 2009 en el primer socio comercial de África y el mayor importador de petróleo, obteniéndolo principalmente de Sudán y Angola. Además, Uranio de Namibia y Níger; coltán de la República Democrática del Congo o hierro, cobre y zinc de otro puñado de países son las principales materias primas de las que se abastece el gigante asiático.
Ya en 1955 tuvo lugar la famosa Conferencia Afroasiática de Bandung, en Indonesia, donde África y China reforzaron sus vínculos, como ejemplos de países no alineados. Pero las inversiones chinas en África no solo están dirigidas a la explotación de minerales, sino que alcanzan industrias, la construcción y el sector servicios. Puertos, aeropuertos, carreteras, hospitales o colegios han sido construidos por empresas chinas. Según la universidad Johns Hopkins, el 81% de las inversiones chinas en Kenia han ido a parar al sector transporte; el 59% en Marruecos a la energía y el 71% en Chad a la industria.

Todas estas cifras han sido traducidas en puestos de trabajo, pero no cabe idealizar esta acción china, pues la corrupción y las paupérrimas condiciones laborales en las que se encuentran estos trabajadores también son cuestionables en esta estrategia.
Además, cabe destacar que no solo a nivel económico se resumen las relaciones chino-africanas. En la estrategia a largo plazo que tiene Xi Jinping con el continente africano se incluye la formación de militares africanos en academias chinas o la primera base militar china en Yibuti, país muy bien posicionado geoestratégicamente en el cuerno de África.

Sin embargo, cabe resaltar que esta ‘luna de miel’ que vivían Pekín y África puede verse muy perjudicada por los últimos acontecimientos. La pandemia del coronavirus no solo está poniendo en jaque los sistemas sanitarios mundiales, sino también las economías de los países y el estilo de vida.
Las relaciones diplomáticas también se están viendo perjudicadas. La Unión Africana (UA) y diferentes gobiernos del continente han hecho públicas una serie de protestas formales hacia China por el trato que están recibiendo los africanos en el país asiático, sobre todo en la ciudad de Guangzhou.
Esta ciudad china, al sur del país, tiene un núcleo urbano de unos 15 millones de habitantes, donde hay una gran cantidad de africanos afincados, sobre todo nigerianos. El pasado mes de abril, cuando en China las secuelas de la pandemia remitían y en varias ciudades ya se estaba volviendo a una cierta normalidad, el miedo a un nuevo rebrote puso en el ojo del huracán a la comunidad africana y los ataques racistas y de discriminación se multiplicaron. Los ataques a este grupo por parte de la comunidad china vinieron motivados por el rumor de que la población africana era el nuevo foco de contagio de la enfermedad.

Sin embargo, y según los números, solo 22 de los 183 casos importados de la provincia procedían de inmigrantes africanos.
Desde el 8 de abril, se produjeron discusiones en las redes sociales sobre el desalojo de lugares públicos y el maltrato a africanos en la ciudad de Guangzhou, lo que llevó a varios embajadores africanos a escribir una carta al Ministerio de Exteriores chino en la que condenaban “el persistente hostigamiento y la humillación de los ciudadanos africanos”. Musa Faki Muhammed, jefe de la Organización de la Unidad Africana, escribió en su cuenta personal de Twitter que su oficina había invitado al embajador de China ante la UA, Liu Yuxi, para “expresar la extrema preocupación por las denuncias de malos tratos contra africanos en Guangzhou y el llamado a tomar medidas correctivas en línea con las buenas relaciones (entre África y China)”.
Por parte del gigante asiático, el medio de comunicación China Global Television Network (CGTN, por sus siglas en inglés), ha calificado estas informaciones como ‘fake news’, y varias autoridades han reducido estos ataques a simples sucesos esporádicos. No obstante, para evitar males mayores, el ministro de Relaciones Exteriores de China prometió el mismo trato a todos los ciudadanos extranjeros en China y culpó de estas tensiones a la “manipulación por parte de ciertas fuerzas”.

No cabe duda de que estos episodios no benefician a ninguno de los dos, y mucho menos a China. Por eso, en las últimas semanas, con la llegada de la pandemia a África, Pekín está tratando de buscar una distensión, aprovechando sus capacidades logísticas para el envío de donaciones masivas de suministros médicos, test de diagnóstico y equipos sanitarios.
Como señala en un artículo del Council on Foreign Relations, Stephen Paduano, investigador de la London School of Economics, en el pasado los funcionarios africanos se han mostrado complacientes con las políticas chinas y no se han pronunciado en contra del Gobierno de Xi Jinping en situaciones como Hong Kong o Taiwán y tampoco han mostrado objeciones sobre la guerra comercial entre Estados Unidos y Pekín. A cambio, China ha proporcionado la demanda a los consumidores africanos, así como acceso al capital.

La llegada del coronavirus a África ya ha puesto en aviso a la comunidad internacional. Los esquilmados servicios sanitarios y las pocas garantías que puede dar el confinamiento en estos lugares, unido a las ya profundas crisis protagonizadas por el ébola, las hambrunas o la falta de medios para tener una higiene mínima, hacen que la COVID-19 despierte un gran terror en el continente.
El envío de material sanitario por parte de China no solo tiene un papel samaritano, sino que también aguarda un interés geopolítico. Habrá que comprobar, entonces, si los últimos picos de tensiones racistas pueden abrir, o no, una brecha en las relaciones entre ambos y, en el caso de que así sea, si puede revertirla el envío de equipamiento médico.