El país euroasiático continúa su expansionismo internacional, que le ha llevado ya a posicionarse en el Mediterráneo a través de la participación en los conflictos de Libia y Siria

Turquía fija su mirada en Yemen

PHOTO/REUTERS - El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en una conferencia de prensa

La Turquía de Recep Tayyip Erdogan parece centrar su objetivo en Yemen después de haber extendido su influencia por el arco mediterráneo al entrar en las guerras civiles de Siria y Libia, donde ha desplazado parte de su importante Ejército y donde ha dispuesto milicias formadas por mercenarios a sueldo provenientes en muchos casos de antiguas filiales de grupos yihadistas, como ya han apuntado diversos medios. 

La nación otomana impulsa así su intervención en el área del Mediterráneo y de Oriente Medio para tener una mayor presencia y beneficiarse de una situación geoestratégica regional importante. 

Ahora el más reciente reto es Yemen, país también sumido en una guerra civil que enfrenta al poder establecido contra los rebeldes hutíes, milicias chiíes que tratan de socavar el Gobierno reconocido internacionalmente de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, el cual recibe el apoyo de una alianza árabe liderada por Arabia Saudí y secundada por Emiratos Árabes Unidos (EAU). En este escenario, los insurgentes hutíes tienen el respaldo de la República Islámica de Irán, gran estandarte de la rama chií del islam contrapuesta a la suní defendida por el reino saudí. 

El presidente de Yemen, Abd Rabbuh Mansur al-Hadi

El presidente Recep Tayyip Erdogan utiliza esta campaña internacional para desviar la atención de los problemas internos que afronta su régimen, sumido en una grave crisis económica por la fuerte caída de la lira turca y desacreditado ante el cada vez mayor ascenso de la oposición, encarnada principalmente por el Partido Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas en turco), formación política que tuvo unos excepcionales resultados en las elecciones municipales del año pasado y que arrebató al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) de Erdogan importantes focos de poder como el Ayuntamiento de Estambul, corazón financiero del país euroasiático, y Ankara, capital administrativa de la nación. Los rivales del ‘sultán’ se hacen cada vez más fuertes, y ante esto el Gobierno oficialista responde con purgas entre la oposición, como las representadas por detenciones de mandos del Ejército por supuesta connivencia con el fallido golpe de Estado de 2016 del que se acusa al clérigo opositor Fethullah Gülen, o arrestos de elementos rivales como los ligados al Partido Democrático del Pueblo (HDP, por sus siglas en turco), a los que se acusa formalmente de nexos con el proscrito Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en turco), considerado fuerza terrorista por la propia Turquía o Estados Unidos. 

Enfrentado a una creciente oposición en su país, el presidente turco Tayyip Erdogan se encuentra en medio de aventuras en el extranjero, en expansión de su influencia y amenazando la posición de Rusia en Libia y Siria.

Mientras, ahora está desafiando a la coalición árabe liderada por Arabia Saudí en Yemen con financiación de Qatar, país enfrentado a la alianza árabe de Arabía Saudí, Emiratos, Bahréin y Egipto, que impusieron en 2017 un bloqueo político y económico sobre la monarquía del Golfo tras acusarla de apoyar el terrorismo transfronterizo. Este embargo supuso un gran golpe financiero para la nación dirigida por el emir Tamim bin Hamad al-Thani, que buscó otros socios en el plano internacional para reforzar su posición, encontrando la asociación que se desarrolla actualmente con Turquía e Irán. 

El emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani

En su intento de minar la coalición que lucha contra la insurgencia hutí, Ankara utiliza a un desertor del Gobierno de Yemen, el exministro de Transporte Saleh al-Jabwani, y a los Hermanos Musulmanes, organización muy vinculada con Qatar y que es considerada terrorista por varios países occidentales, como EEUU. 

Entre los planes turcos se encuentra la intención de conquistar la provincia suroriental de Shabwa, rica en petróleo, donde la Hermandad Musulmana perdió el apoyo que tenía por completo. El centro de reclutamiento de Al-Jabwani establecido en Ataq, la capital de Shabwa, ha atraído hasta ahora a 600 combatientes con la promesa de un salario y armas de contrabando pagadas por Qatar, como recogió el medio Noticias de Israel. Además, se espera separar a los desertores de la coalición en otras provincias también.

Activistas ligados a la Hermandad Musulmana de Yemen renovaron sus ataques mediáticos contra la alianza dirigida por Arabia Saudí, y pidieron soluciones alternativas como la creación de una nueva coalición en Yemen dirigida por Ankara; además del establecimiento de un consejo militar alternativo.

Miembros de la Policía Militar de los rebeldes hutíes yemeníes apoyados por Irán desfilan por las calles de la capital, Saná, el 8 de enero de 2020

Diversos sectores políticos consideraron que las campañas que atacan a la alianza árabe aumentan la posibilidad de la intromisión turca en Yemen en respuesta al retroceso sufrido por los Hermanos Musulmanes en el país yemení, como un indicio del crecimiento de las voces contrarias a la coalición dentro del Gobierno legítimo e instituciones dominadas por el Partido de la Reforma (la filial de la Hermandad Musulmana en Yemen).

Mientras, diferentes fuentes confirmaron al medio The Arab Weekly que se espera otra ola de escalada de la Hermandad Musulmana en la provincia de Shabwa, donde el citado exministro de Transporte Saleh al-Jabwani continúa sus actividades de crear milicias de coalición antiárabe con fondos de Qatar. Según las mismas fuentes, nuevos cargamentos de armas llegaron a la ciudad de Ataq, la fortaleza de los Hermanos Musulmanes en Shabwa y donde Al-Jabwani habría establecido su primer campo de reclutamiento y entrenamiento.

Fotografía de archivo de banderas de la Hermandad Musulmana en Ammán

Las fuentes también confirmaron la aparición de iniciativas de la Hermandad Musulmana en Hadramut y Mahra, también con financiación de Qatar, en el contexto de un plan para crear tensiones y confrontaciones en las gobernaciones liberadas del sur, mientras que los hutíes continúan su labor encaminada a controlar grandes áreas en Al-Jouf. Los informes indicaron que estas áreas fueron entregadas a las milicias hutíes en respuesta a la toma de control de Adén por parte del Consejo Transicional Sureño (STC, por sus siglas en inglés) en agosto de 2019.

El medio The Arab Weekly también informó sobre el supuesto acuerdo encubierto entre la Hermandad Musulmana en Yemen y los hutíes, bajo los auspicios de Turquía, Irán y Qatar, para compartir áreas de influencia en Yemen, con los rebeldes insurgentes controlando el norte de Yemen, a cambio por apoyar las ambiciones de la Hermandad de adquirir las regiones del sur.

Combatientes rebeldes hutíes sostienen sus armas durante una reunión destinada a movilizar a más combatientes para el movimiento hutí apoyado por Irán, en Saná, Yemen, el jueves 20 de febrero de 2020

Yemen es la puerta contigua al rival saudí y es muy interesante para el polo representado por Qatar y Turquía ganar posiciones en este país vecino del Reino. Algo que supondría una piedra en el zapato en la región de Oriente Medio para Arabia Saudí y sus socios. 

Turquía viene de buscar su lugar en Libia y Siria, donde interviene en las guerras civiles que se desarrollan en ambos países para buscar un beneficio propio. Tanto en el país norteafricano como en el árabe hay mucho en juego, como por ejemplo el rico petróleo alojado en sus territorios y la importante posición geoestratégica ligada al arco mediterráneo. Erdogan desea dos bases permanentes en la zona y allí desplegó a su Ejército, apoyado por mercenarios a sueldo ligados al terrorismo yihadista. El régimen otomano apoya en Libia al Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA, por sus siglas en inglés) del primer ministro Fayez Sarraj, que está radicado en la capital Trípoli y que es reconocido oficialmente por la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde 2016, frente al Ejército Nacional libio (LNA, por sus siglas en inglés) del mariscal Jalifa Haftar, que está ligado al otro Ejecutivo oriental de Tobruk y que es apoyado por Rusia, Arabia Saudí, EAU, Egipto y Bahréin. La intervención turca, que está ganando terreno con victorias parciales del GNA para recuperar terreno ante las huestes de Haftar, ha enfrentado a Erdogan con la Rusia de Vladimir Putin, alineada con el LNA. En este sentido, las fuerzas tripolitanas recuperaron enclaves importantes como los de Sorman y Sabratha y Ankara incluso está negociando el uso de la base naval de Misrata y la base aérea de Al-Watiya, recuperadas recientemente gracias a la ayuda militar turca.

Fayez Sarraj, primer ministro del GNA de Libia, en una conferencia de prensa conjunta con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en Ankara, Turquía, el jueves 4 de junio de 2020

El soporte turco se remonta a noviembre de 2019, cuando Recep Tayyip Erdogan y Fayez Sarraj rubricaron un acuerdo por el que se garantizaba el apoyo castrense turco al GNA y por el que se repartían zonas económicas exclusivas en el Mediterráneo, que entran en conflicto con las fronteras marítimas de Chipre, Grecia y Egipto; todo ello para buscar fuentes energéticas ligadas con las prospecciones gasistas y petrolíferas. Turquía también planteó posibles acuerdos energéticos y de construcción con Trípoli una vez que la lucha armada termine. 

La preocupación en Atenas por el acuerdo marítimo y el impulso de Ankara para una presencia militar norteafricana se plantearon en las conversaciones que el primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, mantuvo con su homólogo israelí, Benjamin Netanyahu, en Jerusalén el martes pasado. 

El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, canceló la reunión con su homólogo turco, Mevlut Çavusoglu, que estaba programada para el domingo. Mencionó que reprogramaría la reunión a condición de que Turquía y el GNA detuvieran las operaciones militares y, en particular, se abstuvieran de atacar Sirte y Al-Jafra, localidades consideradas como una línea roja por Egipto, país vecino de Libia, como recordó el presidente del país norteafricano, Abdel Fattah al-Sisi, quien advirtió que las Fuerzas Armadas egipcias están preparadas para una intervención dentro y fuera de sus fronteras, en clara alusión a cualquier eventualidad que se puede dar en la guerra libia, una advertencia que fue señalada como una especie de declaración de guerra por parte de la Administración Sarraj. Si no se llega a un acuerdo entre Moscú y Ankara, la guerra de Libia podría intensificarse aún más; un conflicto en el que el LNA de Haftar justifica su última gran ofensiva militar sobre Trípoli, que dura ya más de un año, por el objetivo de acabar con los focos yihadistas alojados en la capital y materializar un posterior proceso democrático; y en el que el GNA de Fayez Sarraj denuncia la actividad rival como un auténtico golpe de Estado contra el poder reconocido. 

Esta foto de archivo proporcionada por el Ministro de Asuntos Presidenciales de Emiratos Árabes Unidos el 5 de noviembre de 2019 muestra (de izquierda a derecha) al príncipe heredero de Abu Dhabi, el jeque Mohamed bin Zayed al-Nahyan, caminando junto al presidente de Yemen, Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, y al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, mientras asisten a una ceremonia de firma de la paz entre el Gobierno de Yemen, respaldado por los saudíes, y los separatistas del sur en la capital, Riad

Turquía y Rusia también se posicionan en bandos enfrentados en Siria. La nación presidida por Recep Tayyip Erdogan entró al norte del territorio a través de la frontera turco-siria para hostigar a los kurdos, a los que acusa de acciones terroristas en el sur de Turquía; y con el objetivo de establecer bases de observación y puestos militares en el entorno de Idlib, último reducto rebelde contrario al régimen de Bachar al-Asad que, apoyado principalmente por Rusia, trata de conquistar este último bastión insurgente para unificar el país. 

Turquía se instaló al norte del suelo sirio tras el acuerdo alcanzado el año pasado con Estados Unidos, por el que el Gobierno de Donald Trump retiraba tropas de la zona abandonando así a las Unidades de Protección del Pueblo (YPG, por sus siglas en turco), integradas en las opositoras al régimen de Al-Asad Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), que fueron claves para asistir a EEUU en la derrota infligida al grupo terrorista Daesh en Al-Baghouz hace un año. Las tropas y armas turcas sirven en la provincia norteña de Idlib para detener el avance del régimen sirio contra los rebeldes yihadistas, mientras que, al mismo tiempo, el país euroasiático realiza patrullas conjuntas con los rusos, que respaldan al régimen oficialista, en la conocida autopista M4.

El presidente de Siria, Bachar al-Asad

Una presencia aérea y naval permanente en Libia, junto con su base militar en Qatar y una fuerte influencia en Siria, aumentaría sustancialmente la influencia de Turquía en la región hasta un nivel que preocupa seriamente a sus vecinos y adversarios, sobre todo a la coalición árabe encabezada por Arabia Saudí.

Por si fuera poco, Turquía también entró en acción al norte de Irak, con ataques de su fuerza área contra puntos neurálgicos del PKK kurdo en las montañas del Kurdistán iraquí. Algo que provocó las protestas en las calles del HDP pro-kurdo, que se suman a las ya desplegadas por esta formación a lo largo de las últimas semanas contra las detenciones llevadas a cabo por fuerzas policiales del régimen de Erdogan contra elementos del partido acusados de ayudar en la práctica a las milicias del PKK.

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