Vientos de cambio económico, pero no político, en Cuba

Irene Infante

Pie de foto: Saludo entre Raúl Castro y Barack Obama en La Habana

A falta de unos meses para abandonar la presidencia de Estados Unidos, y tras casi ocho años en el poder, Barack Obama visita Cuba. Tras el anuncio de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países el 17 de diciembre de 2014, la visita del presidente norteamericano a la isla se considera un punto de inflexión en las relaciones entre ambos países. De este modo, por primera vez en casi 90 años, un presidente estadounidense aterriza en Cuba, por lo que la reunión de Obama con Raúl Castro provoca una gran expectación, tanto en Cuba como en el resto del mundo.

Así, tras años de contienda, el último bastión estadounidense de la Guerra Fría, guardado en la memoria colectiva a raíz de la ‘crisis de los misiles’ cubana en 1962, se suaviza, en aras de comenzar a equilibrar la relación entre ambos países. En el caso de Cuba, la estrategia de hermanamiento con Estados Unidos lo posiciona junto a la América Latina favorable a Norteamérica, y deja a un lado los discursos antiamericanos. De esta forma, la sustancial crisis económica y política del que ha sido su mayor aliado en la región, Venezuela, ha acelerado el cambio de la política cubana hacia Estados Unidos. Sin embargo, conviene recordar que, en lo que a inversiones en la isla se refiere, Venezuela sigue siendo uno de los principales inversores en Cuba, junto con Canadá, China y España.

El restablecimiento de relaciones diplomáticas ha constituido un paso adelante en la liberalización económica de la isla, al menos en el plano teórico, pues la economía planificada cubana choca con las pretensiones estadounidenses. No obstante, en Estados Unidos se han rescindido las restricciones de los estadounidenses de viajar a la isla y se han implementado mejoras en el plano económico, de modo que la esperanza está puesta en la economía, pues el mismo día en que Obama se reunirá con Castro tendrá lugar una reunión con empresarios de Estados Unidos y ‘cuentapropistas’ cubanos en La Habana.

Los paquetes de medidas implementados por el gobierno estadounidense para rebajar el embargo de Estados Unidos sobre la isla, establecido mediante la Ley Helms-Burton de 1996, marcan el buen rumbo de la liberalización de la economía cubana, sin embargo, deberá ser el propio régimen cubano el que amplíe el mercado hacia el sector privado de forma sustancial. En este sentido, a pesar de ser mucho más importante que en otros países, en los últimos tiempos el sector público ha ido perdiendo fuerza en Cuba.

Por este motivo, el desarrollo de las relaciones comerciales entre Estados Unidos y Cuba y el estímulo de la inversión extranjera en el país son puntos clave en el buen curso de la economía cubana. No obstante, según indica Carmelo Mesa-Largo (Economía y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh), el principal problema de la economía del país radica en su “ineficiente sistema económico” y en la “incapacidad para generar exportaciones a fin de pagar las importaciones”. De este modo, las progresivas reformas en materia económica sitúan a Cuba en el punto de mira, pero se deberá esperar unos meses más para poder analizar la evolución (favorable o no) de la economía cubana.

Asimismo, se considera que el sector del turismo constituye una de las primeras prioridades para Obama. Tras el deshielo de las relaciones diplomáticas, 88.996 estadounidenses visitaron Cuba durante los primeros 7 meses del año, tal y como indica el periódico cubano ‘Martí’. De igual modo, se estima que la visita de ciudadanos estadounidenses se incrementará en los próximos meses, en parte por el precedente marcado por el presidente Obama de visita a Cuba en su política de acercamiento al país iberoamericano. 

No obstante, está por ver si en el ámbito político sucede lo mismo, pues el sistema unipartidista cubano deja un reducido margen de maniobra a nivel político. Al mismo tiempo, cuestiones como la monitorización de derechos humanos en la isla por parte de la Comunidad Internacional y el libre movimiento de personas, capital y mercancías constituyen todo un reto para el país. En este sentido, el general Raúl Castro recordó hace unos meses en un discurso que “no debe pretenderse que Cuba abandone la causa de la independencia o renuncie a los principios e ideales por los que varias generaciones de cubanos han luchado durante un siglo y medio. Para avanzar en este proceso [el diálogo entre Estados Unidos y Cuba] debe respetarse el derecho de todo Estado a elegir el sistema económico, político y social que desee, sin injerencia de ninguna forma. Jamás aceptaremos condicionamientos que laceren la soberanía y dignidad de la Patria”.

La estrategia estadounidense pasa por comenzar con la liberalización económica de la isla y dejar que el curso natural de los acontecimientos decida el resto. Así, podría convertirse en una relación de intereses mutuos, pero dejando a un lado el ámbito político, como ya ocurriese con los contactos entre Estados Unidos y algunos países con actuaciones y formas diversas en el ámbito político y social, como es el caso de China. De este modo, la visita de Obama a Cuba recuerda en apariencia a la del desaparecido Nixon al país asiático en 1972.

Resulta innegable que la relación entre ambas potencias es, por el momento, asimétrica. No obstante, la visita de Obama a Cuba marca el intento de ambos mandatarios en equilibrar el pulso político entre ambos países, con el presidente estadounidense como visitante y el cubano como anfitrión. De este modo, Obama ha recalcado que su visita es únicamente el “primer paso” en la relación entre ambos estados, por lo que los próximos meses serán decisivos para conocer la evolución en las relaciones entre ambos países. 

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