El pasado 10 de marzo, Xi Jinping fue nombrado presidente de la República Popular China y comandante del Ejército Popular de Liberación por unanimidad en el plenario de la Asamblea Popular Nacional

Xi Jinping, el portador del anillo

AFP/NOEL CELIS - Xi Jinping
AFP/NOEL CELIS - Xi Jinping

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

Las «dos sesiones» de marzo han sido la última etapa de un largo recorrido de diez años de cambios, orientados a posibilitar la tercera reelección de Xi Jinping y a concentrar el poder en sus manos. El ciclo de transición, necesario para revertir el modelo de liderazgo colectivo establecido por Deng Xiaoping, ha terminado ordenadamente. Ahora bien, todo lo que Xi Jinping ha identificado como reforma institucional supone un cuestionamiento de los cambios impulsados por sus predecesores para resolver la sucesión y recolocar la relación del Partido con el Estado.

Las dificultades en la sucesión, que se han identificado como propias de las dictaduras, no son exclusivas de los modelos autocráticos. La acentuada polarización en Estados Unidos —también en el resto de Occidente— debilita su posición de competidor, fortaleciendo la de China mientras Xi decida mantenerse en el poder.

Con una alianza entre China y Rusia, una guerra en Ucrania, un claro desapego del sur global hacia Occidente y una grave crisis del modelo democrático, la ventaja de Xi Jinping como hombre más poderoso del mundo es una percepción que podría despuntar, impactando contra el equilibrio de poder establecido por el significativo desplazamiento simbólico.

La larga marcha de Xi Jinping no ha terminado

El pasado 10 de marzo, Xi Jinping fue nombrado presidente de la República Popular China y comandante del Ejército Popular de Liberación por unanimidad en el plenario de la Asamblea Popular Nacional. El máximo órgano legislativo le otorgó todos los votos de sus miembros presentes, 2952 apoyos1. Nadie se opuso a la renovación ni se abstuvo.

La orquestada ceremonia de investidura para un tercer mandato adjudicaba también a Xi Jinping, por primera vez, el derecho a reclamar el título de hombre más poderoso del mundo.

Pocas personas en la historia han reunido bajo su control tantos, tan disciplinados, tan compactos y tan eficaces mecanismos de poder durante un tiempo indefinido. Por otra parte, no hay alternativa al dominio del Partido Comunista de China ni posibilidad alguna de que surja. Tampoco, dentro del partido-Estado, hay opción alguna que pueda cuestionar a Xi.

Xi Jinping ostenta el título de núcleo del Partido, como en su día Mao. Por lo tanto, también es el rector del pensamiento y doctrina del Partido. Sus discursos crean el lenguaje, otorgan significado a las palabras, definen conceptos nuevos y reajustan los viejos, establecen el marco de pensamiento y generan la legitimidad de toda la estructura desde arriba. Xi ocupa una posición privilegiada de mediador entre el pasado, el presente y el futuro; entre el pueblo, su lucha y el Partido; entre el Estado y el Partido; entre la teoría y la práctica. Realmente es el mediador de todos los vínculos de poder, porque todos terminan en su círculo.

En la China Popular toda fuente de poder brota de una persona. Todo depende de Xi: la legalidad, los tribunales, la Administración y sus nombramientos, el Gobierno, el Partido, las Fuerzas Armadas, la reforma institucional, la disciplina interna, la lucha contra la corrupción y, además, el componente cognitivo asociado a la interpretación de la historia: su destino, su articulación con la acción política e ideológica del Partido Comunista, su equilibrio con la doctrina y la filosofía de la praxis del socialismo con características chinas. Los mandarines le observan con envidia.

En sus dos anteriores mandatos, Xi ha promovido ordenadamente las reformas precisas para fundar una nueva legitimidad. Simultáneamente, ha conquistado la complicidad de la nación china, convencida de la justicia y necesidad del nuevo modelo de liderazgo. Xi también ha ido apartando a sus posibles rivales y cubriendo los puestos donde se concentra el poder con sus fieles seguidores.

Las «dos sesiones»2 de marzo terminaron con la designación de la cúpula del poder en la Administración del Estado, después de que los cargos del Partido se hubieran renovado durante el anterior mes de octubre. Xi Jinping culminó su revolución interna redistribuyendo las figuras en el tablero para, concentrando su influencia personal en todas partes, construir una nueva era para la China Popular.

Las «dos sesiones» han sido la última etapa de un largo recorrido de diez años de cambios, orientados a posibilitar la tercera reelección de Xi y a concentrar el poder. El ciclo de transición, necesario para revertir el modelo de liderazgo colectivo establecido por Deng Xiaoping, ha terminado ordenadamente, sin alterar la estabilidad y sin resistencia. La sintonización de todo el proceso de reformas trasmite una sensación de armonioso cambio natural, que surge inevitablemente del curso vital del Partido Comunista para recomponer el equilibrio del mundo, con Pekín en el centro.

Ahora bien, todo lo que Xi Jinping ha identificado como reforma institucional supone un cuestionamiento de los cambios impulsados por sus predecesores. Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao pretendieron separar el Partido del Estado y regular la sucesión. Sin embargo, Xi ha restablecido una estructura de poder donde el Consejo de Estado, Gobierno de la China Popular, se ocupa de desempeñar solo funciones de implementación política y burocráticas, bajo una estricta fiscalización del Partido. Como resultado, las líneas de acción de las políticas de gobierno estarán bajo control y coordinadas desde lo más alto de la cúpula, sin mucho espacio para el debate y la fricción. El modelo supone, de alguna manera, una reinstauración del liderazgo personal propio de los viejos tiempos. El peligro de la esclerosis del poder y de la estructura productiva podría acentuarse con el paso del tiempo. No obstante, no es prudente desdeñar la capacidad de aprendizaje y adaptación del Partido Comunista de China, que, con cien años recién cumplidos, ha sabido unir a la nación para disponerla, como gran potencia, a disputar la primacía mundial.

Por otra parte, el totalitarismo comunista chino identificó la sucesión del liderazgo de Mao como un peligroso talón de Aquiles para su continuidad en el poder. Decidido a afrontar la debilidad del sistema, Deng Xiaoping reconfiguró las normas, pautas, mecanismos, costumbres y cultura del Partido para evitar la concentración desmedida de poder en una sola persona y facilitar la sucesión. Un modelo de liderazgo colectivo facilita la transición desde dentro, al instaurar un mecanismo competitivo y estructurado por normas. Las luchas internas han estado encauzadas por soportes institucionales y los relevos en la cúpula han sido aceptados sin excesivo ruido y con pocas tensiones. Regresar a un modelo de liderazgo personal puede provocar otra vez, con el paso del tiempo, la esclerosis del régimen y tensiones en la sucesión: viejas vulnerabilidades que amenazarían el ritmo de ascenso que ha venido manteniendo la China Popular. La larga marcha de Xi no ha terminado, su final no está escrito todavía.

Todo lo que tenga que pasar estará concertado por Xi Jinping, que ha demostrado saber citar, parar, templar, cargar y mandar en el Partido Comunista. Embarcándolo en el embroque, Xi ha desviado su trayectoria política, obligándolo a girar alrededor de su eje, alrededor de su persona, sin perder el sitio y con los pies juntos. Xi Jinping ha sabido entender cómo pisar el terreno para conseguir, cargando la suerte con el cuerpo entero, que el Partido le siga y renuncie a intentar llevárselo por delante. Ha conseguido poner al Partido de su mano con el cuello redondo y la nariz en la vertical, pero la faena no ha terminado, queda por ver el resultado de la suerte suprema de la sucesión.

El relevo en la Secretaría General del Partido Comunista de China (PCCh), en las presidencias de sus comisiones y en los cargos supremos de la RPCh será una decisión del propio Xi. Su influencia se extenderá más allá del momento del cese, porque él sabe que la pervivencia de su legado depende del éxito de la sucesión. Todavía no ha llegado la hora de designar heredero, pero el delfín del emperador nada ya en el gran estanque de su soberano.

El relevo de Xi será fácil o difícil, antes o después, dependiendo de los resultados que China consiga durante la próxima década en su competencia con los Estados Unidos. La cuestión dará que hablar dentro de diez años, y posiblemente empezaremos a ver cómo se plantea poco antes del XXII Congreso del Partido Comunista de China. Mientras tanto, es prudente vigilar el estanque del emperador y el brillo de su anillo.

En la democracia liberal la legitimidad del poder no depende esencialmente de su eficacia, sino de su control institucional; para el Partido Comunista de China, el orden político fundamental es precisamente el inverso. Los resultados mandan siempre que no debiliten la centralidad del Partido, porque la funcionalidad de la praxis es la ortodoxia revolucionaria. La inusual concentración de poder en la persona de Xi, incluso en la República Popular China, puede entenderse como una respuesta a una singular misión dentro de un destino: la movilización de todas las energías de China para colocarla en condiciones de alcanzar la primacía mundial antes del centenario de la República Popular en 2049. El legado de Xi depende de ello.

La marcha fúnebre de los Estados desunidos es corta

Cuestionar la primacía entre los poderosos del presidente estadounidense, en un momento de peligrosa competencia entre grandes potencias, puede traducirse como una comprometida toma de posición. Asignar el privilegio al secretario general del Partido Comunista de China sería dar algún paso más, asumiendo una provocadora apuesta frente a un dilema delicado, especialmente desde el propio Occidente.

El poder se ejerce en el tiempo; siendo el tiempo, probablemente, el más relevante factor político y estratégico. Xi Jinping tiene ventaja, tiene más tiempo. Procede de una familia longeva. Su padre, Xi Zhongxun, murió con ochenta y nueve años y su madre cumplirá noventa y siete en noviembre. Con estos antecedentes, cabe esperar que Xi pueda superar los noventa años. Aceptando esta previsión, el actual hombre central del partido- Estado comunista chino podría ejercer el poder otros veinte años. En sus dos primeros mandatos ha conocido a tres presidentes de los Estados Unidos, y en el futuro podría conocer, desde su posición, entre tres y cinco más.

Las dificultades en la sucesión, que se han identificado como propias de las dictaduras, hemos podido ver que no son exclusivas de los modelos autocráticos. El calendario electoral marca los tiempos políticos y estratégicos en las democracias, pero ahora vemos que puede afectar a su legitimidad. La fractura política y social en Occidente es tan grave como para convertir el proceso electoral en un multiplicador de la amenaza de injerencia y en un momento de especial debilidad.

En varias ocasiones, las elecciones en Estados Unidos han provocado confusión y tensión, pero nunca tanta como en las pasadas presidenciales. La dramática fricción en el traspaso de poder y el asalto al Capitolio generaron un escenario impensable. Una democracia radicalmente polarizada se enfrenta a momentos especialmente difíciles durante los procesos electorales, que pueden terminar con movimientos de protesta, actos subversivos, insurrecciones y violencia política.

Disparar el conflicto interno en sociedades abiertas pero divididas y enfrentadas es fácil, sobre todo cuando se tiene tiempo y paciencia para buscar la ocasión oportuna. Especialmente es fácil en un mundo interdependiente donde las partes están vinculadas por los flujos de la globalización y las cadenas de producción internacionales.

En este contexto, las elecciones pueden dejar de ser soporte de legitimidad democrática para convertirse en soporte de su cuestionamiento. En Estados Unidos pueden desencadenar un grado de ansiedad tan alto como para bloquear el funcionamiento de las instituciones, abriendo una ventana de oportunidad para sus adversarios. Las tensiones políticas en las democracias no solo surgen como consecuencia del relevo en el poder. Muchos consideran que las instituciones democráticas viven alteradas en una permanente campaña electoral. Xi no tendrá que renunciar a su mandato como en su día hizo Richard Nixon ni se verá sujeto a un juicio político como Clinton y Trump.
La democracia estadounidense asiste a un deterioro de la relación entre la mayoría y la minoría. Los vínculos fundamentales y fundacionales se han difuminado y lo que se manifiesta es la enemistad. La profunda enemistad puede llegar a ser insoportable. La densidad del desacuerdo brota como amenaza para el sistema político; comienza a percibirse el peligro de que la competencia entre los partidos deje de ser por representar a la nación para convertirse en una competencia por la nación misma3. La situación es tan difícil como para que la guerra civil estadounidense sea el punto de comparación y referencia.

La polarización extrema puede generar frustración y sensación de impotencia en las democracias y proyectar una imagen de incapacidad en el exterior. Por otra parte, el descrédito del sistema democrático puede alimentarse desde fuera exacerbando las contradicciones y, además, con una posibilidad de acción subversiva inadvertida; tanto más inadvertida cuanto más sea una dinámica de la propia sociedad democrática. Los adversarios no tendrían que molestarse en provocar un enfrentamiento interno, porque sin hacer nada está ahí. La acentuada polarización en Estados Unidos —también en el resto de Occidente— debilita su posición de competidor, fortaleciendo la de China mientras Xi decida mantenerse en el poder.

El Ministerio de Asuntos Exteriores de la RPCh, hace apenas unas semanas, publicaba en su página web un informe titulado El estado de la democracia en los Estados Unidos, 20224. El documento destaca la creciente polarización partidista, subrayando el desacuerdo entre demócratas y republicanos en aspectos sustanciales relacionados con la base de votantes, la ideología y la identidad: «Los dos partidos se ven no solo como oponentes políticos, sino también como una amenaza para el país. Estados Unidos de América se ha convertido en los Estados desunidos. La discordia entre las dos Américas se profundizaba día a día»5.

Además, la narrativa del Ministerio de Exteriores chino pone en cuestión la legitimidad de su rival para movilizar a sus aliados contra el autoritarismo en cualquier parte del mundo, denunciando una visión en blanco y negro. China quiere proyectar una imagen de potencia pacífica mientras asigna a los Estados Unidos el papel de gran desestabilizador global. El mensaje puede ser atractivo con la guerra de Ucrania de fondo.

Mientras tanto, en Europa se manifiesta preocupación. En 2020, el tema principal de la Conferencia de Seguridad de Múnich fue el cuestionamiento de Occidente, tanto desde dentro como desde fuera. El informe de la conferencia, titulado Westlessness, expone un desolador panorama donde incluso se cita la veterana decadencia de Occidente de Oswald Spengler6. Westlessness reconoce la ausencia de Occidente como fruto de una crítica pandemia de identidad, unida a un desplome de prestigio.

Un año después, en 2021, la Conferencia de Múnich quiso mirar solo un poco más allá, Beyond Westlessness7. Pocas semanas después de su investidura, el presidente Biden anunciaba en la Conferencia de Múnich que América volvía a Europa. Doce meses después del «America is back», Europa no sabe por cuánto tiempo, comenzaba la guerra en Ucrania.

En 2022, los organizadores del destacado encuentro anual en Múnich sugieren empezar por olvidar la impotencia aprendida8. Se reconoce que el agotamiento de Occidente genera una sensación de impotencia colectiva para gestionar los retos globales. El punto de partida son unas democracias liberales abrumadas por la sensación de incapacidad. La cadena de crisis y desafíos que se acumulan desde hace años alimenta el desánimo, que sugiere que nada puede hacerse para promover un cambio positivo9. El resultado es un Occidente «clínicamente» deprimido o «cínicamente» deprimido, acostumbrado a conformarse con subsistir en un escenario de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad.

La respuesta del sur global a la guerra en Ucrania complica más la situación. La rebelión del sur ha irritado a una parte de la opinión pública estadounidense, que no comprende su reacción frente a una invasión «colonialista» rusa. El sur global quiere mantener distancia de un enfoque ideológico del conflicto. Quiere evitar verse arrastrado a una elección con graves consecuencias y riesgos. Cuanto más lejos del centro esté un país, cuanto menor sea su capacidad de influir en la política global, más incentivos tendrá para evitar los costes de posicionarse y limitar sus opciones. Lo más sensato es que decida cubrir sus apuestas10.

Merece la pena tener también presentes los recientes éxitos diplomáticos de China. La mediación china entre Arabia Saudí e Irán, la conversación telefónica de los presidentes chino y ucraniano y la designación de un enviado especial a Ucrania prueban la voluntad y capacidad de la China Popular para dirigir procesos de dialogo, respondiendo a las expectativas que genera su influencia.

La debilidad de la democracia liberal como modelo se percibe en todas partes.

Annus horribilis

En febrero de 1972, el presidente Nixon fue el primero en visitar la China Popular para poner en marcha un difícil proceso de recomposición de las relaciones diplomáticas. En mayo de ese mismo año, Brézhnev y Nixon firmaban en Moscú los acuerdos de las primeras conversaciones del Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT I). El presidente Nixon estaba reconociendo la paridad del poder de Estados Unidos con el de la URSS; al mismo tiempo, se acercaba a la China Popular. Los dos movimientos configuraron el más trascendente giro geopolítico de la Guerra Fría. Pocos meses después, comenzaron las Conversaciones de Ginebra, que culminaron, tras diez años de guerra, con la retirada de las Fuerzas Armadas estadounidenses de Vietnam el 29 de marzo de 1973.

La percepción que generaría la retirada de Vietnam fue precedida por un completo replanteamiento geoestratégico, que permitiría, en enero de 1979, el reconocimiento y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la República Popular China. Ese mismo mes, Deng Xiaoping visitó Washington. Poco después, el vicepresidente Walter Mondale devolvería la visita, culminando un rediseño crucial, que no hubiera sido posible sin una fractura previa entre la URSS y China continental.

A pesar del éxito, 1979 se recuerda en Estados Unidos como un annus horribilis. Una continua pérdida de posición acumulada durante la década, una larga crisis económica iniciada con el alza del precio del petróleo provocada por la guerra del Yom Kipur, la crisis de los misiles en Europa iniciada con el despliegue de los SS-20 soviéticos y la concatenación de amenazantes acontecimientos durante 1979 socavaron la confianza en el futuro del poder estadounidense. La victoria de la Revolución Islámica en la Persia del sah, la toma de la embajada de Estados Unidos en Teherán, el triunfo del golpe de Estado de Sadam Hussein en Irak, el asalto de terroristas radicales islamistas a la gran mezquita de La Meca, la invasión soviética de Afganistán, el comienzo de la yihad global, el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua y el activismo guerrillero en Centroamérica, reunidos en un solo año, convirtieron 1979 en un momento de pésimos augurios.

Ahora bien, el impacto moral no duró tanto como para anular los efectos de los avances imperceptibles debajo de la superficie. En 1989, solo diez años después del annus horribilis, caía el Muro de Berlín y en Pekín las movilizaciones en la plaza de Tiananmén terminaban con una dura represión. Estados Unidos ganaba la Guerra Fría, comenzando su momento hegemónico.

De nuevo, Estados Unidos se enfrenta simultáneamente a un repliegue de su poder en el exterior, a una pérdida de pulso interno y a un ascenso, aparentemente inevitable, de otra gran potencia. Pero el realismo de Henry Kissinger y la atrevida determinación de Nixon no inspiran a quienes identifican a China y a Rusia, al mismo tiempo, como adversarios estratégicos.

Además, Estados Unidos vive la peor inflación en cuarenta años, la mayor caída real de los salarios en cuarenta años, los precios más altos registrados del combustible, el mayor aumento de precios en los alimentos desde 1979, la peor escasez de mano de obra en la historia, la peor ola de delincuencia de este siglo y el endeudamiento público más elevado de la historia, alcanzado el tope legal de 31,4 billones de dólares (un billón es un millón de millones, en inglés es ‘trillion’ o ‘a thousand billion’). Esto podría provocar en junio un incumplimiento del pago de la deuda del Tesoro estadounidense, lo que arrastraría al mundo a una profunda crisis financiera11. La desastrosa huida en Afganistán y la prolongada guerra en Ucrania también entran en el escenario.

Las relaciones entre China y Rusia son mejores hoy que en cualquier otro momento. Desde luego, son mejores que durante la alianza chino-soviética en la década de 1950, cuando el comunismo chino forjó una alianza ideológica con Moscú. Durante el breve momento unipolar, con el viento a favor, no se vislumbró el peligro que ahora acecha: la alianza sin límites de Pekín y Moscú. Cuando hubiera sido más fácil, no se intentó impedir un complicado acercamiento. Cuando se disfrutaba de una situación privilegiada de dominio, se imaginó que podía ser para siempre. La peor pesadilla de Henry Kissinger es hoy una realidad.

Con una alianza entre China y Rusia, una guerra en Ucrania, un claro desapego del sur global y una grave crisis del modelo democrático, la ventaja de Xi Jinping sobre el resto es una percepción que podría despuntar, impactando contra el equilibrio de poder establecido por el significativo desplazamiento simbólico. La prelación de los líderes políticos en relación con su poder es neutra entretanto no se cuestione. Por consiguiente, no es el orden sino su modificación lo que virtualmente actúa como contrapeso en la balanza del statu quo.

El reconocimiento de Xi Jinping como el hombre más poderoso del mundo es una alteración que recoloca el centro del mundo para ponerlo debajo de sus pies. El impacto de la nueva posición de privilegio del presidente de la República Popular China dependerá de lo rápido que esta se asuma y de la respuesta que genere. Por tanto, las consecuencias del golpe de efecto no dependen fundamentalmente de su fuerza inicial. Los efectos y su continuidad en el tiempo, provocados por un intuido desplazamiento del liderazgo, variarán en función de la evaluación, juicio, pautas y replanteamientos políticos y estratégicos de compensación del resto de los actores internacionales.
En cualquier caso, descubrir en la mano de Xi Jinping el brillo del anillo no cambia de golpe la relación de poder en el mundo. Sin embargo, el deslumbrante fulgor en su mano, exclusivo de los nigromantes, otorga alguna ventaja, en la medida que permite descubrir claramente el secreto que su portador oculta: «Un anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos. Un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas»12.

Conclusiones

En noviembre de 2024, independientemente de las preferencias de las convenciones nacionales demócrata o republicana, las elecciones en Estados Unidos estarán afectadas por una peligrosa polarización. Es posible que de nuevo veamos a Biden y Trump compitiendo por la nación. El presidente electo será investido en enero, pero para millones de estadounidenses será una dolorosa imposición. No sabemos quién será, pero enfrente tendrá a Xi Jinping.

En la próxima década la competencia entre las grandes potencias la protagonizarán Xi Jinping y otros por determinar. Xi será el hombre más influyente en la historia de los próximos diez años, si su salud no lo impide.

Más aun, la guerra de Ucrania ha reforzado su posición. La alianza sin límites entre Pekín y Moscú, junto con la clara intención del sur global de no tomar posición, ofrece a Xi la posibilidad de mediar desde atrás. Mientras, Estados Unidos insiste en mantener un enfrentamiento entre la democracia liberal y la autocracia, debilitando sus opciones diplomáticas y el necesario acuerdo interno a largo plazo. Occidente puede entender la defensa de Ucrania, durante algún tiempo, como la de un sistema internacional regido por normas, pero muchos otros piensan que es solo la defensa de una hegemonía liberal anglosajona.

Es posible que el mayor riesgo para la seguridad de los Estados Unidos en las próximas dos décadas se encuentre en los propios Estados Unidos. La polarización y la radicalización afectarán inevitablemente a la política exterior estadounidense y a su posición en el mundo. Ciertamente, Estados Unidos no es una democracia cualquiera, y la inestabilidad de su sistema político afecta a todos, siendo especialmente peligrosa para sus aliados y amigos.

Andrés González Martín

Teniente coronel de Artillería

Referencias: 

1 En la primera elección de Xi como presidente en 2013, de los 2956 delegados de la Asamblea Popular Nacional que votaron solo uno lo hizo en contra y tres se abstuvieron. En 2018 —como este 2023, en su tercer mandato—, la renovación de Xi Jinping como presidente obtuvo la unanimidad de la ANP, sin votos en contra o abstenciones.

2 Durante las «dos sesiones» (lianghui), celebradas en marzo, tienen lugar simultáneamente las plenarias de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh) y de la Asamblea Nacional Popular de China (ANP). Las dos sesiones tienen una duración aproximada de dos semanas y ocupan cada año un lugar prioritario en la agenda política china. El CCPPCh es el máximo órgano político consultivo, mientras que la ANP ejerce el poder ejecutivo bajo el control del Partido. Cada cinco años, después del Congreso Nacional del Partido, en las dos sesiones se elige a los dirigentes de los organismos estatales; entre ellos, del Consejo de Estado, Gabinete o Gobierno de China.

3 El discurso «The Continued Battle for the Soul of the Nation», pronunciado por el presidente Biden el 1 de septiembre de 2022 en el Parque Histórico Nacional de la Independencia de Filadelfia, Pensilvania, un lugar de especial significado político para los Estados Unidos, es suficientemente significativo para descubrir el grado de crispación que vive el país: «Donald Trump and the MAGA Republicans represent an extremism that threatens the very foundations of our republic. MAGA forces are determined to take this country backwards to an America where there is no right to choose, no right to privacy, no right to contraception, no right to marry who you love.
They promote authoritarian leaders, and they fan the flames of political violence that are a threat to our personal rights, to the pursuit of justice, to the rule of law, to the very soul of this country. They look at the mob that stormed the United States Capitol on January 6th, brutally attacking law enforcement, not as insurrectionists who placed a dagger to the throat of our democracy, but they look at them as patriots.
And they see their MAGA failure to stop a peaceful transfer of power after the 2020 election as preparation for the 2022 and 2024 elections. They tried everything last time to nullify the votes of 81 million people. This time, they’re determined to succeed in thwarting the will of the people»
(Disponible en: https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/09/01/remarks-by- president-bidenon-the-continued-battle-for-the-soul-of-the-nation/).

4 MINISTRY OF FOREIGN AFFAIRS OF THE PEOPLE’S REPUBLIC OF CHINA. The State of Democracy in the United States: 2022. 20 de marzo de 2023. Disponible en: https://www.fmprc.gov.cn/mfa_eng/wjbxw/202303/t20230320_11044481.html

5 Idem.

6 «A century ago, Oswald Spengler published his book The Decline of the West (Der Untergang des Abendlandes), in which he predicted the impending decay and ultimate fall of Western civilization. Today, “the West” is the subject of a new declinist literature, as a cottage industry of politicians, pundits, and public intellectuals has produced speeches, books, reports, and articles discussing the decay of the Western project» (MUNICH SECURITY CONFERENCE. Munich Security Report 2020: Westlessness. Disponible en: https://securityconference.org/assets/user_upload/MunichSecurityReport2020.pdf).

7 MUNICH SECURITY CONFERENCE. Beyond Westlessness: A Readout From the Munich Security Conference Special Edition 2021. Febrero de 2021. Disponible en: https://securityconference.org/assets/02_Dokumente/01_Publikationen/Munich_Security_Brief_Beyond_ Westlessness_MSC_Special_Edition_2021_210224.pdf

8 MUNICH SECURITY CONFERENCE. Turning the Tide, Unlearning Helplessness: Munich Security Report 2022. Febrero de 2022. Disponible en: https://securityconference.org/assets/02_Dokumente/01_Publikationen/MunichSecurityReport2022_Turni ngtheTide.pdf

9 «In the 1960s, psychologists Martin Seligman and Steven Maier first described a phenomenon they referred to as “learned helplessness.” [ …] Seligman and his colleagues were reminded of symptoms in depressed people, suspecting that clinical depression is the result of a real or perceived lack of control over the outcome of a situation. A person who comes to believe that nothing they do will make any difference is likely to show symptoms of stress, apathy, or fatalism, refrain from difficult voluntary actions, and stick to unhealthy patterns of behaviour» (Idem).

10 Cubrir una apuesta es una estrategia eficaz para evitar pérdidas ante las contingencias posibles derivadas de nuestras decisiones, supone una diversificación de la inversión o de la apuesta ante los hipotéticos resultados futuros. Se basa en realizar apuestas adicionales por los resultados opuestos a los que se había apostado inicialmente, con el objetivo de crear un beneficio seguro sin importar el resultado del evento.

11 «El límite de deuda es un tope al monto total de dinero que el Gobierno federal puede tomar prestado para cumplir sus obligaciones financieras. Como Estados Unidos tiene déficits presupuestarios —lo que significa que gasta más de lo que percibe mediante impuestos y otros ingresos—, tiene que pedir préstamos enormes para pagar sus cuentas. El límite de la deuda impide al Tesoro emitir nuevos instrumentos de deuda para pagar sus obligaciones y la consecuencia terminaría siendo la incapacidad de pago por falta de efectivo. Eso significa que el Tesoro no tendría dinero suficiente para saldar sus cuentas, incluidos los intereses y otros pagos que debe a los titulares de bonos, los funcionarios, los militares, los jubilados, proveedores, etc.» (RAPPEPORT, Alan. «EE. UU. alcanzará el límite de deuda del gobierno hoy. ¿Cuán grave será?», The New York Times. 19 de enero de 2023. Disponible en: https://www.nytimes.com/es/article/limite-deuda-economia-usa.html).

12 TOLKIEN, John R.R. El señor de los anillos. Círculo de Lectores, Barcelona, 1991.

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