Terrorismo, el paso necesario

Como hemos mencionado en diversas ocasiones, y queda claramente reflejado en el libro “Terror Global”, el fenómeno terrorista no es algo nuevo en la historia de la humanidad. Tal vez, nuestra sociedad y personalidad narcisista de hombres del siglo XXI, de una especie que ha alcanzado las cotas más altas de su evolución en los últimos tres siglos, responsables de un desarrollo tecnológico sin precedentes, y con capacidades de todo tipo hasta hace bien poco inimaginables, nos ha llevado a fijar la mirada en nuestro propio ombligo y a pensar que todo lo que sucede a nuestro alrededor es nuevo. Aunque los movimientos terroristas han estado presentes y activos a lo largo de la historia, el verdadero interés por el fenómeno desde el punto de vista periodístico, social y académico sí que es algo relativamente reciente, y la principal razón no es otra que el enorme aumento de las actividades terroristas desde aproximadamente mediados del siglo pasado en los países occidentales. Sólo cuando sentimos realmente la amenaza en nuestras propias calles, el terrorismo pasó a convertirse en un objeto de estudio y preocupación, algo que se multiplicó exponencialmente con la aparición de la denominada “Cuarta Ola del Terrorismo” o “Terrorismo Religioso”, por David Rapoport, y más concretamente del terrorismo yihadista, con los atentados contra las torres gemelas, como hecho central e icónico.
Desde que el terrorismo ha tomado protagonismo como atractivo tema de análisis para los sociólogos, la bibliografía sobre el tema ha crecido de tal manera que es literalmente imposible digerir toda la información disponible. El tema se ha abordado desde casi todos los ángulos imaginables. Se han realizado estudios sobre organizaciones terroristas, se ha investigado la personalidad de los miembros de estas organizaciones, sus tácticas e incidentes concretos. Algunos autores han abordado el tema desde una perspectiva histórica, mientras que otros se centran en los aspectos políticos, psicológicos o sociológicos. Hay libros y artículos sobre los aspectos conductuales del problema, así como sobre las implicaciones de los actos terroristas en el derecho nacional e internacional.
Aún hoy en día, uno de los principales problemas lo encontramos en definir qué es terrorismo, y esta diatriba cobra en los tiempos actuales una importancia singular.
Aunque el uso del terror como herramienta ha existido tanto por organizaciones como por Estados, tal y como ya hemos señalado desde los inicios de la historia de la humanidad, llegar a una definición exhaustiva y definitiva de la palabra "terrorismo" se ha desvelado una tarea prácticamente imposible. La razón es que los términos relacionados con el terrorismo cambian constantemente dependiendo del lado del espectro ideológico desde el que se miren. Aun así, varias fuentes de referencia han tratado de definir el término desde distintos puntos de vista, aunque ninguna ha logrado el necesario consenso. Un ejemplo lo encontramos en lo expresado por John Richard Thackrah, quien en la “Encyclopedia of Terrorism and Political Violence” (1987), afirma que "el terrorismo no tiene una definición precisa ni ampliamente aceptable. La naturaleza imprecisa del término significa que puede aplicarse a casi cualquier conjunto de acciones que produzcan miedo para servir a una variedad de propósitos…los sociólogos políticos sostienen que no se puede llegar a ninguna definición porque el propio proceso de definición forma parte de la contestación más amplia de ideologías u objetivos políticos".
Otra referencia que merece ser tenida en cuenta es el “Directory of International Terrorism de George Rosie” (1987). Aunque esta obra es un directorio, la introducción incluye una definición detallada del terrorismo, además de información sobre la historia del terrorismo moderno, las categorías de terrorismo, el terrorismo internacional y el papel de los medios de comunicación internacionales, la vinculación entre el terrorismo y el desarrollo armamentístico, los Estados terroristas y el Estado de Derecho, así como otros factores y elementos relacionados. Todo ello con la única intención de arrojar luz sobre una lacra en torno a la que hasta ahora no ha habido consenso alguno. Y esto es probablemente los más preocupante, pues indica la inclinación de gran parte de los actores internacionales a guardarse esa carta en la manga para usarla cuando mejor les convenga, justificándolo en el “no encaje en la definición del fenómeno” algo evidente porque no hay definición consensuada.
El siguiente ejemplo consideramos que es de lo más ilustrativo.

El 3 de febrero de 2005, durante una entrevista en la televisión Al-Jazeera, el ministro sirio de Información, Mahdi Dakhlallah, no se anduvo con rodeos.
Reaccionando a las calificaciones estadounidenses de su Estado como patrocinador del terrorismo, rechazó lo que calificó de "definición selectiva" del terrorismo. Tras elogiar la búsqueda estadounidense de "libertad y democracia", insistió en que "las libertades no pueden exportarse en tanques o aviones ni promoverse mediante el asesinato y la destrucción".
Paradójicamente, en un mundo posterior al 11-S en el que existe una respuesta conjunta internacional sin precedentes en la lucha antiterrorista, aún no hay una definición universal, permanente y global del terrorismo.
La tensión y discrepancias que se producen entre la condena universal común del terrorismo y las conflictivas definiciones particulares del término tienen, aunque no lo parezca, una considerable importancia teórica y práctica. Tras los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, se situó en cabeza de un frente unido contra el terrorismo mediante una combinación de acciones policiales, políticas y militares, así como un compromiso general interno, inicialmente, y a posteriori de manera internacional, para prevenir futuros atentados, principalmente en suelo norteamericano, todo hay que decirlo. No pasó mucho tiempo antes de que la Organización de las Naciones Unidas, entre otros organismos, señalara el peligro de violar el derecho internacional y las libertades fundamentales en el curso de una "guerra" sin precedentes contra el terrorismo.

Además del interés en el plano de las relaciones internacionales, existe un notable interés, principalmente jurídico, en definir el terrorismo, ya que éste viola los valores consagrados por la Carta de la ONU y otras normas internacionales, como son el respeto de los derechos humanos, el Estado de Derecho, las normas y usos de la guerra que protegen a los civiles, la tolerancia y la resolución pacífica de los conflictos. Y esa falta de definición también en el plano jurídico provoca no pocos problemas a la hora de lidiar con asuntos como la extradición de presuntos terroristas o la persecución de los autores de acciones terroristas, pues lo que recibe esa tipificación en un país recibe otra totalmente diferente en otro. Y eso es algo que ocurre entre naciones aliadas y dentro de instituciones supranacionales como por desgracia hemos comprobado en España.
Siguiendo en el plano de Naciones Unidas, que es donde cabría esperar que se establecieran los parámetros básicos para definir y luchar contra esta amenaza de la que nadie está a salvo, los organismos y grupos que tratan específicamente este asunto no han sido capaces de desarrollar una estrategia global de lucha contra el terrorismo, principalmente por las limitaciones que impone la incapacidad de los Estados miembros para acordar una convención antiterrorista que incluya una definición de terrorismo. Esto, como es obvio, socava aún más la posición, prestigio y credibilidad, ya de por si cuestionadas, de la ONU. Y la conclusión, cuando se entra al detalle, es más grave aún, pues la propia ONU ha sido incapaz de enviar un mensaje inequívoco de condena del terrorismo, con todas las implicaciones que ello conlleva.

Por ello, y viendo la evolución de los acontecimientos, se hace más necesario que nunca avanzar en este campo, porque por más estudios, análisis, definición de escenarios o trabajos prospectivos que se lleven a cabo, si no se logra un consenso mínimo sobre el fenómeno, nunca se podrá avanzar en la lucha contra éste. Y esa es una tarea que nos atañe a todos, por encima de intereses personales, partidistas o nacionales. Tenemos el lobo en la puerta de casa y parece que aun hay quien pretende domesticarlo para que actúe a su favor, y eso es siempre un craso error, parafraseando a la conocida fábula de la rana y el escorpión, “es su naturaleza”. A buen entendedor…