El calentamiento mundial plantea amenazas cada vez mayores para África, con graves consecuencias para la salud, la seguridad alimentaria y la economía del continente

El cambio climático amenaza la seguridad alimentaria en África

PHOTO/TETIANA GAVIUK/MEDECINS SANS FRONTIERES - nundación en el área administrativa de Greater Pibor en el sur de Sudán, el viernes 4 de septiembre de 2020.

Según un informe de unas 15 organizaciones, coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el aumento de las temperaturas, la elevación del nivel del mar, los cambios en las pautas de las precipitaciones y el aumento del número de fenómenos meteorológicos extremos están planteando graves amenazas para la salud, la seguridad alimentaria y el desarrollo socioeconómico de África.

El continente africano, que alberga el 17% de la población mundial, es responsable de sólo alrededor del 3,5% de las emisiones de CO2. Aunque África contribuye muy poco a la crisis climática, el informe declara que el PIB general del continente disminuiría entre el 2% y el 12% anual debido a estas consecuencias climáticas. 

El calentamiento mundial plantea amenazas cada vez mayores para África, con graves consecuencias para la seguridad alimentaria, la economía y la salud del continente. "Las sequías, el aumento de las temperaturas, las inundaciones e incluso una frecuente invasión de langostas, así como la persistencia de enfermedades como el paludismo, las consecuencias del cambio climático que están azotando con mucha dureza en África, y lo peor está por venir en la seguridad alimentaria, la economía y la salud del continente", advirtió el organismo meteorológico de las Naciones Unidas.

 Ganaderos recogiendo agua de un pozo para el ganado en Pitsane, en el sur de Botswana

En los países afectados por la sequía, el número de personas desnutridas ha aumentado en un 45,6% desde 2012, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). "Algunos países, en particular en África oriental, han pasado rápidamente de un extremo a otro, de la sequía a las inundaciones, y no estaban preparados para hacer frente a estas catástrofes", dice Omar Baddour, coordinador del informe, y del Sistema Mundial de Vigilancia del Clima de la OMM. Una situación que continúa hasta 2020, cuando las fuertes lluvias han devastado la franja saheliana, mientras que Marruecos y el África meridional se ven afectados por las sequías.

"El cambio climático está teniendo un impacto cada vez mayor en el continente africano, golpeando con más fuerza a los más vulnerables y contribuyendo a la inseguridad alimentaria, al desplazamiento de la población y a la presión sobre los recursos hídricos", dijo el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.

Chozas están sumergidas en las aguas de una planicie de inundación en el asentamiento informal de Danoon, cerca de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), el martes 14 de julio de 2020

Esto aumentará el desplazamiento de la población. Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones y de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, el 60% de todos los desplazamientos internos en la región del este y el Cuerno de África en 2019 se debió a desastres relacionados con el clima.

Como el hambre es usado como arma de guerra en África

Huir para vivir es una reacción primaria del ser humano ante la violencia. Cuando las personas se desplazan masivamente suelen hacerlo repentinamente, con lo puesto, abandonando sus hogares y medios de vida. Cuando consiguen llegar a un campo de refugiados dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Muchas veces se hacinan en lugares sin acceso a agua segura y con precarias condiciones de saneamiento e higiene, donde es fácil que se propaguen enfermedades y epidemias. Cuando esta situación se alarga en el tiempo a menudo se generan tensiones con la población de acogida.

Presa municipal seca de Graaff-Reinet, Sudáfrica

En una guerra es frecuente que las personas huyan sin tiempo para recoger su cosecha, o perdiendo los periodos de siembra. Abandonan o pierden sus animales y sus herramientas de trabajo. A menudo las partes en conflicto utilizan los cultivos como táctica militar aplicando una política de “tierra quemada” o practicando con asiduidad el robo de ganado. Uno de los primeros objetivos militares en una guerra son las vías de comunicación, interrumpiendo así el abastecimiento de poblaciones enteras. Los campesinos tampoco pueden sacar sus productos a la venta en entornos amenazados por la violencia. Es habitual que las guerras disparen la inflación. Los conflictos armados reducen el PIB de un país en un 17,5% de media. A su vez, la subida de precios de los alimentos y productos básicos ha prendido la mecha en muchos de los conflictos actuales.

Aunque en muchos lugares las escuelas funcionan como espacio seguro y lugar de protección, es habitual que los niños dejen de acudir si los caminos para llegar no son seguros. Demasiado a menudo las redes de suministro de agua están entre las primeras infraestructuras atacadas. A veces son las propias partes en conflicto las que usan escuelas y hospitales con fines militares, convirtiéndolos así en objetivo y haciendo uso de niños y enfermos como escudo humano. Una de las consecuencias inmediatas del estrés postraumático tras una huida o episodio de violencia es la interrupción de la lactancia materna, condenando así a miles de niños menores de seis meses a la desnutrición. En contextos de guerra, incluso en campos de refugiados, se disparan también los casos de violencia de género o violencia intrafamiliar. Las personas desplazadas pasan de media más de 17 años en campos de refugiados.

Ganaderos recogiendo agua de un pozo para el ganado en Pitsane, en el sur de Botswana

Las organizaciones humanitarias necesitan garantizar la integridad de sus profesionales para garantizar la ayuda. Esto es cada vez más difícil en las guerras, en las que la ayuda no solo es obstaculizada o ralentizada, sino que se convierte muchas veces en un objetivo militar directo. En 2016, 101 profesionales humanitarios perdieron la vida como consecuencia de ataques directos en conflictos. Por otro lado, los conflictos más mediáticos acaparan la ayuda de los donantes internacionales, relegando otras crisis al olvido.

Presa municipal seca de Graaff-Reinet, Sudáfrica

Cuesta pensar en un saco de arroz como un elemento mortífero. O en bidones de agua como granadas esperando ser activadas. La guerra, sin embargo, tiene mucho que ver con la comida. O, mejor dicho, con la falta de ella. El hambre es causa y consecuencia de enfrentamientos y, en suma, provoca una inseparable espiral de desnutrición y violencia. El orden habitual del círculo vicioso comienza con el estallido de la violencia, que provoca el desplazamiento de la población. Después llega la destrucción de cosechas y de mercados u otras vías de comunicación. Hasta que miles de personas quedan aisladas de la comida. Y si a todo esto le añadimos las consecuencias del cambio climático los resultados pueden ser devastadores para África. 

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