La hazaña de la sonda Chang’e-5 ha contado con la contribución de la estación de seguimiento española de Maspalomas

China refrenda su puesto de gran potencia espacial tras el éxito de su viaje de ida y vuelta a la Luna

PHOTO/Xinhua-Jin Liwang - Imagen de la madrugada pasada en el Centro de Control de Vuelos Espaciales de Pekín, donde se ha seguido segundo a segundo la misión Chang’5 que se ha coronado con un completo éxito

Los cerca de 1.400 millones de chinos pueden enorgullecerse de que su país se haya convertido en la tercera nación que puede presumir de haberse posado sobre la superficie de la Luna y traer de regreso material de su superficie y de sus entrañas.

El mérito del presidente Xi Jinping radica en haber autorizado una muy compleja misión espacial repleta de retos, a cuál más arriesgado, pero que la sabiduría y la tecnología de los ingenieros y científicos chinos ha sabido superar uno tras otro hasta convertirla en una completa hazaña. 

La cápsula de retorno de la misión Chang’e-5 de ida, recogida de muestras y vuelta a la Luna aterrizó el 17 de diciembre a las 01:59 de la madrugada en Pekín ‒las 18:59 del día anterior en horario peninsular española‒ en las estepas de Siziwang, una zona casi despoblada de la región autónoma de Mongolia Interior, al norte del país. Había despegado el 23 de noviembre, su permanencia sobre la Luna fue de tan solo 19 horas y su misión se ha prolongado por espacio de 23 días.

La pequeña cápsula de retorno recién encontrada sobre la nieve de Siziwang, una zona casi despoblada de la región autónoma de Mongolia Interior, al norte del país. Contiene granos, polvo y sustratos cuya cantidad exacta está pendiente de confirmar

El módulo final de Chang’e-5 ha regresado con granos, polvo y sustratos cuya cantidad exacta está pendiente de confirmar. Los datos oficiales son que hay un kilo y medio de material de la superficie y medio kilo de componentes de su subsuelo recogidos a una profundidad de hasta dos metros. Pero no solo ha vuelto con eso. También ha retornado con un secreto que guardaban celosamente las autoridades chinas y que no han desvelado hasta unas pocas horas antes del aterrizaje.

Junto al suelo extraído de nuestro satélite natural ha llegado una colección de semillas de arroz, orquídeas, alfalfa y avena que han viajado hasta Selene en el interior de Chang’e-5. El experimento pretende conocer cómo afecta la radiación cósmica y la micro gravedad a su desarrollo, rendimiento y calidad, una vez sean plantadas en la Tierra con miras a obtener cosechas aptas para el forraje de animales.

El presidente Xi Jinping y los 1.400 millones de chinos pueden presumir de que China es la tercera nación en haber logrado ir y volver de la Luna con las manos llenas
La labor del INTA en la misión china

Su trayectoria de descenso y su reentrada en la atmosfera terrestre fue vigilada por las estaciones de control chinas y el barco de seguimiento Yuanwang 3. Pero la cobertura final la proporcionó la antena parabólica de 15 metros de diámetro del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), instalada por la Agencia Espacial Europea (ESA) en la estación de Maspalomas del Centro Espacial de Canarias que dirige el coronel del Ejército del Aire Rafael Sahagún.

Tras efectuar una doble entrada en la atmosfera para disminuir su aceleración, la cápsula desplegó a 10 diez kilómetros de altura su paracaídas de 50 metros cuadrados para posarse los más suave posible sobre la nieve de Mongolia. Radares y telescopios observaban el descenso, lo que facilitó la llegada del dispositivo aeroterrestre de búsqueda y rescate integrado por una escuadrilla de seis helicópteros biturbina Mil Mi-171 con luces infrarrojas y potentes focos y numerosos equipos de vehículos todo terreno. 

La parte espacial de la misión Chang’e-5 acaba de concluir, pero continua en su vertiente científica. El final de las muestras es el Observatorio Astronómico Nacional de la Academia de Ciencias de China, en Pekín. Allí se ha construido y equipado un laboratorio, que está totalmente aislado del exterior para evitar que el aire, el agua o cualquier otra sustancia terrestre contamine el material lunar. Una vez clasificada y almacenada cada extracción de suelo lunar, los químicos, físicos y geólogos chinos procederán a analizar y estudiar todo el material, en especial su composición mineralógica y sus propiedades. 

Pantalla central del Centro de Control de Vuelos Espaciales de Pekín, donde los técnicos chinos han controlado de forma instantánea la evolución del descenso. La cápsula tocaría suelo siete minutos más tarde de la información que recoge la imagen

Es evidente que Chang’e-5 ha sido una ambiciosa misión de exploración científica que pretende profundizar en el estudio de la superficie lunar e identificar los minerales que abundan en la región. Por ejemplo, se espera confirman que las muestras datan de 1.500 años atrás, lo que supondría que se ha recogido el suelo más joven del astro, que puede dar una nueva visión de la Luna y su evolución. Pero, sobre todo, el éxito de Chang’e-5 es la constatación del elevado potencial espacial y tecnológico que posee China.

Desde el punto de vista de Jorge Potti, director general de espacio de la multinacional española GMV y vicepresidente de la Asociación Española de Empresas Tecnológicas de Defensa, Seguridad, Aeronáutica y Espacio (TEDAE), significa “la demostración de que China es plenamente consciente de la importancia estratégica del espacio”. Su amplio conocimiento del sector a escala nacional e internacional, le inclinan a afirmar que las autoridades de Pekín se han tomado “muy en serio la exploración del cosmos y todo lo relacionado con la observación de la Tierra, las comunicaciones y la navegación por satélite”.

Al éxito de Chang’e-5 le seguirán las misiones Chang’e-7, 6 y 8 (por este orden) en 2023, 2024 y 2028, respectivamente. No hay que olvidar que China tiene fijados sus ojos en colocar astronautas chinos sobre la Luna en la década de 2030
Los países europeos deberían aumentar sus inversiones 

Desde la perspectiva de uno de los principales directivos de la industria espacial nacional, el éxito de Chang’e-5 “debería ser un incentivo para que Occidente, y muy en especial los países europeos, refuercen sus inversiones en el espacio, tanto a corto como a medio y largo plazo”. Y recuerda que “las aplicaciones derivadas del espacio redundan en beneficios directos para los ciudadanos”.

Es cierto que Estados Unidos logró arrancar trozos de la Luna entre 1969 y 1972 con el programa Apolo de vuelos tripulados. Y que la Unión Soviética también lo consiguió en la segunda mitad de la década de los 70 gracias a sus naves automáticas bautizadas Luna. Pero hay que tener en cuenta que China partía de una situación mucho más atrasada en todos los órdenes y que no fue hasta la toma del poder de Deng Xiaoping cuando hacia la segunda mitad de los 80 dio comienzo su imparable etapa de desarrollo económico. Peldaño a peldaño, Pekín ha sabido ascender hasta superar a Rusia y a Europa en muchos aspectos del sector espacial.

Secuencia de la doble reentrada en la atmósfera efectuada por la cápsula de retorno. Su finalidad es provocar la desaceleración de la gran velocidad adquirida desde que se separó del módulo orbital a 5.000 kilómetros de la Tierra

A la actual misión le seguirá Chang’e-7, 6 y 8. Con un diseño semejante a la que ahora ha emprendido el vuelo, las dos primeras están programadas para despegar en 2023 y 2024, respectivamente. Ambas descenderán en las inmediaciones del Polo Sur lunar, capturarán muestras del suelo, estudiaran la orografía del entorno y regresarán con ellas a la Tierra. Chang’e-8 está concebida para despegar en 2028 y probar nuevas tecnologías que puedan hacer posible hacia mediados de 2030 la construcción de una base científica con tecnología de impresoras 3D. Porque no hay que olvidar que los ojos de China están fijados en colocar astronautas chinos sobre la Luna.

El dispositivo aeroterrestre de búsqueda y rescate había realizado numerosos ensayos de la recuperación de la cápsula, uno de los cuales recoge la imagen. Estaba integrado por una escuadrilla de seis helicópteros biturbina Mil Mi-171 y numerosos equipos de vehículos todo terreno

Hay que remontarse medio siglo años atrás para encontrar a los primeros humanos que sacaron polvo y rocas de nuestro satélite natural. Ese honor les corresponde a los pioneros que pusieron los pies sobre la Luna con la misión Apolo 11 de la NASA ‒Neil Armstrong y Buzz Aldrin‒, que recogieron 22 kilos y las trajeron a la Tierra el 24 de julio de 1969. Los últimos fueron Gene Cernan y Jack Schmidt de la misión Apolo 17.

La antena de 15 metros de diámetro instalada en la estación de Maspalomas del Centro Espacial de Canarias del INTA, que ha contribuido al seguimiento y telemetría del regreso de Chang’e-5

En total, cuando el programa Apolo concluyó en diciembre de 1972, los astronautas norteamericanos habían logrado acopiar un total de 382 kilos. A la cifra anterior hay que sumar lo aportado por los soviéticos. La sonda Luna 16 transportó de regreso alrededor de 100 gramos en 1970. Le siguieron Luna 20, que capturó menos de 50 gramos en 1972, y Luna 24, que en 1976 pudo recolectar 170 gramos.

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