Una exclusiva en portada de la publicación norteamericana Deadline dedicada al mundo del espectáculo y publicaba el 4 de mayo aportaba una noticia que ha provocado un gran revuelo en Hollywood, la meca del cine, y en el mundo entero.
El famoso actor Tom Cruise, protagonista principal de la saga de películas de Misión Imposible aspira a sus 57 años a volar al espacio y ser el primero en rodar escenas a bordo de la Estación Espacial Internacional ‒ISS por su acrónimo en inglés‒, que vuela sobre nuestras cabezas a unos 400 kilómetros de altura.
La noticia podría tratarse de un reclamo para llamar la atención sobre el estreno previsto para finales de año de Top Gun Maverick, la segunda entrega de su primer gran éxito en la pantalla de 1986 (Top Gun), pero no lo es. El administrador de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA), Jim Bridenstine, manifestaba de forma inmediata a través de su cuenta personal en Twitter que “¡La NASA está entusiasmada de trabajar con @TomCruise en una película a bordo de @Space_Station!”.

Y continuaba afirmando que “necesitamos medios populares para inspirar a una nueva generación de ingenieros y científicos a hacer realidad los ambiciosos planes de @NASA”. Poco después, portavoces de la organización confirmaban que la Agencia estaba dispuesta a apoyar los esfuerzos del famoso galán de Hollywood.
La noticia no ha extrañado a los actores y actrices de Hollywood, que conocen bien que Tom Cruise es reacio a utilizar dobles en las escenas de acción que entrañan algún tipo de peligro, en especial aquellas que se desarrollan en las alturas, como saltos en paracaídas, tomas en aviones o helicópteros, escaladas…
No es ninguna novedad que cada cierto tiempo surgen noticias ciertas o falsas sobre el interés de algún excéntrico multimillonario o personaje del mundo del espectáculo por viajar al espacio. Ya ocurrió hace años cuando el famoso director de la superproducción Titanic, el británico James Cameron, mostró su fascinación por viajar y rodar en el complejo orbital.

El deseo de vivir unas semanas en el espacio también lo ha expresado de forma pública la soprano británica Sarah Brightman y el cantante norteamericano Lance Bass, de la banda pop NSYNC. Ambos incluso llegaron a someterse en Rusia a las fases básicas de adiestramiento, pero por diversas causas no vieron cumplidos sus sueños y tuvieron que conformarse con el adiestramiento recibido.
La dificultad de rodar secuencias de una película comercial a bordo de la ISS no radica solo en lograr que el protagonista alcance la ISS, un puzle de casi 420 toneladas colgado en el espacio a cerca de 400 kilómetros de altura. Obligaría a reacondicionar el limitado interior del complejo orbital, un conjunto de módulos cilíndricos unidos entre sí y que conforman un puzle del tamaño de un campo de futbol, con un volumen habitable de 388 metros cúbicos, el equivalente al interior de un avión Boeing 747 Jumbo.

Pero, sobre todo, exige que Estados Unidos tenga en servicio una capsula espacial capaz de transportar astronautas hasta el complejo orbital, algo que no ocurre. Y es que desde que el transbordador espacial norteamericano Atlantis efectuó en julio de 2011 su último vuelo al espacio, Washington carece de un vehículo propio para acceder a la ISS. El resultado es que, durante los últimos 9 años, la NASA ha dependido de la Agencia Espacial Federal de Rusia (Roscosmos) para los viajes de ida y vuelta al complejo espacial, lo que representa un alto coste.
La tarifa que aplica Moscú incluye el entrenamiento de los astronautas norteamericanos en Rusia y su viaje desde la Tierra a la ISS y regreso, todo lo cual ha supuesto hasta el momento para la NASA un desembolso por cada astronauta de entre 38 y 80 millones, ya que los precios variaban en función del año de la contratación. En total, Estados Unidos ha abonado a Rusia desde mediados de 2011 hasta el presente año una cantidad del orden de 3.500 millones de dólares por los billetes al espacio de medio centenar de sus astronautas.

Afortunadamente, tan embarazosa situación está a punto de concluir. La noticia sobre el deseo de Tom Cruise se produce a escasas semanas del despegue desde el Centro Espacial Kennedy, en el estado de Florida, de la misión de demostración del Dragón, la primera capsula espacial tripulada desarrollada por SpaceX, una compañía cuyo principal accionista es el multimillonario Elon Musk, propietario también de la innovadora firma de automóviles eléctricos Tesla.

En el caso de que Tom Cruise pueda conseguir viajar hasta la ISS, se convertiría en un turista espacial, es decir, un astronauta no profesional. Un ser humano que por propio capricho o por los beneficios que reporte el film, la productora o él mismo están dispuestos a pagar los alrededor de 50 de millones de dólares que suponen los costes del entrenamiento, su lanzado al espacio, volar en una capsula espacial hasta el complejo orbital, permanecer a bordo entre 10 y 30 días y regresar a la Tierra en otra capsula espacial.
El deseo del actor norteamericano tiene su antecedente. Un periodista de la televisión japonesa Tokyo Broadcasting System (TBS) ya estuvo en diciembre de 1990 en la mucho más pequeña estación espacial rusa Mir. A sus 47 años, Toyohiro Akiyama tuvo que entrenarse en Rusia durante cerca de un año para poder permanecer casi 8 días completos a bordo junto con dos cosmonautas rusos.

Su estancia en la Mir fue el resultado de un acuerdo de su cadena de televisión con las autoridades de Moscú para realizar reportajes de la vida en el espacio, lo que le convirtió en el primer ciudadano nipón en viajar a la órbita. La compañía tuvo que pagar del orden de 12 millones de dólares por la exclusiva.
Desaparecida la Mir en marzo de 2001 tras una reentrada controlada en la atmósfera terrestre, la ISS es el mayor proyecto de cooperación espacial de todos los tiempos. Con su primer módulo puesto en órbita en noviembre de 1998, su construcción y funcionamiento ha supuesto el desembolso de más de 150.000 millones de dólares, sufragados en buena parte por Estados Unidos, con la contribución económica y en especie de Rusia, Canadá, Japón y Europa, a través de la Agencia Espacial Europea, organismo en el que participa España.

Se trata de un centro de experimentación integrado por numerosos módulos de distintas dimensiones y funciones, la mayor parte de los cuales fueron ensamblados entre noviembre de 1998 y mediados de 2011. Muchos de ellos son laboratorios de investigación, lo que conlleva que la vida diaria de los astronautas que la habitan esté dedicada a la investigación y al mantenimiento del complejo en condiciones de uso hasta al menos el año 2024.
Ello lo hace posible una tripulación permanente de al menos tres astronautas, que se relevan de forma regular a partir de los seis meses, aproximadamente, que vive sumida en la microgravedad (ausencia de gravedad) y en donde no existe el concepto de arriba ni abajo. Uno de los que ha estado alojado en la ISS es el actual ministro español de Ciencia, Pedro Duque, en octubre de 2003.