Invertir en las semillas del cambio: el futuro de las granadas en Marruecos

En una de nuestras primeras citas en Marruecos, visitamos las laderas de Talit Mamoun con alguien que ahora se ha convertido en un rostro familiar y amigo

Abdejalil, de la Fundación Alto Atlas, es originario de la zona y conoce la flora y la fauna autóctonas como la palma de su mano. Él era el enlace entre la oficina y los campos. Nos guió a nosotros, unos universitarios con los ojos muy abiertos, que claramente no estábamos familiarizados con las complejidades de cómo era una fruta verde, ya que conseguimos confundir con entusiasmo los higueros, los olivos y los algarrobos.

Todos nos reímos de lo que esperábamos que fuera nuestra ingenuidad americana, pero una última planta nos dio la oportunidad de salvar las apariencias. Seguimos caminando y, poco a poco, nos encontramos con un grupo de plantas, algunas muy cerca del suelo, cuyas flores de color rubí brillaban al sol. Uno de nosotros se detuvo. «¿Es esto granada?», adivinó.

Nuestra racha de respuestas incorrectas finalmente se rompió cuando Abdejalil asintió con la cabeza. Nuestro alivio se transformó rápidamente en una lección holística que explicaba el significado más profundo de la fruta, no solo como algo para comer o vender, sino como un símbolo que se había transmitido a lo largo de siglos de tradición espiritual y vida comunitaria. En ese momento, quedó claro que la granada era más que un cultivo, sino una llave que podía abrir la oportunidad de extender su historia, una historia de resiliencia, oportunidad y crecimiento compartido a las comunidades que más lo necesitaban.

Ese pequeño momento, disfrutando del sol e identificando alegremente la fruta, se convirtió en algo mucho más grande. Mientras escuchábamos a Abdejalil, quedó claro que la granada no solo estaba arraigada en la tierra, sino también en una historia que se contaba a través de diferentes religiones, culturas y generaciones.

Símbolo interreligioso de provisión y paraíso, la granada en la cultura norteafricana y abrahámica se ha considerado durante mucho tiempo un elemento de valor cultural y reverencia comunitaria. Por ejemplo, el Sagrado Corán menciona explícitamente las granadas en tres ocasiones distintas, asociando estos frutos de color rojo púrpura intenso con la idea de la bendición y con la imagen de lo que se verá al entrar en el paraíso de Dios.

Por otro lado, la Torá o el Antiguo Testamento compara la abundancia de las semillas de la granada, cuyo número se señala específicamente como 613, con los 613 mitzvot o mandamientos de las escrituras judías de importancia religiosa. Para ambos grupos, por muy distintos o similares que sean, el reconocimiento del valor de la granada es sin duda un ideal compartido. Si bien es posible que los textos religiosos sirvan como prueba de este valor reconocible, sigue existiendo una necesidad urgente de utilizar este significado espiritual como motivo para invertir en el futuro de la granada como medio para cambiar la pobreza rural en Marruecos.

Actualmente, Marruecos produce más de 80 000 toneladas de granadas al año, en solo 4000 hectáreas de tierra. A primera vista, esto puede parecer normal, pero cuando se compara con los mayores productores mundiales de granadas, como Irán y la India, la diferencia en la eficiencia se hace muy evidente. Mientras que los productores indios e iraníes utilizan más de 100 000 hectáreas de tierra para producir 1 millón de toneladas de granadas, el modelo marroquí resulta aún más impresionante y doblemente eficiente. Desde el punto de vista cultural, la granada marroquí se considera un tesoro nacional.

Desde los campos al pie de las montañas del Atlas hasta las bulliciosas medianas de las avenidas de Marrakech, la granada está presente en todo Marruecos, salpicando de color el paisaje desértico. Su reputación por sus arilos dulces y tiernos es muy apreciada tanto en los puestos de zumos de fruta de las medinas más concurridas como en los calurosos campos de las zonas rurales. Para todos los marroquíes, se ha convertido en un elemento inseparable de la gastronomía, donde suele servir como acompañamiento ácido del famoso tajín marroquí, creando una sinfonía de sabores junto con el limón, los dátiles, la carne y el caldo.

Este efecto y significado no es exclusivo de Marruecos, ya que a escala mundial las granadas y sus derivados son muy apreciados en todo el mundo. Son conocidas por estar repletas de nutrientes y por los beneficios para la salud y el bienestar asociados a su consumo y uso. Las granadas se distinguen entre las superfrutas por su excepcionalmente alto contenido en antioxidantes, lo que las convierte en antiinflamatorias y antibacterianas, lo que abre un amplio abanico de aplicaciones en cosmética, alimentación y bebidas, y productos farmacéuticos.

Para los agricultores marroquíes, la granada es una historia de cultura y resiliencia, profundamente entrelazada con su alimentación, sus costumbres y su sustento diario. Entre los efectos del calentamiento global en el norte de África, las crecientes sequías en las regiones semidesérticas de Marruecos hacen que esta fruta sea aún más valiosa como cultivo resistente a la sequía. Para ellos, la granada no solo representa un producto que puede convertirse en dinero, sino algo mucho más grande a nivel sistémico: una herramienta que puede aliviar la pobreza intergeneracional.

La pobreza rural a escala mundial sigue sin controlarse de forma masiva, pero en Marruecos existen numerosas oportunidades para combatir este fenómeno. La inversión en la generación rentable de productos derivados de la granada es una de las vías fundamentales para lograr un cambio sistemático.

Hoy en día, el potencial futuro de la granada está en manos de personas que no solo reconocen este valor crucial, sino que, lo que es más importante, actúan en consecuencia. Si ampliamos esta perspectiva a la ciudad de Beni Mellal, situada en el corazón del norte de Marruecos, al pie de la cordillera de Jbel Tassemit, y que produce dos tercios de la producción anual de granadas de Marruecos, se vislumbra una plataforma prometedora para esta acción. Beni Mellal, una región con condiciones idóneas para el cultivo de la granada, un historial de cosechas fiables y una duración del tránsito logístico significativa hasta los consumidores europeos, es un modelo de región ideal para la inversión con un potencial de crecimiento garantizado.

La Fundación High Atlas, en colaboración con la Cooperativa Oulad Abdellah, responsable del 15 % de la producción nacional de granadas de Marruecos, ha tomado la iniciativa de reimaginar el futuro de esta fruta en la región de Beni Mellal. Con el respaldo del Ministerio de Agricultura, sus esfuerzos combinan la experiencia local con las condiciones de cultivo ideales para sentar unas bases sostenibles para el crecimiento.

El simple aumento de la cantidad de granadas crudas vendidas es solo una pequeña parte de la historia que se puede escribir sobre el futuro de las granadas. Al invertir en la producción de valor añadido (zumos, polvos de cáscara, concentrados, aceites de semillas), esta asociación prevé un modelo que transforma una fruta muy apreciada en un motor de desarrollo sistémico impulsado por la comunidad. Con el apoyo adecuado, esta iniciativa puede servir de modelo para la resiliencia rural mucho más allá de los huertos.

Para los marroquíes del pasado y del presente, la granada siempre ha sido sinónimo de paraíso y abundancia. A medida que avanzamos hacia el futuro, existe una necesidad urgente de inversiones que garanticen y optimicen su impacto para el mañana y las generaciones venideras.

Ansh Jakatimath y Winnie Wang son estudiantes de último año de la Universidad de Pensilvania. Durante el último año, han dirigido un equipo que ha realizado prácticas en la Fundación High Atlas a través de Penn International Impact Consulting.