Biden, presidente

Biden presidente

En realidad, la gran noticia del día no es tanto que los datos electorales confirmen a Joe Biden como presidente de los Estados Unidos. Y a Kamala Harris como su vicepresidenta, la primera vez que una mujer, y además de color, llega a ocupar tal puesto. La enorme noticia es que Donald Trump ha sido obligado por los votantes americanos a dejar la Casa Blanca. Su presidencia, continuación inevitable de su lamentable historia personal de incontenible psicótico, ha contemplado los intentos mas vergonzosos de romper la arquitectura institucional del pais, alterar los equilibrios constitucionales, insultar sin contemplaciones a los que no compartían sus puntos de vista o rehusaban prestarse al cumplimientos de sus caprichos y, en definitiva, someter a la ciudadanía a una parte pasiva de su imperio. Su evidente sueño era convertir a los Estados Unidos de America en una gigantesca Trump Tower diseñada a su medida y exigencias. Eso ya no será posible.


Claro que en el momento en que escribo estas lineas el proceso no está finalizado. Quedan por realizar algunos recuentos pendientes, que seguramente incrementarán la diferencia numérica a favor de Biden, y quedan sobre todo las rabietas judiciales del derrotado, empeñado en demostrar contra toda evidencia que los demócratas le han robado ilegalmente la presidencia. Y queda naturalmente el proceso de las fechas constitucionalmente fijadas: la confirmación por el Colegio Electoral de los resultados definitivos, su proclamación por la Cámara de Representantes y, el 20 de Enero, la toma de posesión y el juramente del nuevo presidente. Y es tristemente evidente que el derrotado está dispuesto a ensuciar todo lo posible el proceso que le arroja de la Casa Blanca.

No cabe duda de que para ello explotará al máximo el hecho de que hasta el 20 de Enero, y junto con los intentos de bloqueo por via judicial, podrá seguir siendo el inquilino de la Casa Blanca. No sería extraño que los notables del Partido Republicano aprovecharan la ocasión para convencerle, físicamente si fuera necesario, de que su tiempo se acabó y que el tiempo de la broma, de los chistes, de las groserías, de las obscenidades ha pasado. Pero quedan semanas inciertas que, sin posibilidad de alterar el resultado, pueden lamentablemente mostrar las voluntades asesinas de los que conciben el poder como adquisición definitiva e intransitiva. Son los que creen, y dicen, que la oposición nunca llegará al Gobierno.


De Biden cabe esperar antes que nada la vuelta a la previsibilidad de los comportamientos nacionales e internacionales por los que los Estados Unidos de manera general habían sido conocidos y apreciados en el curso de los últimos siete decenios, los transcurridos desde que acabara la II Guerra Mundial. Comportamientos marcados por el respeto y la promoción de la democracia representativa dentro y fuera del pais, por la aceptación de las normas constitucionales que constituyen el Estado de Derecho, por el reconocimiento de los pluralismos politicos e ideológicos que caracterizan a todas las sociedades libres. E internacionalmente por el mantenimiento de un núcleo de alianzas y entendimientos descrito por su adhesión a los principios de la democracia representativa y del multilateralismo liberal como concepción global.


 Justamente todo lo contrario de lo que Trump ha tenido como norma de conducta a lo largo de su mandato: el desprecio de las instituciones nacionales y de las personas que las representaban -y bastaría con leer la abundante literatura que sus antiguos amigos y colegas han publicado al respecto para comprobar hasta que extremo de bajeza ha llevado sus comportamientos- y el gusto por acercarse a los dictadores y sus aprendices en este mundo, fueran norcoreanos, o rusos, o saudíes, o chinos, o turcos, o filipinos. Siempre bajo la bandera del populismo desorejado que desde Brasil a España, pasando por Polonia o Hungría, a derechas o a izquierdas, pretende imponer el “dogma de la verdad” sobre cualquier otro proceso de respeto democrático y progreso político.


Desde luego no cabe olvidar que cerca de 70 millones de americanos han decidido depositar su voto a favor del trumpismo populista, enganchado a las reclamaciones nacionalistas del “America First” o del “Make America Great Again”. El hecho de que hayan quedado 5 millones de votos por detrás de los obtenidos por Biden no deben hacer olvidar el dato y sus posibles consecuencias. E inducir a una imprescindible reflexión analítica al respecto: no sería extraño que, incluso después de admitir su derrotar, Trump intentara hacerse con el liderazgo del derrotado Partido Republicano con la finalidad de repetir su candidatura presidencial en 2024.

Y por el lado de Biden, quien ha declarado su voluntad de ser el “presidente de todos los americanos”, es urgente facilitar una solución de entendimiento pacificador entre las diversas y encontradas tendencias de su propio partido, esas que van desde Bernie Sanders y Elizabeth Warren hasta el centrismo que él mismo representa. La esperanza de sus votantes, y de todo el mundo, es que devuelva al que sigue siendo el pais mas poderoso del mundo a la senda de previsibilidad democrática y racional por la que el país habia sido reconocido. 
Estas apreciaciones de urgencia merecen posteriores reflexiones en función de los acontecimientos que sigan y de las consecuencias que de ellos pusieran derivarse. Incluyendo los lloros amenazantes de Trump y de sus seguidores por lo sucedido. Pero nadie debería equivocarse: la victoria de Biden, en los tiempos convulsos e inciertos por los que atravesamos, es una gran y buena noticia. Que nos permite renovar nuestra confianza en la democracia y sus beneficios. No es poca cosa. 


Javier Rupérez/Embajador de España

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato