
El presidente en funciones, Pedro Sánchez, es objeto del máximo interés por parte de los Servicios Secretos acreditados en España ante el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y de aquellos otros que no lo están, pero que les da igual.
Su sigilosa labor en nuestra nación se centra en lo que dice, no dice, contradice, hace, no hace y deshace el jefe del Ejecutivo. También en el argumentario que repiten sus vicepresidentas y ministros ‒unas veces voceros y otras escurridizos o parcos en palabras‒, y en las altisonantes humillaciones verbales y soplamocos que un día sí y otro también propinan los líderes separatistas catalanes.

Los espías y agentes secretos extranjeros recaban datos y opiniones de sus colaboradores conscientes, informadores inconscientes y tontos útiles, sobre el rumbo de colisión que a toda máquina sigue el candidato a ejercer el poder en España. Buscan encontrar decisiones que puedan poner en riesgo los intereses de sus respectivos países y toda la información recogida de fuentes humanas, abiertas o por incursiones electrónicas, la contrastan, analizan, la convierten en inteligencia y la envían codificada a sus capitales por vías rápidas y seguras.
Una vez en poder de los órganos centrales de los Servicios de Inteligencia ‒que es como prefieren denominarse la mayor parte de las organizaciones dedicadas a desnudar los secretos e intenciones ocultas de los diferentes Estados‒, la sintetizan y vuelca en un documento que se pone a diario sobre las mesas de despacho de los jefes de Estado y de gobierno de prácticamente todas las naciones con las que España mantiene relaciones diplomáticas.

Un espacio dedicado a España
Así es que, cada mañana, el presidente de la república francesa, Emmanuel Macron; el canciller de Alemania, Olaf Scholz; el presidente de Estados Unidos, Joe Biden; el presidente de Rusia, Vladimir Putin; el de China, Xi Xinping; el rey de Marruecos, Mohamed VI; los primeros ministros del Reino Unido e Israel, Rishi Sunak y Benjamín Netanyahu, respectivamente, y muchísimos mandatarios mundiales más se desayunan cada mañana con un café con tostadas y la lectura de informes diarios de inteligencia.
Son de muy pocas páginas, pero recogen la esencia del panorama nacional e internacional. El apartado dedicado a España suele contener a diario un análisis escueto de los derroteros de humillación continuada a que los separatistas catalanes someten a quienes dicen representar los intereses de la nación española.

Un recién directivo jubilado de uno de los servicios de inteligencia extranjeros me contaba hace pocas fechas como la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de indultar a los presos separatistas catalanes condenados por sedición y de impulsar la reducción de sus penas por delitos de malversación había provocado “la risa, incluso la carcajada”, de su interlocutor al leer el sometimiento a tal vejación de los partidos políticos españoles en el poder.
Me añadía que, aunque ya lleva semanas en su retiro dorado de la costa andaluza, “mi señorito se habrá partido de risa cuando haya leído que está muy avanzado el proceso para amnistiar a los separatistas catalanes”. Y continuaba. Lo mismo te digo de la decisión adoptada por el Congreso español de que los diputados pueden expresarse desde la tribuna de oradores y desde sus escaños en gallego, vasco y catalán”.

Necesidades de más agentes de campo y analistas
Las antenas en Madrid, Barcelona y Bilbao de los Servicios de Inteligencia extranjeros en España de las naciones más importantes están desbordados. Sus jefes hace tiempo que pidieron a sus órganos centrales más agentes de calle y analistas para captar información y dar cauce a las demandas de inteligencia que llegan desde sus capitales.
El personal de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos en España se ha reforzado. Su director, William Burns, lo ha visto claro. También lo han hecho los Servicios de Inteligencia Exterior del Reino Unido (MI6) que capitanea Richard Moore; y la dirección general de Seguridad Exterior de Francia (DGSE), a cuyo frente está el anterior embajador en Argelia, el diplomático Bernard Emié.
Semejante incremento de personal también ha practicado el Servicio Federal de Inteligencia de Alemania (BND) ‒que encabeza Bruno Kahl, jurista y coronel de la Reserva de la Bundeswehr‒, al igual que la mayor parte de los países de la UE. Por supuesto, también el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR), al mando de Sergey Naryshkin, ex miembro de la KGB y natural de Leningrado como Putin; el Mossad de Israel que lidera David Barbea o la Inteligencia General de la Presidencia de Arabia Saudí (GIP) cuyo director general es Khaled Ali Al-Humaidan.

Los Servicios de Inteligencia completan los informes a sus presidentes o jefes de gobierno sobre Pedro Sánchez cuando alguno de ellos va a tener un encuentro cara a cara con el jefe del Ejecutivo español, como acaba de ocurrir en Granada. Entonces actualizan el retrato robot del personaje, de su psicología, principales medidas políticas, gustos culinarios, aficiones, debilidades y del grado de cumplimiento de sus compromisos.
Así es que, cuando el presidente Sánchez saludó ayer jueves, 5 de octubre, a los mandatarios de los países de la Unión Europea y otros invitados en la cumbre informal de Granada, más de uno, como el presidente francés Emmanuel Macron o el alemán Olaf Scholz, al estrechar su mano o darle un abrazo de cortesía, debieron pensar para sus adentros algo así como “te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao”.