Renzi hace saltar el Gobierno y Mattarella encarga a Mario Draghi la formación de un Ejecutivo constitucional

Tras dos meses de tiras y aflojas entre los miembros de la coalición que ha gobernado el país desde septiembre de 2019, y ante el hecho de que eran incapaces de pactar un programa de Gobierno con el cual llegar al final de la legislatura, el presidente de la República, Sergio Mattarella, ha hecho uso de sus prerrogativas constitucionales y ha decidido que no habrá “Conte terzo”, sino “Governo Draghi”. El prestigioso banquero y exgobernador del Banco de Italia y del Banco Central Europeo (BCE) ha dado su “sí” al jefe del Estado ante lo crítico de la situación y ahora llega el momento de formar Gobierno y de, una vez lograda la mayoría en ambas cámaras parlamentarias, poner en marcha el que será ya el Ejecutivo número 67 de la Historia de la I República italiana.
Vayamos por partes. Este Gobierno ha sido posible gracias a que Matteo Renzi ha hecho todo lo posible por llevar al fracaso el “mandato exploratorio” que Roberto Fico, presidente de la Cámara Baja, tenía para ver si seguía existiendo una “maggioranza” para formar Gobierno. El muy hábil senador por Toscana comenzó con un tono conciliador, pero su táctica era tan clara como contundente: después de dos meses intentando quitarme de en medio, o apoyáis todas mis exigencias, o se acabó la “tratattiva” (negociación). Y los otros tres partidos, claro está, no aceptaron las condiciones de Renzi, que pasaban por varios ministerios clave, la aceptación del conflictivo MES o la firma de un documento escrito en el que Cinco Estrellas, PD y LeU afirmaran aceptar todo lo pactado con el líder de Italia Viva.
En realidad, esta negociación estaba condenada al fracaso porque Renzi podía pasar una, pero no dos, y menos aún tres. Tras ver cómo primero le intentaban dejar fuera de la estructura del llamado “Recovery fund” (la administración de los fondos europeos para la reconstrucción de un país devastado por el coronavirus), y tras comprobar como le buscaban un grupo parlamentario alternativo al suyo (recordemos lo que sucedió en la moción de confianza de la tercera semana de enero) con el fin de desembarazarse de él, el líder de Italia Viva y ex primer ministro vio en este “mandato exploratorio” una ocasión única para llevar a cabo una “vendetta” en toda regla. Las consecuencias de todo ello parecen claras: el final de la carrera política de su íntimo enemigo Conte y, con él, del partido al que me detesta (el Movimiento Cinco Estrellas); caída en barrena de su antigua formación (el Partido Democrático, donde, como él suele recordar, en dos casos le han hecho la “guerra interna” a pesar de ser el claro vencedor de las primarias del partido); y, ¿en su caso? En su caso, sencillamente poco o nada que perder: con una formación hundida en las encuestas, y que hubiera seguido así de seguir sosteniendo un Gobierno de centroizquierda, solo le esperaba la casi extinción parlamentaria de Italia Viva.
En ese sentido, Renzi tendrá ahora la ocasión de transitar definitivamente hacia donde siempre ha querido estar: en el centroderecha europeísta, que es donde su acción de Gobierno ha sido tradicionalmente mejor recibida. Así que no será de extrañar que, llegado el momento de concurrir a unas nuevas elecciones, sus parlamentarios (casi medio centenar entre ambas cámaras) entren en las listas de una amplia coalición y que muchos de ellos puedan revalidar escaño. Porque, tras la caída de esta coalición, queda claro que, más allá del lugar que ocupan la Liga antieuropeísta de Salvini y la derecha clásica liderada por la romana Meloni, va a aparecer un amplísimo espacio electoral que Renzi hará todo lo posible por ocupar. Y, quién sabe, si la gestión de Draghi resulta exitosa, él podrá recordar en todo momento que fue él, y solo él, quien llevaba pidiendo desde hacía dos meses que fuera éste quien se convirtiera en el nuevo presidente del Consejo de Ministros. Le servirá o no, pero, como decimos, Renzi sabía que con su veto a la coalición de la que había formado parte tenía muy poco que perder, mientras que Cinco Estrellas y PD quedarán en muy mala situación.
Mattarella compartía con Renzi la opinión de que los fondos que la Unión Europea ha decidido destinar a su país (209.000 millones de un total de 750.000 millones) constituían una ocasión única. Así que desde el primer momento tuvo claro que no era el momento de ir a elecciones anticipadas (como le pedían tanto Salvini como Meloni), sino de nombrar un Gobierno del más alto nivel (y así lo denominó el mismo Mattarella en su comparecencia del pasado martes) que pudiera hacer una importante labor de relanzamiento de la economía nacional con más de dos años de margen por delante, que es lo que queda hasta que concluya la actual legislatura.
Al presidente de la República solo le faltaba el “sí” de Draghi, que en realidad quería ser jefe del Estado y no del Gobierno, pero ya lo tiene. En días venideros iremos conociendo la composición de su Gobierno, pero da la impresión de que los mejores querrán estar con el mejor, que no es otro que Draghi. Respecto a los apoyos parlamentarios, de una o de otra forma contará con todos los partidos que forman el arco actual, a excepción, claro está, de Cinco Estrellas, que pegará la enésima pataleta porque se ha quedado sin lo único que tenía, que era la Presidencia del Ejecutivo.
Con la llegada de Draghi el país asiste al cuarto Gobierno no político en tres décadas: primero fue el presidido por Ciampi (1993-94), luego el encabezado por Dini (1995-96) y, finalmente, el liderado por Mario Monti (2011-13). Aunque no fueron iguales los tres Gobiernos anteriores: en el de Ciampi sí tuvieron entrada políticos, mientras no sucedió lo mismo ni con Dini ni con Monti. Y da la impresión de que Draghi hará lo mismo que estos dos últimos: le sobran los políticos, a los que por otra parte conoce muy bien por su tiempo como gobernador del Banco de Italia. Lo que resulta evidente es que el que sale ganando es el país, que ha logrado el sí” del más anhelado, su hombre de mayor renombre en el mundo de las finanzas y de las instituciones internacionales. Y eso que la tarea que tiene por adelante es más que complicada, pero Draghi es Draghi, y eso, tanto Mattarella como Renzi, así como muchos de sus conciudadanos, lo saben muy bien.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro ESERP y autor del libro ‘Italia, 2013-2018. Del caos a la esperanza’ (Líber Factory, 2018)