Drusos, la poderosa minoría aliada de Israel

<p>Drusos observan cómo el Ejército israelí coloca un muro de hormigón en la línea de alto el fuego entre los Altos del Golán ocupados por Israel y Siria, en medio del conflicto en curso en las zonas drusas de Siria, en Majdal Shams, el 17 de julio de 2025 - REUTERS/ AMMAR AWAD&nbsp;</p>
Drusos observan cómo el Ejército israelí coloca un muro de hormigón en la línea de alto el fuego entre los Altos del Golán ocupados por Israel y Siria, en medio del conflicto en curso en las zonas drusas de Siria, en Majdal Shams, el 17 de julio de 2025 - REUTERS/ AMMAR AWAD 
Más de mil muertos han causado los violentos enfrentamientos entre drusos y beduinos sirios, en Sweida la teórica capital de la minoría drusa en el sur de Siria

Choques violentos que demuestran una vez más la enorme complejidad del mosaico étnico y religioso del Próximo Oriente. 

Empecemos por decir que los drusos conforman una comunidad árabe que profesa una religión monoteísta y secreta, surgida del islam ismailí chií en el Egipto del siglo XI. El rasgo que más la distingue es su hermetismo, como lo demuestra que no acepta en sus filas a conversos, prohíbe el proselitismo y desalienta enérgicamente el matrimonio fuera de la comunidad. Fruto no obstante de la incorporación a lo largo de los siglos de elementos de otras tradiciones religiosas -hinduismo, filosofía griega antigua, cristianismo y judaísmo-es la conformación de su sistema de creencias como algo verdaderamente único y complejo.

Sin embargo, es una comunidad pequeña, de algo más de un millón de individuos, distribuidos por Siria, Líbano, Israel y Jordania, a los que hay que añadir a unos doscientos mil drusos o descendientes de drusos en Venezuela, lugar en donde nació en 1965 y del que procede el actual líder espiritual de los drusos sirios, Hikmat Al-Hijri, antiguo aliado del derrocado presidente de Siria, Bashar Al-Assad, pero del que renegó poco antes de la caída del dictador y de su régimen.

Los drusos se establecieron en Venezuela a raíz de la masiva emigración europea de finales del siglo XIX y principios del XX, arguyendo que era el país del continente americano considerado el más tolerante con la diversidad religiosa. Los descendientes de aquellos emigrantes que volvieron a Siria convirtieron a Sweida en “la pequeña Venezuela”, ya que el 20 % de la población de esta ciudad nació en aquel país e incluso conserva su pasaporte de Venezuela. 

Esos lazos propiciaron intensos intercambios con Caracas, especialmente desde la entronización del presidente Hugo Chávez, que llegó a visitar oficialmente Sweida. Muchos drusos accedieron a puestos de responsabilidad en las filas bolivarianas, el más conocido, Tarek El-Aissami, ministro del Interior y gobernador con Chávez, y presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y vicepresidente económico con Maduro. Caído en desgracia, ahora está en prisión, acusado de corrupción por la Fiscalía venezolana. 

En cuanto a su privilegiada relación con Israel, los 143.000 drusos residentes allí, apenas conforman el 1,5 % de la población de Israel, asentados en el norte del país, Altos del Golán, Galilea y la cordillera del Carmelo, con Daliyat Al-Karmel y Yarka como principales asentamientos. La comunidad drusa presume de haber forjado un “pacto de sangre” con el Estado judío, tanto que desde 1957 los varones drusos cumplen el servicio militar obligatorio en las Fuerzas Armadas de Israel (FDI). Algunos de ellos han alcanzado rangos de alto mando tanto en el Ejército como en la Policía y otras fuerzas de seguridad israelíes. 

Postura más matizada es la de los 20.000 drusos que habitan en los Altos del Golán, donde coexisten con unos 25.000 colonos judíos. Cuando Israel ocupó la región, estos drusos sirios rechazaron la ciudadanía israelí, pero aceptaron la tarjeta de residencia, imprescindible para habitar en aquel territorio ocupado. Muchos de ellos, junto con los drusos israelíes se manifestaron de manera multitudinaria en Tel Aviv en 2018 contra la proclamación de Israel como “Estado nación del pueblo judío”, arguyendo que eso les relegaba a ellos al estatus de ciudadanos de segunda clase. 

Ahora, los graves enfrentamientos acecidos en Sweida han llevado al líder espiritual druso, Hikmat Al-Hijri, a denunciar la incapacidad del actual presidente provisional de Siria, Ahmed Al-Sharaa, para proteger a las minorías étnico-religiosas del país, recordándole su pasado como terrorista y miembro de Al-Qaeda. Al Hijri llegó incluso a tildar de “guerra de exterminio” la emprendida contra ellos por los beduinos árabes en connivencia con el Ejército sirio”. Al-Sharaa ha reiterado que esa “protección de las minorías es parte esencial de su Gobierno”, aunque ya no menciona su intención de integrar a los hombres de tales minorías en un único Ejército nacional sirio. 

A su vez, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, proclama “el compromiso de Israel de preservar en la región del suroeste de Siria una zona desmilitarizada en la frontera con Israel, así como la obligación de salvaguardar a los lugareños drusos”. Una declaración que rechaza precisamente Al-Sharaa, por entender que viola la soberanía de Siria. 

Pese a su dispersión, los drusos se consideran a sí mismos como un pueblo sin fronteras, lo que fomentan mediante el fortalecimiento de sus relaciones familiares transnacionales y la celebración de eventos y acontecimientos propios. Junto a Siria, y más en concreto en la región de Sweida (también conocida como Jabal Al-Druze o Montaña de los Drusos), el país en el que más han hecho notar su influencia es Líbano, especialmente a través del Partido Socialista Progresista, el principal partido político druso del país. 

Amenazado ahora de fragmentación por las presiones antagónicas de la guerra, los drusos no se cansan de propagar su papel en la conformación del mapa de Oriente Medio, y reivindican haber impulsado “la fundación del Líbano, Siria, Jordania y Palestina modernos”. Desconfiados hasta el extremo respecto del nuevo mapa que parece diseñarse en la región, los drusos sirios reivindican el mantenimiento de sus milicias, y se niegan tanto a entregar sus armas como a integrarse en el Ejército nacional sirio, propugnado por Al-Sharaa.