Preparación para desastres: un nuevo enfoque inspirado en civilizaciones antiguas

Los conocimientos ancestrales extraídos de la historia bíblica de la catastrófica hambruna de Egipto pueden ayudar a orientar a los países actuales en su preparación para las amenazantes fluctuaciones climáticas y otras formas de inestabilidad que pueden tener consecuencias devastadoras y repentinas.
La transmisión oral de información a lo largo de miles de años, plasmada en el madrasa, pone de relieve útiles directrices para una preparación eficaz y, en última instancia, para salvar vidas o incluso civilizaciones. Una de las primeras lecciones fundamentales es que el coste de la preparación hoy en día es menor que el coste que se incurrirá cuando se produzca la catástrofe. La preparación de Egipto antes de la hambruna, en un contexto de relativa estabilidad de los precios, fue un factor decisivo para su resistencia durante el período de escasez extrema y el consiguiente aumento de los precios.
La experiencia bíblica de Egipto también indica que, incluso con la correcta interpretación de José del sueño del faraón y su advertencia previa, la hambruna llegó de repente, como si la etapa de abundancia anterior no hubiera existido. Incluso cuando somos conscientes de una catástrofe inminente, como es el caso de la crisis climática actual, sus efectos devastadores nos hacen sentir como si no hubiera habido ninguna advertencia previa; por muchas bendiciones que haya, su fin repentino puede ser tan severo que nos hace sentir como si los tiempos de abundancia nunca hubieran existido. Esto pone de relieve la importancia de la preparación y de las medidas que tomamos antes de que se produzca la crisis. Al fin y al cabo, una vez que la crisis se ha producido, lo que ha sucedido antes parece haber pasado y haberse olvidado.
En aquel momento, Egipto sufrió la falta de aprecio del pueblo por las medidas básicas, en particular el almacenamiento de excedentes de alimentos en previsión de la catástrofe inminente. El pueblo no reconoció el mérito de José hasta que todos se dieron cuenta de que su visión, con el apoyo del faraón, era lo que los había salvado. Es prudente que los líderes de hoy no esperen gratitud por sus preparativos previos a las crisis, sino que estén convencidos de que el verdadero impacto de esos preparativos solo se aprecia cuando la adversidad se agrava, y solo entonces se reconoce su mérito y la corrección de su visión.
Las interpretaciones madrasíes de la antigua experiencia egipcia indican que la hambruna no distinguió entre ricos y pobres; todos la sufrieron sin excepción. En lugar de sumirse en el lujo durante los años de abundancia, se impuso a la población que se contentara con lo estrictamente necesario, mientras se ahorraba y almacenaba el excedente y se acumulaban las provisiones básicas para la supervivencia. Aquí se pone de manifiesto una sabiduría fundamental: el consumo excesivo en tiempos de abundancia debilita la capacidad de nuestras sociedades para acumular y conservar los recursos necesarios para vivir. Incluso si se toman medidas de almacenamiento, el lujo excesivo y el consumo desequilibrado durante los periodos de abundancia muestran sus efectos negativos tan pronto como llega la escasez.
En aquel momento, Egipto adoptó un sistema basado en la imposición de un impuesto fijo del 20 % durante el período previo a la crisis, como preparación para la catástrofe. La simplicidad y el carácter global de esta medida facilitaron su organización y control, además de ser considerada justa y socialmente aceptable.
Los esfuerzos de Egipto en materia de almacenamiento no se limitaron a un solo tipo de cereal, sino que abarcaron una amplia gama de alimentos y productos básicos conservados mediante métodos innovadores. La diversificación de los productos para satisfacer las diferentes necesidades humanas aumenta las posibilidades de supervivencia, al reducir las fuertes fluctuaciones de los precios y la dependencia de un solo producto o de un número reducido de productos. El texto bíblico también indica que los métodos de almacenamiento de los alimentos variaban según su tipo, pero la norma general era almacenarlos cerca de los lugares de producción para garantizar su calidad.
Este enfoque constituye uno de los pilares fundamentales de las estrategias de preparación para desastres en lo que respecta al almacenamiento, ya que los egipcios se basaban en un sistema local descentralizado. Cada ciudad y pueblo tenía sus propias instalaciones. La organización del almacenamiento de esta manera descentralizada involucraba a los habitantes de las zonas vecinas en la recolección y el mantenimiento de las instalaciones, lo que reducía la probabilidad de que se produjera el pánico en caso de desastre. Además, este sistema permitía a cada zona conservar sus productos utilizando recursos locales en los procesos de almacenamiento, como materiales naturales que aún se utilizan hoy en día, como el mercurio (como repelente de insectos), la tierra salina, el polvo, las cenizas y la viruta de madera.
A menudo, los almacenes se construían bajo tierra. Dadas las condiciones climáticas descritas por los científicos, como el rápido aumento de las burbujas de calor (que estamos viendo en Marruecos) y los fuertes vientos, deberíamos considerar seriamente la construcción de instalaciones de almacenamiento subterráneas.
Cabe señalar que, incluso con la dependencia de la antigua Egipto de la construcción y el mantenimiento de almacenes a nivel local, la distribución de los bienes necesarios para la supervivencia de la población era fundamental para lograr el equilibrio regional y reducir el desperdicio. Este modelo inteligente de división funcional eficaz de responsabilidades entre los niveles local y nacional se ajusta en gran medida al sistema de descentralización que Marruecos está aplicando actualmente.
En la época del profeta Yusuf, Egipto no abría sus almacenes inmediatamente ante la demanda o las protestas de la población cuando esta sentía los efectos de la hambruna. La población soportaba con paciencia las primeras etapas y los almacenes solo se abrían cuando la hambruna se agravaba. Esta inteligente estrategia es la que permitió a Egipto superar con éxito la crisis de los siete años, ya que se comprendió que para hacer frente a la amenaza de la hambruna era necesario conservar los recursos para momentos de crisis aguda.
Ahí radica la sabiduría: los grandes almacenes de emergencia deben establecer criterios precisos para su apertura. Abrirlos prematuramente puede agotar los recursos antes de tiempo y exponer a la sociedad al riesgo de escasez durante crisis prolongadas.
La ubicación de los almacenes de suministros es fundamental para la gestión de las crisis, como ha demostrado la experiencia marroquí durante el último terremoto, en el que la ayuda tardó más en llegar a las zonas alejadas de las capitales regionales que a las cercanas, un problema recurrente en el ámbito de la ayuda humanitaria. A menudo, estas zonas remotas se encuentran en las fronteras de otros municipios que también sufren la lejanía de sus centros regionales. Por lo tanto, es necesario crear centros de almacenamiento en lugares estratégicos que permitan un fácil acceso a estas zonas remotas, lo que contribuirá a la estabilidad social al reducir las oleadas de desplazamientos durante las crisis y aliviará la presión sobre las capitales locales, regionales y nacionales.
Por último, los textos bíblicos y las explicaciones de los madrasas no se limitan a describir la personalidad del profeta Yusuf, sino que también ofrecen un modelo de gestión eficaz que las comunidades necesitan para hacer frente a las grandes catástrofes. El profeta Yusuf demostró que la atención a los detalles es una cualidad indispensable para los líderes nacionales, y no dudó en convertirse en comerciante de trigo y alimentos básicos cuando el interés público lo requirió. Tras ser encargado de la misión de salvar a Egipto de una catástrofe segura, viajó de una ciudad a otra, de un lugar a otro, recorriendo todo el territorio egipcio, motivando y ayudando a sus habitantes en sus esfuerzos por participar en el rescate de su civilización. Consiguió convertir el objetivo común en una realidad tangible, evitando así el pánico generalizado y preservando la supervivencia de la civilización.
Nuestros líderes actuales necesitan una visión humanitaria global y una comprensión profunda de las situaciones locales, además de la necesidad de comunicarse directamente con la gente a través de los viajes y la presencia en los lugares a los que sirven. No se debe depender únicamente de la gestión de las instalaciones de almacenamiento como una función burocrática, sino de un liderazgo comprometido que se centre en soluciones prácticas y rápidas para hacer frente a los retos emergentes.
Los textos religiosos y las explicaciones de los madrasas revelan cómo la influencia de la planificación egipcia se extendió a los países vecinos. El rescate no se limitó a Egipto, sino que abarcó a pueblos y regiones enteras que se beneficiaron de las reservas estratégicas de Egipto. El vicerrey y el faraón permitieron la entrada de extranjeros para comprar los suministros necesarios para la supervivencia, lo que no solo garantizó la continuidad de sus comunidades, sino que también aportó ingresos esenciales a Egipto, lo que le permitió prosperar en los años que siguieron al fin de la hambruna.
El Madrash describe al vicerrey como un modelo de compasión y generosidad, dotado de amabilidad en sus palabras y de una gran perspicacia a la hora de evaluar las consecuencias a largo plazo de las decisiones. En la gestión de la distribución de alimentos, combinó la misericordia y la precisión, equilibrando el gasto necesario para garantizar la supervivencia y el cálculo minucioso para evitar el agotamiento de los recursos.
Lo que más nos impresiona de este personaje histórico es su interés por el contacto directo con todos los sectores de la población en las diferentes regiones del país, para lo cual viajaba constantemente largas distancias y prestaba apoyo según las necesidades de las familias y los niños. La capacidad de un líder para salvar a los países vecinos, además de a su propio pueblo, sigue siendo un modelo eterno del que nos inspiramos hoy, cuatro mil años después, cuando nos enfrentamos a amenazas similares.
Quizás en esta historia haya valiosas lecciones para nuestro querido Reino de Marruecos, que puede extraer del pasado y de la experiencia de la humanidad para construir reservas que garanticen la seguridad alimentaria de su pueblo en caso de necesidad. Marruecos, con su diversidad humana y su entorno único, que reúne las diferentes zonas vitales del norte de África y Oriente Medio, y gracias a su compromiso histórico con la unidad de los países del Sur, puede ser un almacén de alimentos que no solo se salve a sí mismo, sino que también ayude a los países vecinos, si logra almacenar sus recursos en previsión de las crisis que pueda deparar el futuro.
Youssef Ben Meir es presidente de la Fundación Gran Atlas y reside en Marruecos.