Tres semanas después Luis Rubiales ha dimitido como presidente de la RFEF. A la misma hora en la que 21 días antes atendía a las radios españolas y llamaba “idiotas” a los que querían sacar de contexto aquel “pico de amigos” a la futbolista Jennifer Hermoso.
La FIFA le suspendió durante tres meses. El Gobierno no podía echarle de su cargo. Y el TAD calificó su comportamiento en el Estadio Olímpico de Sídney como falta grave y no muy grave, con lo que dejó al CSD y a Pedro Sánchez sin la cabeza de Rubiales.
El de Motril no asume errores en su carta y deja algunos detalles interesantes. “Tras la veloz suspensión realizada por FIFA, más el resto de los procedimientos abiertos contra mi persona, es evidente que no podré volver a mi cargo”, explica señalando al máximo organismo presidido por Gianni Infantino, el mismo que compartía palco cuando el dirigente español se puso la mano en los genitales a apenas dos metros de la reina Letizia y la infanta Sofia, menor de edad.
La cacería política contra Luis Rubiales pasará a la historia de España. Un personaje al que han protegido durante años como ha quedado demostrado en diferentes investigaciones periodísticas. La protección de José Manuel Franco, expresidente del CSD, cuando saltó el escándalo de las comisiones por la Supercopa en Arabia Saudí solo se entiende ahora. Rubiales lo sabe bien y por eso asegura que “hay poderes fácticos que impedirán mi vuelta”.
El ya expresidente del fútbol español dice en su misiva que “tomo esta decisión tras haberme asegurado de que mi marcha contribuirá a la estabilidad que va a permitir que tanto Europa como África sigan unidas en el sueño de 2030” de lo que se entiende que ha hablado con alguien que le garantiza que quitarse de en medio le favorecerá a él y a esa candidatura de la quizá acabe siendo parte por algún lado.
“Tengo fe en la verdad y voy a hacer todo cuanto esté en mi mano para que prevalezca”, esa verdad, su verdad, es la que le hará libre si es capaz de defenderla ante un juez cuando empiece a presentarse en los estrados de los juzgados que instruyen sus causas. No le queda otra que poner a trabajar a sus abogados para salvar su honor o que la ley le condene por agresión sexual y quede marcado para siempre, mucho más de lo que ya está por el juicio mediático mundial al que ha sido sometido.
Rubiales no va a entrar en prisión por darle un beso en la boca a Jennifer Hermoso, pero esa sentencia será una de las primeras mediáticas que se juzgue bajo la ley del sí es sí que hasta la RFEF adaptó a sus propios mecanismos legales y que ni el presidente se leyó.
Ahora queda reformar la RFEF. Un trabajo imposible que podría llevar más tiempo que la Sagrada Familia porque eso es lo que hay en Las Rozas, una familia intocable que cerrará filas en torno a su forma de hacer las cosas, sin injerencia externa. Ni Tebas podrá presentar abiertamente a un candidato, ni el Gobierno podrá imponer a una mujer como parece probable que intente.
El fútbol español no puede ser manejado desde el Gobierno de turno, aunque esto no le guste a Víctor Francos, presidente del CSD que ha hablado abiertamente de que le gustaría tener más mando en plaza y hasta se debería cambiar la legislación para convertir a ese puesto en el mismo títere político que ocupa él en la actualidad como antes lo hizo Franco, Rienda, Lozano o Cardenal.
Nunca nadie se atrevió con el presidente de la RFEF. Ángel María Villar cayó cuando la Guardia Civil entró a su despacho en Las Rozas. Los litigios contra él siguen enfangados, su pensión embargada y todo a la espera de una sentencia que pruebe que cometió todos eso de lo que se le acusa. El Gobierno de Rajoy tumbó a Villar porque llevaba 30 años en el cargo y decidió elevar las denuncias contra él al TAD.
El Gobierno de Sánchez protegió a Rubiales y solo le ha llevado ante la justicia cuando ha sobrepasado sus límites morales y ha pisado el feminismo del que el Gobierno socialista lleva años haciendo bandera.
